EL REY WAMBA #buscar #arar #rey #Leyenda #España
Había muerto el rey godo Recesvindo sin sucesión, en el año 672, quedaba vacante el trono de Castilla. Numerosos eran los aspirantes al reino, aun a costa de perder su vida, como les había ocurrido a todos los anteriores reyes, que morían asesinados por su sucesor.
El Santo Padre que regía la Iglesia de Roma, para evitar que se repitieran estos hechos vergonzosos, rogó al Altísimo que le revelase su voluntad divina para la elección del rey de España. Dios escuchó la oración del Pastor de la Iglesia, y le hizo saber que el "rey de Castilla se llamaría Wamba y que le encontrarían arando cerca de Andalucía". Podrían conocerle porque su yunta estaba formada por un buey blanco y cereño y el otro prieto.
Uno de los grupos, después de recorrer todo el término de una villa, se volvía desalentado y triste de sus inútiles andanzas, con las que sólo habían logrado fatigarse. Vieron venir por el alto de una cañada, a una hermosa dueña con un canasto al hombro; acortaron el paso para esperarla, diciendo: "Preguntemos a esta aldeana, que tal vez ella pueda orientarnos en nuestra búsqueda".
Cuando ya estaba cerca de ellos, vieron que se subía a una pequeña loma y desde ella gritaba: "Wamba, venid a comer, que ya es mediodía".
Los soldados godos, al oírlo, corrieron a su encuentro y de rodillas ante el labrador, decían: "Permitidnos, rey Wamba, que os besemos las manos con amor y cortesía". Comprobaron luego que el color de la yunta también coincidía con la revelación. Wamba, alarmado, creyendo que iban a prenderle y que se reían de él, les preguntaba la causa de su actitud, pidiendo que se lo aclarasen. Los godos le tranquilizaron: "No os alarméis, Majestad; venimos a anunciaros que habéis de ser Rey de Castilla, pues el Santo Padre de Roma ha tenido una revelación divina de que el nuevo Rey será Wamba".
Luego, Wamba, que era poco ambicioso, quedó desconcertado y dudoso, sin grandes deseos de empuñar el cetro, sintiendo dejar aquella vida, para él adorable, de paz y bienestar, y clavando su vara en tierra dijo, con firmeza "Cuando esta vara florezca, yo seré rey de España".
No había terminado de decirlo cuando su vara se cubrió milagrosamente de bellas flores, y él, que era profundamente religioso, conociendo en ello los designios de Dios, se dejó conducir junto con su esposa, ante la presencia del Consejo del Reino, dispuesto a sacrificarse por el bien de su patria, y encargarse de los asuntos del Estado, renunciando a su vida de tranquilidad y sosiego. Allí fue coronado rey de Castilla, y su esposa reina consorte. Y con gran acierto supo regir los destinos de España, demostrando entereza y audacia.
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