EL FRAILE Y LA MONJA #amor #pasion #desaparicion #Leyenda #Aragón #España
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Esta leyenda cuenta los amores entre un fraile y una monja. Los recuerdan, todavía hoy, dos esbeltas piedras ubicadas en el término de Bronchales, dos moles que parece que desean ascender al cielo, moles que poseen almas y hasta hay quien asegura que sueñan. Son conocidas con los nombres de El Fraile y La Monja.
Su historia es como sigue. Cerca de Albarracín, una vez cristianizados todos sus límites tras la ocupación árabe, se levantó un convento. En él encerraron a la fuerza unos padres a su hija, sin tener en cuenta sus deseos. Al convento llegó, en cierta ocasión un fraile, predicador de oficios. Tanta gracia tenía, tan bien hablaba y tanto calor desprendía su palabra que la novicia se enamoró de él.
El fraile también le correspondió, como no podía ser de otra manera siendo la joven como era tan apuesta. Y fue tal la pasión que prendió en sendos corazones que ambos decidieron fugarse, camino de tierras castellanas, donde nadie los reconociese y donde pudiesen saciar sus ansias amorosas.
Emprendieron, pues, la marcha, atravesando de noche las poblaciones de la contornada, evitando tropezarse con algún mortal que pudiera delatarles. Una terrible tormenta, sin embargo, los sorprendió poco antes de llegar a Bronchales. Venía acompañada de granizo. Para protegerse, los enamorados se refugiaron debajo de un copudo pino; y se abrazaron para calentarse.
Bajo el granizo y la ventisca, amparados en la base del pino el fraile y la monja se decían hermosas palabras y se susurraban galanteos. Así estaban, contentos y ensimismados, sin hacer caso a la ira mostrada por los cielos, cuando de pronto un rayo cayó sobre el árbol que les servía de refugio y los fulminó al instante, truncando para siempre sus esperanzas. Pero la pareja no murió del todo.
Quedó en la memoria de las generaciones venideras que se negaron a aceptar que los dos enamorados hubieran desaparecido para siempre. Según estas, los amantes se habían convertido en dos esbeltas piedras, esculpidas por la artista más diestra y más sensible de este mundo: la misma naturaleza, artífice de la conversión en piedra, o lo que es lo mismo, símbolo del amor eterno.
El pueblo también aportó su grano de arena a esta maravillosa historia. Para recordar a los enamorados inventó una canción. Su letra, que ha pasado de padres a hijos, como si de una valiosa herencia se tratara, dice así: “Un fraile y una monja/ venían de Noguera/ y al contemplar Bronchales se quedaron de piedra”.
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