" LEYENDAS DE ESPAÑA Y DEL MUNDO"

Diosa japonesa del sol y antepasado de la familia imperial.  Los múltiples mitos que la rodean constituyen el núcleo de la religión autóctona llamada sintoísmo, “el camino de los dioses”. Amaterasu nació cuando Izanagi, uno de los primeros dioses japoneses, se lavó el ojo derecho.  Le encomendaron el gobierno del cielo y sus deberes también incluían tejer las túnicas de las sacerdotisas sintoístas.  Su hermano Susano-Wo fue el responsable de poblar el cielo con una nueva generación de dioses.  Por petición de éste, Amaterasu rompió la espada de su hermano en tres partes, las masticó y luego exhaló una bruma de la que emergieron tres diosas.  A continuación Susano-Wo pidió a su hermana que le entregara los cinco collares enjoyados que lucía, los partió con los dientes, los cubrió de aliento y produjo cinco dioses.  Se considera que el dios más viejo es el primer emperador japonés. Susano-Wo estaba tan entusiasmado con sus hazañas que cayó en frenesí.  Oscureció el cielo co

Esto sucedió hace mucho, mucho tiempo, en una ciudad llamada el Bosque del Conde. El Conde de Holanda tenía una hija llamada Machtelt, que se casó con el conde de Hermeberg con quien se marchó a vivir al castillo de este, muy lejos de su padre. Machtelt era trabajadora y muy altiva, con un corazón tan frío como eran claros sus ojos inexpresivos. De día hilaba, tejía y cocinaba, vigilando su casa con tanto celo, que nada podía desperdiciarse. Una mañana en que estaba hilando, el portero del castillo le anunció que una pordiosera con un niño en cada brazo pedía limosna en la puerta del jardín.  Matchelt se levantó airada, y dejando su rueca, se dirigió hacia el jardín. -Será una holgazana -dijo-. De lo contrario, no tendría que pedir limosna. La despacharé inmediatamente. En la puerta estaba la pobre mujer, demacrada y cubierta de harapos, con dos niños que lloraban desconsoladamente. -Señora -sollozaba la desgraciada- por favor le pido que me un poco de pan, duro. Mis

Imagen de  Csaba Nagy  en  Pixabay   Desde que la memoria recuerda, se ha querido explicar el origen de las pepitas de oro que arrastran los ríos Sil y Cua con la creencia de algún tesoro escondido en el subsuelo, que va siendo erosionado por las aguas. El hecho es, que fueron halladas cantidades respetables de oro junto al Castro de Altamira, y la leyenda acerca de este tesoro se localizó en ese punto de Asturias. Sobran motivos para esto, porque se sabe con certeza que en una ocasión fueron halladas en este mismo lugar varias monedas de oro y luego unas barras de este metal dentro de un pellejo de ternero junto con noventa monedas.  Hace pocos años se ha encontrado un juego de bolos, también de oro, con una inscripción dedicada al rey y al señor de Altamira.  No tiene pues, nada de extraño que con hechos tan exacta se haya formado esta leyenda del tesoro del Castro de Altamira, sedimentada por la tradición oral de muchos siglos.   Se cuenta que un personaje popular

Había un diácono que tenía muy mala lengua y que pensaba que todo lo que decía encerraba un gran valor, que siempre llevaba razón y que no había una persona en el monasterio que fuese tan inteligente como él. Un martes, los monjes se habían reunido para tomar su alimento antes de empezar el ayuno de la semana de San Teodoro.  El diácono, que era el que los servía, dijo con tono burlón: -Nuestros monjes se van a emborrachar hoy. El prior le reprendió severamente: -Cállate, no se oye a nadie más que a ti. El diácono se calló y aun aparentó haberse vuelto mudo.  Se le apodó "el mudo" desde entonces, pues desde aquel día, a cualquier sitio adonde fuera no se explicaba sino por gestos. Cuando llegó el momento de los trabajos de la recolección, todos los monjes salieron al campo, y en el monasterio quedaron solos el mudo y el prior. En esto llegó un pastor, preguntando por el prior del monasterio.  El mudo le condujo adonde estaba éste, y el pastor le co

A comienzos del siglo XX, unos señores de la comarca, uno de Lecina, otro de Bárcabo y otro de Santa María de la Nuez, que conocían la leyenda de los tesoros escondidos en la "cueva de las Brujas" buscaron dos mujeres, que decían que eran adivinas, en Barbastro, para que con sus ritos desencantasen la cueva y poder tomar el tesoro oculto , porque los moros encantaron la cueva para que nadie pudiera coger los tesoros escondidos.  Las contrataron por 13 duros de entonces y el viaje, que pagaron por adelantado.  Las subieron en caballería desde Barbastro al término de Santa María de la Nuez, donde esta la cueva. Debían de ir a las 12 de la noche, a la entrada de la cueva.  Les pusieron en círculo, cada uno con una vela encendida y en silencio.  Ellas se colocaron en el centro y comenzaron con sus ritos.  Se tiraban de los pelos, hacían bailes y movimientos extraños mientras decían "Belcebú, capitán de los demonios, saca las barritas de oro que tienes escondidas"

