Translate

EL TESORO DE LA BRUJA #leyenda #brujas #aragon

 



LA VIEJA Y SU TESORO

Hilaba la vieja. bailaba la rueca con su mano temblona, y sus ojos escondidos en lo más profundo de sus cuencas, avizoraban inquietos como ave rapiñera que siente los pasos del cazador que la persigue.

Hilaba la vieja sentada junto a la puerta, la puerta de su casuca, miserable, la última del pueblo, la primera del campo, aislada de todas, lazareto de la hechicería, aquelarre imaginario de las brujas de la comarca.

Pasaban los vecinos por delante de la casuca, signábanse, runruneaban una oración, volvían la cabeza.  Seguía la vieja hilando; en su silla baja, en su silla de esparto, guardaba su puerta, vomitaba por sus ojillos miradas de desprecio, y los copos de lino se deslizaban entre sus dedos amarillos como marfil añoso.


El sol, que no temía sortilegios, visitaba a la vieja muchos días.  ¡Bendito sol!  ¡Y cómo reía dibujando la silueta de la vieja sobre el sucio enjabelgado del muro!

Ya le alargaba la nariz, ya deformaba la rueca, ya recortaba todo el perfil del rostro pintando muecas horribles o grotescas, que hacían huir a una lagartija, dueña y señora de la vecina grieta.

Pero el sol era compasivo, y pagaba la diversión con largueza, calentando por unas horas los miembros ateridos de la tía Marizápalos.



No se llamaba así la vieja.  Habíanle bautizado de este modo la malicia y la ignorancia del lugar, dos madrinas que se encargan de sacar de pila a una mujer por lo menos en cada aldea, en cada pueblo.

En el pueblo de nuestra historia, que colgaba como un nido de águilas de los picos del Pirineo, le tocó el sambenito a la tía Marizápalos.  ¿Por qué era bruja?  ¿Acaso porque era vieja?  ¿Acaso porque era pobre?  No, llevaba fama de rica, como llevaba fama de bruja.  De sus años nadie se cuidaba.  Ningún vecino había visto sus brujerías, pero no importaba, era bruja, todos lo decían, sus hechizos sentíanlos en los hogares.  ¿Qué daño no había de que no se la hiciera responsable?

La vieja no abandonaba nunca la puerta de su casa.  De rato en rato levantaba la cabeza para lanzar como graznido de ave agorera algunas palabras:

-¡Maruja!

-¿Qué, madre? -se oía responder dentro de la casa por una voz aniñada.


Era la hija de la tía Marizápalos que andaba por las habitaciones.  Porque la tía Marizápalos tenía una hija, rubia como las espigas abrileñas, blanca como la nieve de las cimas, hermosa como lucero que rutila a hora vesperal.

Y la vieja volvía a llamarla:

-¡Maruja!  ¿Pusiste la olla al fuego?

-Si, madre.

Y pasaba un momento y la vieja tornaba:

-¡Maruja!  Cuida que el gato no te atrape los bofes.

-Bien, madre; no sea cansada, no me deja parar un momento.

La tía Marizápalos llamaba a su hija repetidamente sólo por estar segura de que Maruja estaba dentro de la casa y no había volado por la chimenea o se le había alllevado algún encantador invisible; porque la vieja pasaba el día hilando junto a la puerta para que nadie se acercara a la casa.  Tenía miedo de que le robaran a su tesoro; su tesoro era la niña, de ojos azules y profundos como noche sin luna.


Escondido tenía su tesoro, medrosa andaba la vieja de que miradas profanas pudieran codiciar su reliquia, y muy holgada de la fama que las gentes le habían puesto de hechicera y por la que huían todos de su trato y de su hogar.

Pocos, muy pocos hombres de la aldea podían hacer alarde de haber contemplado el rostro peregrino de la muchacha.


