" LEYENDAS DE ESPAÑA Y DEL MUNDO"

Imagen de  ThankYouFantasyPictures  en  Pixabay Hace mucho tiempo, en un reino lejano vivía un zar muy poderoso llamado Dadón.  Poseía extensos dominios y era feliz entre su amado pueblo, al que gobernaba hábilmente, defendiéndolo de los ataques de sus enemigos.  Por todas partes salía el Zar vencedor, ocasionando a los monarcas vecinos terribles derrotas, por lo cual éstos le temían tanto, que sufrían en silencio todas las humillaciones. Así pasaron largos años; pero, al fin, no pudiendo Dadón soportar la carga del poder, porque su vista y su brazo se habían debilitado, se vio obligado a abandonar las guerras, retirándose del gobierno para hacer una vida más tranquila. Tan pronto como sus enemigos supieron que Dadón se había retirado, reunieron las tropas y se lanzaron al ataque, asolando las tierras del Zar de tal manera, que éste se vio obligado a tomar apresuradamente el mando del ejército y defender su reino. A pesar de esto, el Zar no podía vencer a sus enemigos.  Su

Imagen de  Shima Abedinzade  en  Pixabay Cuando Tamuz murió (el esposo de Istar), Istar siguió su cadáver hasta el inframundo, el reino de su rival, Ereshkigal, un lugar lúgubre donde los muertos se alimentaban de polvo, vestían plumas y aguardaban como siervos a la entrada. Unos muros macizos protegían ese inframundo de varias esferas, una dentro de otra, con portones sellados y guardias monstruosos. Istar no sólo tuvo que nombrar cada parte del portón y a quienes los guardaban, también tuvo que pagar para cruzar esos umbrales dimensionales. Una a una, se despojó de sus joyas y ornamentos como pago. Cuando Istar cruzo al fin las siete puertas y llegó al trono de Ereshkigal, estaba desnuda e indefensa, y sólo logró entrever a su amado esposo antes de ser asesinada. Su desaparición sublevó a la tierra. Nada crecía del suelo y ningún útero podía concebir. Istar, pese a estar locamente enamorada, no era ninguna necia. Había dejado dispuestos a sus fieles tenientes.

Imagen de  Jörg Peter  en  Pixabay Rewal, el hijo del rey Reva, gobernaba el reino de Mandi. Tenía pocos enemigos. El que le causaba mayor dolor era Yaksha, que vivía en el oscuro bosque, Naina Dhar. Yaksha causó muchos problemas a Rewal, entre ellos arrastrarlo a batallas. Desgraciadamente, por miedo, Rewal perdió su reino en manos de Yaksha. Entonces se convirtió en un vagabundo errante y, gracias a la meditación, vivió durante mucho tiempo, deambulando de un sitio a otro. El gugú sil Gobind Singh (1675-1708), décimo y último gurú llegó a Mandi al mismo tiempo que el raja Ajmer Chand del reino de Bilaspur, se estaba instalando en el lugar, en algún momento del siglo XVII. En esta ocasión todos los rajás de los 22 estados que ocupaban las colinas colindantes, desde Garwal hasta Chamba, se reunieron. Dado el temor que sentían por la tiranía del emperador musulmán, decidieron reunirse con el gurú Gobind Singh. El gran gurú estableció la orden sij, la Khalsa, form

Imagen de  James Chan  en  Pixabay Allá, muy lejos, en Monomotapa, había dos Amigos verdaderos.  Todo lo que poseían era común entre ellos.  Esos son amigos no los de nuestro país. Una noche en que ambos descansaban, aprovechando la ausencia del sol, uno de ellos se levanta de la cama todo azorado; corre a casa de su compañero, llama a los criados: Morfeo reinaba en aquella mansión. El amigo dormido despierta sobresaltado, toma la bolsa, toma las armas, y sale en busca del otro. -¿Qué te pasa? -le pregunta- No acostumbráis a ir por el mundo a estas horas; empleáis mejor el tiempo destinado al sueño.  ¿Habéis perdido al juego vuestro caudal?  Aquí tenéis otro.  ¿Tenéis algún lance pendiente?  Llevo la espada, vamos.  -No -contestó el Amigo- no es nada de eso.  Soñaba; os veía, y me pareció que estabais algo triste.  Temí que fuese verdad, y vine corriendo.  Ese pícaro ensueño tiene la culpa. ¿Cuál de estos dos Amigos era más amigo del otro? He ahí la cuestión que vale la pena de dilucid

Imagen de  Yves  en  Pixabay Entre las leyendas de los caballeros de la Mesa Redonda, están la de Culhwch y su galanteo con Olewn, la de Tristán y su triste amor con Isolda, la de Boores el verdadero, la del gentil Pelles y muchas otras de la corte de Camelot, pero entre todos estos caballeros el mejor fue Lanzarote del Lago, o el caballero del Lago. Fue criado y educado por la Dama del Lago, tras la muerte de su padre. Las hazañas de Lanzarote fueron tales que nadie podía derrotarlo, y lo único que superó su lealtad hacia Arturo, fue su amor por Ginebra, que al final haría caer Mamelot y todo lo que representaba. Es la aparición de Lanzarote en los mitos artúricos, más que la de cualquier otro personaje la que pone de relieve el cambio a lo largo del tiempo de los valores de un rey guerrero a los del romance y la caballería. Le hace grande, su pureza.

Imagen de  Jean-Louis SERVAIS  en  Pixabay Entre los pigmeos se cuenta una historia sobre el primer hombre, Efé. El dios creador colocó a Efé en la tierra, pero lo llamó a los cielos para cazar. Lo izó de la selva con una liana que adorna los altos árboles. Efé atravesó los cielos hasta que encontró y mató a un elefante cuyos colmillos tenían el tamaño de árboles. Todo el mundo estaba contento, especialmente las mujeres, y lo celebraron por todo lo alto. Al final, el dios envió a Efé de regreso a su selva, donde nadie lo reconoció, aunque despertaba temor por las lanzas que llevaba. Al cabo de un tiempo, el hermano de Efé lo reconoció y le preguntó por qué se había ausentado tanto tiempo. Efé le habló del padre de los cielos, y de los regalos, incluidas las lanzas que le había enviado. Ante tal descubrimiento se armó un gran alboroto, al que siguió una celebración. Otra vez, Efé atravesó una gran extensión de agua en una barca, otros hablan de lejanas tierras hela

Imagen de  WikiImages  en  Pixabay En los Clásicos , son típicas las historias sobre los Reyes Sabios fundadores de China, descubiertas en el Libro de Historia. Hace unos 5.000 años, hubo Tres Reyes soberanos llamados Fu Xi, Shen Nong y Huang Di (el emperador Amarillo). Inventaron, respectivamente, la escritura, la agricultura y el calendario, todos rasgos fundamentales de la civilización china. No hay pruebas históricas de la existencia de estos individuos pero en algún momento del tercer milenio a. de C. quizá antes, surgieron sin duda estos tres inventos básicos. Seguramente fueron evolucionando, más que invenciones de individuos, pero marcaron el inicio de la civilización en el sentido estricto, en China, siendo "héroes culturales". Año Nuevo Tras los Tres Soberanos llegaron los Cinco Emperadores, y los dos últimos, Yao y Shun, fueron los dos primeros de los Tres Reyes Sabios que fundaron el Imperio chino. Yao escogió a Shun como sucesor cuando sup