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Mostrando las entradas etiquetadas como ARAGÓN

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LA DULERA DE MARBORÉ #leyendas #aragon

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Érase una vez una ancianica muy pobre que vivía en el barrio de arriba, en Esmorés, ella solita, sin otra compañía que sus recuerdos de días ya muy lejanos y sin otros medios de vida que las cuatro perras que trabajosamente se ganaba llevando a pastar la dula, es decir las vacas del lugar que no subían al puerto. Había que verla con su palo de boj, sus albarcas gastadas, su sempiterno pañuelo sujetando la cabeza, defendiéndola del aire y el sol, y su exigua alforja con un corrusco de pan y un trozo de queso que ella misma se hacía cuando le regalaban alguna jarrita de leche. Aquella mañana de verano había madrugado más que de costumbre: las vacas apenas encontraban nada en el circo de Pineta y los prados de Lalarri ya los habían repasado otros rebaños.  Había que subir hasta Marboré en busca de la jugosa yerba que solamente se daba en su tasca.  Allí se quedaría unos días hasta que aflojase la calor.  Dormiría en la casucha refugio, bebería agua del arroyuelo y rezaría y cantaría. Aún

EL HOMBRE MUERTO DE GUARA #leyendas #aragon #amor #venganza

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Fragineto es la cabeza, con su nariz afilada por la muerte y que apunta al cielo.  El pico de Guara es el pecho.  Tiene las manos cruzadas sobre él, debajo del sudario blanco.  Vallemona, con su cuerpo estirado en el que destaca la tumergencia de las rodillas en el Cabezón de Guara. Majestuoso. Gabardón tenía dos hijas, orgullo de su vejez: Gabarda y Gabardiella.  Los tres vivían felices en su palacio de cristal, asomados a la vitalidad del Valle del Ara y de la Guarguera.  Allá abajo los pueblecicos parecían rebaños de corderos pastando por sus prados.  Más lejos, los picos del Pirineo se asomaban al mismo espectáculo y las nubes blanquísimas eran como pañuelos que se agitaban saludándolos desde la lejanía.  El mundo estaba bien hecho. Gabarda, la hija mayor, soñaba con correr mundo y conocer horizontes infinitos de la tierra en donde ninguna montaña se interpone a la vista hasta donde alcanza la mirada.  Y a esas llanuras de los Monegros quiso marchar y allá fue con la bendición de s

SANTA ELENA Y EL VALLE DE TENA #leyendas #aragon

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En Biescas, a la entrada del Valle de Tena, encima de un fortín militar, en desuso ya, se levanta la ermita de Santa Elena, desde donde se ve el congosto del Gállego . Sube todos los años hasta la ermita, la procesión "de las Cruces", por el camino viejo, a la orilla izquierda del río.   El tortuoso y empinado camino, a veces bordea casi el abismo, donde todavía quedan algunos vestigios de una calzada, quizá anterior a la incompleta dominación romana, en el Pirineo. Antes de llegar al "Puente del Diablo", en el Acrucifierro, los romeros se detienen junto a un pedrusco (con forma de rústica butaca)  a orillas del camino.  Pocas mujeres en la antigüedad latina han estado tan rodeadas de leyendas como Santa Elena, la esposa de Constancio Floro y madre del emperador Constantino el Grande.  Puso gran empeño en buscar la Cruz de Jesucristo, con la que su culto se la relaciona. Precisamente, excavando en el monte Calvario de Jerusalén encontraron muchas cruces, por ser el

EL FANTASMA DE CELINA #leyendas #aragon #madre

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Las fiestas y saraos en la casa palacio eran continuas.  De todas las ciudades venía lo más granado de la aristocracia.  El portero, con galones, guante blanco y librea, abría la portezuela del landó recién llegado para dar la bienvenida a la baronesa de Espés o a la marquesa de Saint Lary, acompañada de su esposo, y ayudarles a descender del carruaje. De un cabriolé, tirado por caballos preciosamente enjaezados, descendía luego, luciendo el último modelo de París, la condesa de Urgel escoltada por su obeso conde que la doblaba en años. Todo sucedió en aquél trágico atardecer de otoño.  Celina cerró cuidadosamente el piano cuando las doncellas le anunciaron que los niños estaban vestidos para el paseo.  Sus dedos nerviosos y afilados, habían repetido una vez más su partitura preferida, de Ravel, desde luego, la "pavana para una infanta difunta".  Se acercó casi de puntillas a la coqueta del rincón de la sala.  Derramó unas gotas de esencia de narciso en sus manos que luego fr

EL HERRERO DE SANFELICES #leyendas #aragon #españa

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Es un valle angosto y sombrío, flaqueado de abruptas laderas escalonadas por articas y dembas, y erizadas las márgenes de pinos. En la falda de la montaña y como si trepasen afanosas por escalar la cumbre, se desparraman las casucas de Sanfelices, con sus tejados de losas, y sus corralizas cercadas de adobes.  El valle se cierra hacia el Norte por la ingente mole del Puerto de Santa Orosia, y abajo, en lo  profundo, aprisionado entre las calizas lastras, se despeña el río Basa con incesantes murmullos. A orillas del río yacen las ruinas de un viejo caserón.  Sólo quedan vestigios de los recios paredones, y entre los escombros, aún se conservan los restos de una fragua. Los vecinos de Sanfelices contemplan estas ruinas con cierto recelo y temor, pues en ellas vivió un herrero, montañés, tan sagaz y ladino, que según una leyenda del país, engañó nada menos que al diablo. En los últimos días del siglo XVII, el tío Apolinar o el siñó Pulinario, como llamaban al herrero, frisaba en los cinc

EL PRIMER ALMOGÁVAR #leyendas #aragon

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  Los moros habían invadido España y el Reino de los Visigodos estaba condenado a muerte.  Eso era claro.  Los "hijos del desierto" avanzaban hacia el norte, rebasando el Duero, cruzaban el Ebro y continuaban conquistando el territorio cristiano. Los hombres eran acuchillados, las mujeres y los niños que no exterminaban, los esclavizaban.  La invasión avanzaba.  Los nobles que no habían huido a Francia, habían pactado con el enemigo.  Solo los pequeños núcleos de cristianos que se escondían en los montes de Asturias y del Pirineo resistían.  Nadie sabia por cuanto tiempo. En un pueblecito de nuestras montañas vivía Fortuño de Vizcarra.  Un joven fuerte como un roble y ágil como un sarrio.  Cuando salía de caza, pieza que veía podía darse por vencida. En medio de su pobreza vivía feliz porque con su esposa Gisberta tenía un hijo precioso, Martinico, rubio como las espigas del campo y que ya empezaba a corretear por las callejas del pueblo, persiguiendo a los gatos y tirando de