En un suntuoso castillo, en Poitou, en Francia, vivía un noble caballero, señor de Luisiñan, que gobernaba sus dominios con rectitud y justicia, por lo que sus vasallos y siervos sentían respeto por él. Paseaba un día por sus dominios, atravesando un frondoso monte, cuando al llegar cerca de una pequeña laguna vio, en la orilla, una muchacha de extraordinaria belleza.  Quiso acercarse a ella; pero huyó entre la espesa vegetación, sin que el señor pudiera seguirla.  Quedó tan impresionado por la muchacha, que no pudo apartarla de su imaginación, impidiéndole conciliar el sueño.  Desvelado, pensó volver en su busca. A la mañana siguiente volvió al mismo sitio y esperó a que apareciera.  No tardó en presentarse ante su vista, la mujer. que se sentaba a la orilla del lago para peinar su espléndida cabellera.  Con gran ligereza corrió el señor de Lasiñán a su lado, y la sorprendió cuando pretendía huir; La cogió de un brazo mientras le preguntaba: -¿Cómo os llamáis?  No sé q

Triste y penosa pasaba su infancia Juana de Lorena, a causa de los malos tratos que su madrastra le prodigaba.  De sol a sol cuidaba los rebaños, para comer tan sólo le daba unos mendrugos de pan con un casco de cebolla o alguna corteza rancia de tocino, a pesar de esto, cuando veía un mendigo, Juana compartía con él lo poco que tenía para comer. Aunque llevaba una vida mísera, Juana sentía alegría de pasar, todas las mañanas, un rato en la iglesia rezando a los santos y a la Virgen.  Siempre asistía a misa, y mientras ella faltaba de estar con el rebaño, las ovejas no se extraviaban, permaneciendo acostadas. Cuando la niña llegó a los quince años, empezó a tener visiones de santos, y en especial de Santa Margarita y Santa Catalina, las cuales le ordenaban que dejase sus rebaños, que se presentase al rey, le pidiese soldados y marchase a Orleáns a luchar contra los ingleses.  Le decían que allí debía permanecer dos años, durante los cuales ellas la asistirían y, transcurr

En la isla de Pico, es costumbre designar a los demonios con el nombre de "labregos".  Se cuenta que una vez, en la parroquia de Castello Branco vivía una vieja devota en una casita solitaria, cerca de un arroyo.  Esta anciana se sentía dominada por una extremada curiosidad de ver a los "labregos".  Era tal su deseo de conocerlos, que a menudo se lo pedía a Dios en sus oraciones. Una noche, cuando en hora ya avanzada, rezaba, como de costumbre, a la puerta de su casa, llegó un hombre, llevando un bastón y unas alpargatas y le pidió permiso para guardarlas en el interior de la casa.  La vieja accedió, complaciente, y el desconocido, después de dejarlas se marcó. Pasó algún tiempo, y el dueño de las alpargatas no aparecía.  La buena mujer no las movió del sitio donde las había dejado.  Quiso devolverlas, y contó lo sucedido a las gentes que habitaban los alrededores, pero nadie pudo dar razón de su dueño. Cuando habían pasado algunos meses, una noche e

Los padres de Cuchulainn fueron el dios del sol Lugh y Dechtire, esposa de un jefe del Ulster. Lugh se presentó ante Dechtire en un sueño la noche de su boda y convirtió a esta mujer y a cincuenta criadas en una bandada de pájaros. Luego las guió a un sitio encantado donde permanecieron tres años. Al regresar, Dechtire convenció a su marido mortal para que aceptara como propio el hijo que había tenido. El niño era Cuchulainn, que se convirtió en un apuesto joven de elevada estatura y alegría extraordinaria. En el campo de batalla, el aspecto de Cuchulainn sufría un cambio terrible, su cuerpo temblaba espantosamente, se le daban la vuelta los talones y las pantorrillas, un ojo se le hundía en la cabeza mientras el otro sobresalía enorme rojo en el pómulo; era capaz de sujetar la cabeza del adversario con sus mandíbulas; la cabellera se le erizaba como si fuese espino y en la punta de cada pelo aparecía una gota de sangre, y de su coronilla surgía una densa columna de sangre cua

Imagen de  Pete Linforth  en  Pixabay Un monstruo espantoso arrasaba el mundo. Parecía invencible, pues cada gota de sangre que perdía adquiría vida y se convertía en otros mil demonios dispuestos a luchar. Los dioses llamaron a Kali y le pidieron que matase a la bestia. La terrible divinidad se lanzó a la batalla, blandiendo velozmente su espada contra los mil demonios. En cuanto los mataba, se bebía su sangre y lamía las gotas antes de que pudieran tocar el suelo y engendrar más monstruos. Por fin, sólo quedó la bestia original, y Kali la mató de un solo tajo. Seguidamente se puso a bailar la danza de la muerte, cada vez más enloquecidamente, poniendo en peligro a la creación entera. Los dioses tuvieron miedo de que devastara al universo, he hicieron venir a su esposo Shiva le rogaron que interviniera para poner fin aquella danza de destrucción. Ni siquiera a Shiva hizo caso, por lo que, desesperado, se echó al suelo a sus pies, pero la diosa siguió bailando sobre su cu

