" LEYENDAS DE ESPAÑA Y DEL MUNDO"

Imagen de  holgerheinze0  en  Pixabay Qat, espíritu de las islas de Banks, Melanesia.  Dio al mundo su forma actual y creó a sus moradores.  Según la leyenda melanesia, Qat no era dios ni mortal, sino un espíritu (vui).  Nació cuando reventó una piedra que dejó en libertad al héroe totalmente formado. Se supone que Qat dio forma a la materia preexistente y creó los primeros cerdos, árboles y hombres.  También creó la noche para descansar.  Marawa (espíritu araña) introdujo la muerte.  Qat talló los seres humanos en madera y los dotó de vida golpeando el tambor.  Matawa también creó a los seres humanos, pero los enterraba en cuanto daban señales de vida.  Así se instauró la muerte en el mundo. Parece que, más que enemigos a muerte, Qat y Marawa eran rivales amistosos y en mas de una ocasión Marawa salvó a Qat de una situación difícil.  Qat siempre fue el más activo.  Mató a Qasavara, espíritu caníbal, y revivió los cadáveres que encontró en el cajón de alimentos del monstr

Rangi es el dios del cielo en el mito maorí de la creación.  Intentó impedir el desarrollo del mundo.   Rangi (el cielo) y Papa (la tierra) quedaron inseparablemente entrelazados.  Cuando uno de los hijos propuso que los niños nonatos mataran a sus progenitores, otro hijo, Tane-mahuta (deidad del bosque), sugirió que sería más conveniente separar a los padres. Tana-mahuta empujó el cielo hacia arriba con la cabeza y la tierra hacia abajo con los pies.  De esta manera, separó a sus padres sin  provocar un derramamiento de sangre.  Uno de los vástagos, el dios de la tormenta Tawhiri-marea, se puso de parte de Rangi y lanzó tormentas y vendavales a sus hermanos rebeldes.  Uno tras otro se sometieron al dios al dios de la tormenta, salvo Tu-matavenga, dios guerrero. Este se volvió en contra de sus hermanos cobardes y los devoró como castigo por dejarlo solo en el combate con el dios de la tormenta.  Como Tu-matavenga fue incapaz de matar a Tawiri-matea y  devorarl

Zeus (Cielo), hijo de Cronos y Rea, se convirtió en rey de los dioses tras liderarlos en su Victoria contra los titanes. Controlaba el clima y empleaba los rayos como armas. Hera, la diosa del matrimonio y el parto, era su hermana y esposa, pero Zeus tuvo muchas otras conquistas sexuales, lo que ponía celosa a Hera. Las amantes de Zeus eran tanto humanas como divinas. El primer amor de Zeus fue la ninfa del mar Metis (Consejo), y aunque la sabia ninfa cambió de forma muchas veces quedó encinta, y la diosa de la Tierra, Gea, profetizó que primero daría luz a una niña y luego a un niño que se convertiría en el soberano de los cielos. Temiendo que así fuera, Zeus se comió a Metis y a su hijo nonato, adquiriendo así su sabiduría. La niña, la diosa Atenea, nació de la cabeza de Zeus.                                                      Además de Metis, Zeus tuvo muchas amantes divinas que tuvieron hijos con él; Temis una titánide dio a luz a las horas y las moiras; Eurónime una ni

Dios supremo de los Banyoro de Uganda.  Ruhanga siempre fue considerado un padre, al que le gusta  sustentar a sus fieles con buenas cosechas, ganado abundante y una buena cantidad de hijos.  Pero  también preside las enfermedades, los males y la muerte.  La parte desagradable de la existencia es  aceptado por los Banyoro como el precio ineludible que han de pagar por la desobediencia original. En otro tiempo, los muertos retornaban a la vida, si bien la resurrección estaba negada a los animales. Para que las personas renacieran bastaba con que expresaran alegría durante la vida.  Pero un día una  mujer se negó a ponerse sus mejores galas y a recibir a los recién resucitados porque su perro acababa de morir.  "¿Por qué tengo que ir si mi perro acaba de partir?", preguntó.  Ruhanga la oyó y replicó: "De modo que a las personas no les preocupa qué les sucede a los muertos.  ¡En ese caso no volverán a levantarse!"

Dios supremo de los fon de Dahoomey, en África occidental.  En su origen pudo pertenecer a un enemigo al que los belicosos Fon vencieron. Los Fon siempre consideraron como dios creador a Mau-Lisa, aunque aún recuerdan una deidad más antigua llamada Nana Buluka.  Dicen, que al principio del mundo actual Mau-Lisa creó los dioses del cielo y los de la tierra.  También se atribuye al dios creador el haber moldeado el universo a partir de material que ya existía. Mau-Lisa utilizó a su hijo, el dios herrero Gu, como instrumento divino para el proceso de la creación. Se imagina a Gu como un mango de piedra del que sobresale una hoja afilada y se cree que modeló a la humanidad a partir de los excrementos divinos. Se le considera como deidad femenina (Mau) y como masculina (Lisa), sosteniéndose que la unión eterna de estos mellizos no separados es la base del orden universal.  Para mantener el universo Mau-Lisa cuenta con la colaboración de Da, la serpiente cósmica.  Es Da qui

                                                              Una vez, un mono santo se dirigió al Himalaya para disfrutar a solas del éxtasis de la meditación profunda.  La belleza de su personalidad cautivó a la diablesa de una roca, cuyos intentos por seducirlo no lograron debilitar el voto de castidad del mono, y la diablesa padeció las penas del amor no correspondido.   Pero cuando uno de estos seres está frustrado y enfadado representa un gran peligro para el mundo, y el mono lo sabía.  Por eso, comprendiendo sus sufrimientos, acabó por ceder a sus ruegos y al cabo del tiempo, de su unión nacieron seis hijos y, de ellos desciende toda la población del Tibet. Ambos, como deidades protectoras del Tibet, vigilan a sus descendientes desde entonces, sobre todo Avalokiteshvara (que se manifiesta en la forma del Dalai Lama) en la forma de mono y la diosa sGrol-ma en la de la ogresa de una roca.

En la localidad de Abeo era muy conocida de todos una pobre mujer que había llevado una existencia desordenada, con un sinfín de aventuras amorosas, fruto de las cuales se le conocían siete hijos. No obstante, la propia vida, con sus naturales amarguras, le había hecho purgar de sobra todos sus pecados.  Cuando llegó a la vejez, se encontró sola y abandonada.  Sus siete hijos, huyendo de su miseria la habían abandonado uno a uno, y en cuanto a los vecinos y conocidos del pueblo, nadie intentó nunca ayudarla, ni siquiera consolarla en su desdicha. Un día la pobre vieja se sintió enferma y tuvo que guardar cama.  La falta de cuidados y la pobreza de que se veía rodeada agravaron su enfermedad, hasta hacerla entrar en la agonía.  Sólo entonces se acercaron a su casa algunos curiosos de los alrededores, atraídos por la novedad del acontecimiento.  Entre ellos llegó un buen hombre, que al comprender que la enferma duraría pocas horas, se apresuró a ir en busca de un sacerdote que