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Mostrando entradas de octubre, 2023

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LEYENDA DE MINERVA #GRECIA #sabiduría #envidia #cruel #paz

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Rendido Júpiter por los terribles dolores de cabeza que le atormentaban, pidió a Vulcano que les pusiese fin abriéndosela de un hachazo. Cuál no sería la sorpresa de los dioses cuando vieron que aparecía Minerva, ya de veinte años y con armadura de guerra.  Era lógico que aquella hija de Júpiter, nacida de su propia cabeza, fuera nombrada desde aquel momento "diosa de la sabiduría". Minerva inventó la escritura, la pintura y el bordado y se los enseñó a los humanos. Apadrinaba a sabios y artistas y gozaba de grandes atribuciones entre los dioses; manejaba el rayo y disponía a su capricho de la vida de los mortales. Minerva era hermosa y estaba muy orgullosa de su belleza y de su talento; miraba con gran recelo la hermosura de las demás mujeres y se esforzaba en ser la más atractiva del.  Odiaba a Venus, más aún desde que en el juicio del troyano París éste la había distinguido con la entrega de la manzana de oro, entre las aclamaciones de los dioses.  El dios del mar Orco, hi

LAS OREJAS DE LA LIEBRE #fábula #temor #verdad #jean_de_la_fontaine

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  Un animal cornudo hirió al León, que colérico, a fin de que no se repitiese el golpe, desterró de sus dominios a todos los brutos provistos de cuernos.  Carneros, cabras y toros echaron a correr en el acto; gansos y ciervos se expatriaron también; todos desaparecieron. Una Liebre, viendo en la sombra sus orejas, temió que algún inquisidor las tomase por cuernos: -¡Adiós, vecino! -le dijo al Grillo-, tengo que abandonar este país.  Ya veréis cómo al fin resulta que mis orejas son cuernos, y aunque las tuviese más cortas que el avestruz, lo mismo sería. -¿Por lobo me tomáis? -respondió el Grillo- Orejas y solo orejas son las vuestras. -Las tomarán por cuernos, -replicó el medroso animal- y por cuernos de los más terribles.  En vano protestaré, seré condenada y verás cómo me aprietan el gaznate.

EL HOMBRE Y EL ÍDOLO DE PALO #FÁBULA #JEANDELAFONTAINE #decepción

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Cierto pagano guardaba en su casa un ídolo de palo, uno de esos dioses que, aunque tienen buenas orejas, están más sordos que una tapia. Sin embargo, el pagano esperaba mucho de él, y no le costaba poco, porque todo eran ofrendas y votos y sacrificios de bueyes coronados de flores.  Jamás ídolo alguno recibió culto más suculento, sin que el pobre devoto alcanzase nunca herencia, tesoro encontrado, ganancia en el juego, ni beneficio alguno.   Por el contrario, tronara por donde tronase, siempre le llegaba la borrasca.  Lo pagaba su bolsa, pero no por eso se resentía la pitanza de la divinidad. Al fín y al cabo, se exasperó de no obtener nada, y cogiendo un hacha, hizo añicos al venerado simulacro, y lo encontró repleto de oro. "Cuando te trataba bien no me valiste ni un ochavo, (exclamó indignado).  Sal de mi casa; busca otros altares.  Semejas a aquellas gentes groseras y estúpidas, de las que no se puede sacar provecho más que a bastonazos.  Cuanto más te obsequiaba, más vacías t

EL CID CAMPEADOR #ESPAÑA #leyenda #lealtad #venganza

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  Imagen de  josdrac19710  en  Pixabay La historia comienza cuando el rey Alfonso VI exilia a El Cid siguiendo el consejo injusto de sus vasallos, al hacerle jurar, que no tuvo parte en el asesinato de su hermano Sancho, no solo una vez, sino tres veces.  Impertérrito, El Cid engaña a los prestamistas para que le entreguen 600 marcos, que utiliza para reunir su propio ejército, con el que derrota a los moros batalla tras batalla. Tomó Castejón y luego Alcocer, sin dejar de enviar presentes principescos al rey Alfonso quien, convencido por la generosidad y las grandes proezas militares del Cid, lo perdona y para compensar su error anterior, dispone el matrimonio de las dos hijas de El Cid, doña Elvira y doña Sol, con los infantes de Carrión.  Estos jóvenes son cobardes y pérfidos, cualidades que contrastan con la valentía y el heroísmo de El Cid, cuando se escapa el león de compañía de El Cid, los dos hermanos huyen a esconderse.  Más adelante durante una batalla, El Cid recibe

EL GALLO DE ORO #RUSIA #magia #guerra #tragedia #engaño

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Imagen de  ThankYouFantasyPictures  en  Pixabay Hace mucho tiempo, en un reino lejano vivía un zar muy poderoso llamado Dadón.  Poseía extensos dominios y era feliz entre su amado pueblo, al que gobernaba hábilmente, defendiéndolo de los ataques de sus enemigos.  Por todas partes salía el Zar vencedor, ocasionando a los monarcas vecinos terribles derrotas, por lo cual éstos le temían tanto, que sufrían en silencio todas las humillaciones. Así pasaron largos años; pero, al fin, no pudiendo Dadón soportar la carga del poder, porque su vista y su brazo se habían debilitado, se vio obligado a abandonar las guerras, retirándose del gobierno para hacer una vida más tranquila. Tan pronto como sus enemigos supieron que Dadón se había retirado, reunieron las tropas y se lanzaron al ataque, asolando las tierras del Zar de tal manera, que éste se vio obligado a tomar apresuradamente el mando del ejército y defender su reino. A pesar de esto, el Zar no podía vencer a sus enemigos.  Su

ISTAR Y LOS SIETE VELOS #LEYENDA #MESOPOTAMIA #indefension #inframundo #amor #sacrificio #invierno

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Imagen de  Shima Abedinzade  en  Pixabay Cuando Tamuz murió (el esposo de Istar), Istar siguió su cadáver hasta el inframundo, el reino de su rival, Ereshkigal, un lugar lúgubre donde los muertos se alimentaban de polvo, vestían plumas y aguardaban como siervos a la entrada. Unos muros macizos protegían ese inframundo de varias esferas, una dentro de otra, con portones sellados y guardias monstruosos. Istar no sólo tuvo que nombrar cada parte del portón y a quienes los guardaban, también tuvo que pagar para cruzar esos umbrales dimensionales. Una a una, se despojó de sus joyas y ornamentos como pago. Cuando Istar cruzo al fin las siete puertas y llegó al trono de Ereshkigal, estaba desnuda e indefensa, y sólo logró entrever a su amado esposo antes de ser asesinada. Su desaparición sublevó a la tierra. Nada crecía del suelo y ningún útero podía concebir. Istar, pese a estar locamente enamorada, no era ninguna necia. Había dejado dispuestos a sus fieles tenientes.