El mito sugiere que Ulises fue hijo ilegítimo de Sísifo, fundador de la ciudad de Corinto. Sin duda, ello explicaría su agudeza, pues Sísifo era tan inteligente que burló con éxito a Tánato (la muerte) y a Hades, rey de los infiernos. De hecho, Ulises fue la cabeza pensante que organizó el asedio griego de Troya. Se le ocurrió engañar a los troyanos introduciendo en la ciudad, bajo la guisa de una ofrenda religiosa, un caballo de madera lleno de soldados griegos. La estrategia dio resultado y por fin los griegos pudieron ganar la guerra. Como Ulises ofendió a Posidón, dios del mar, tardó diez años en regresar a su país. Entre los sitios extraños que visitó figuran el país de los lotófagos; la isla de la maga Circe, que intentó convertir en cerdos a su tripulación; el país de los caníbales (lestrigones); las rocas ocupadas por las sirenas de voz dulce y la isla de la ninfa Calipso, de la que sólo él escapó. Disfrazado de mendigo, Ulises se presentó en palacio, donde cien

A Tlaloc se le representa como un negro con dientes semejantes a colmillos, ojeras y, a menudo, con un pergamino asomando de su boca. Las víctimas de sus enfermedades podían entrar en su reino (Halocan: el paraíso terrenal), donde nunca más volvían a experimentar la menor necesidad. Chalchiuhtlicue (la dama esmeralda), esposa de Tlaloc, dio a luz a una hueste de deidades de la lluvia llamadas tlalocs. Se decía que casi en cada colina vivía un tlaloc y todos los años se sacrificaban numerosos niños en honor tanto de esos dioses menores como del propio Tlaloc. En Tenochititlan, capital-isla de los aztecas, los sacerdotes preparaban las celebraciones de Tlaloc comprando a sus madres niños pequeños para el sacrificio. Si las madres lloraban durante la matanza ritual, los adoradores se regocijaban por la segura llegada de las lluvias (eso creían). Lo mismo que en otros ritos aztecas, la carne de las víctimas eran comida por los sacerdotes y los nobles, incluido el monarca. L

Se piensa en Ghede como en un hombre alto de chistera negra, largo frac negro y gafas oscuras. Está en las eternas encrucijadas, por las que las almas de los muertos pasan, camino del infierno. Su sabiduría procede de la información que recoge de los que han muerto. Ghede no sólo es señor de la muerte, sino también de la vida y, por tanto potente dios de la fertilidad, su falo aparece tallado junto a las herramientas de los sepultureros en la cámara subterránea consagrada a su culto. Sustenta a los vivos, aumenta su cantidad y resucita a los zombies, los cadáveres recién enterrados que los hechiceros roban de los cementerios para convertirlos en sus esclavos. Se cree que si un zombie toma alimentos aliñados con sal, retorna a su tumba o a una existencia previa.

En una de las casas de un pueblo, del Sobrarbe tenían un hijo algo mal trabajador, y muy revoltoso, además de bastante despistado; si hacía alguna cosa, de las pocas que conseguían que hiciese, la hacía al revés.  Su padre tan harto estaba que para desahogarse le decía: -Mal empleado el pan que te comes. -¡Ya estamos con el pan! -contestaba harto el muchacho. Llegó al sur de Sobrarbe un cura nuevo, cuando se cobraba por decir misa. Desde el lugar donde tenía la abadía, Lecina, a otro pueblo al que debía asistir religiosamente, Betorz, debía caminar más de una hora.  El mosén acordó con los pocos vecinos de este último lugar que las misas de los domingos eran gratis, pero las demás deberían pagarlas, excepto la misa de la fiesta del pueblo. En este lugar, como en la mayoría de los pueblos altoaragoneses, tenían dos fiestas, la grande y la pequeña, y de este detalle no se acordó con el cura. Llegó el día de la fiesta pequeña, y el cura, tras finalizar la celebración le pidi

En la epopeya de la creación "Enuma elis (Cuando en lo alto)", se cuenta cómo era el universo antes de que Tiamat muriera a manos de Marduk y se estableciera un nuevo orden mundial. al principio sólo la bruma se arremolinaba sobre las aguas mezcladas de Apsu y Tiamat. Entonces de la superficie se elevó la primera pareja, Lahmu y Lahamu, (posible significado "légamo"). La pareja dio a luz a los dioses que con el tiempo, molestaron a Apsu y a Tiamat con su alboroto. Ea, dios del agua, logró someter a Apsu mediante recursos mágicos, haciéndole caer en un sopor que mantuvo inmóviles las aguas dulces subterráneas, pero carecía de poderes para oponerse a la voluntad de Tiamat. Presa de la desesperación la asamblea de lo dioses apeló a Marduk, hijo de Ea. Como estaban convencidos de que ningún otro dios podía hacer frente a la dragona, le dieron absoluta autoridad de los cielos. Portando arcos y flechas, maza y una inmensa red, Marduk partió en su carro de torm