EL TIO GORDO DE NOGUERA #crimen #arrepentimiento #Leyenda #Aragón
Imagen de Chakkree Chantakad en Pixabay
En la Sierra, no solo los nobles protagonizan leyendas. Lo hacen también otros personajes proverbiales, como el tío Gordo de Noguera. Aquel de quien cuentan que rondaba por entre los pinares de Bronchales; un individuo corpulento y de mala catadura; un sujeto despiadado que vivía del pillaje llevado a cabo sobre todos aquellos que osaban adentrarse en el bosque. Pero el tío Gordo no siempre había sido así.
Antes de convertirse en una bestia, era un pacífico y afable labriego que vivía felizmente en Noguera con su esposa. Hasta que esta situación cambió de repente; sin que nadie llegase a conocer la causa.
Posiblemente fuese una discusión, el caso es que de pronto el que había sido un modelo de virtudes hundió un cuchillo en el pecho de su mujer. Espantado por el crimen, huyó despavorido, buscando refugio en el bosque. Allí se convirtió en una alimaña sin sentimientos.
En los montes de Bronchales, además del Tío Gordo, habitaba un ermitaño, un ser bondadoso que alternaba el cuidado de un pequeño rebaño de cabras con la oración. Nadie sabe a ciencia cierta cómo coincidieron estos dos personajes de caracteres tan opuestos, como entraron en contacto. Lo cierto es que, en una ocasión, un vecino del pueblo descubrió a los dos departiendo, en conversación amigable y sosegada.
Entre la frondosidad del bosque, un milagro acababa de operarse, puesto que, desde aquel mismo día, el Tío Gordo cambió de vida. Ya nunca más hizo mal a nadie, ni ocasionó desgracia alguna.
Pero a pesar del cambio, el Tío Gordo siguió viviendo en medio de la soledad, oculto en la maleza, apartado de los hombres. Cuentan que, tras el encuentro con el ermitaño, se dedicó a construir una larga cadena de madera y una cruz.
Una noche fría de invierno, sobre la nieve de la serranía, unos leñadores encontraron huellas de pisadas de hombre, huellas que descendían hasta la localidad cercana de Noguera. Las pisadas atravesaban el pueblo y se adentraban en el cementerio. A la mañana siguiente, los vecinos contemplaron como una gran cruz, unida a unos gruesos eslabones de madera, rodeaba la sepultura de la mujer del Tío Gordo.
Sobre la cruz estaba grabada una palabra: ARREPENTIMIENTO. Desde entonces, nadie supo más de este extraño personaje. Solo una fuente, la del tío Mantecas, en Orihuela, recuerda en la sierra a este personaje proverbial.
Comentarios
Publicar un comentario