A la hora de queda, cuando los mozos volvían de sus tablares o de la dula, la vieja gritaba todas las tardes:

-¡Maruja!  Cierra bien la ventana, no te asomes...  Vienen hombres y querrán matarte...  Ellos dicen que eres la hija de la bruja, cierra bien la ventana.

Y todas las tardes también, allá en el recodo de la carretera, como una banda de golondrinas chilladoras, aparecía un tropel de rapazuelos que al salir de la escuela no sabía dispersarse sin hacer víctima a la vieja, a cierta distancia, de sus endiabladas jugarretas.

-¡Eh!  ¡Que baile la bruja!

-¡Tía lechuza!

-¡Ladrona!

-¡Chupa cirios!

Pronto las chinas del camino volaban por el aire y rebotaban en las maderas de las ventanas de la casuca.  La vieja recogía apresuradamente la rueca, metía la silla en el portal, gritaba desesperadamente.:

-¡Granujas!  ¡Hi de mala entraña!  ¡El diablo os lleve!  ¡Queréis robarme mi tesoro!  ¡No se ha hecho para puercos!

Oíase atrancar la puerta, correr los chicos. y luego, todo quedaba en silencio.



EL AMOR VELA

Pocas personas del pueblo conocían de vista a Maruja, que había crecido como un lirio entre dañosos espinos; pero entre esas pocas personas, una de ellas conocíala más de lo que conviniera a la tía Maarizápalos.

Era esta persona Lorenzo, a quien llamaban Maquila, por ser hijo del dueño del otro molino, que, al extremo del pueblo, escuchaba el canto amoroso de las aguas que por la azuda saltaban.

Mozo templado era el Lorenzo, de servir al rey volvía, y todas las doncellas del lugar, y aún muchas que no lo eran, en él tenían puestos sus ojos.  Por los de su alma habíase metido toda entera la hermosura de Maruja, cierto día que acertara a verla junto al río, cuando menos sospechara la vieja que el enemigo le acechaba el tesoro, y desde aquel momento las muchas malicias que corriendo mundos espabilaron su ingenio, diéroanle arte para hablar con la niña burlando el receloso espionaje de la madre.

Aquella noche, como todas, con la ligereza de un gamo, viose encaramarse un cuerpo por las bardas del corral de la casucha de la tía Marizápalos.  La tapia no era alta, ni tampoco la casa, y con facilidad Lorenzo pudo de un brinco sentarse sobre una pira de haces de leña, que al pie de la ventana había colocado mañosamente el cariño de su amada.


¿Por qué la vieja, tan vigilante de día, era tan confiada en las horas de las tinieblas, protectoras de los enamorados?

Es que no hay Aquiles que no tenga su talón débil y la madre de Maruja, después de atrancar las puertas y ventanas rociaba la cena con deliciosos tragos de lo tinto, que obligaban a su hija las más de las noches a depositarla sobre el lecho como un costal de paja, y aquellos eran los instantes que Maruja y Lorenzo aprovechaban para contarse sus quereres.

-¿Duerme? -se oyó en voz baja decir al mozo cuando la niña asomó cautelosamente por la ventana.

-Está como una cesta, ha empinado como ningún día.

-Y tú, ¿estás en lo que hablamos anoche? -preguntó el galán.

-¡Si tú no te has arrepentido! -replicó la linda enamorada.

-No, ¡estoy decidido, suceda lo que suceda, mañana mismo dejarás de ser víctima de la bruja!

-¿No me engañas?

-¡Engañarte queriéndo

te con toda el alma!

-¿Y no te pesará después?  ¿No sabes que soy la hija de la bruja, que nadie nos quiere en el lugar, que todos se apartarán de ti como de nosotras se apartan?

-¡Y dudas un momento de mi cariño!  ¡Maruja!  ¿Y a mí me importa de los demás?  Mañana a estas horas estaremos muy lejos de la aldea, no faltará en el mundo un rincón donde podamos ser felices.

-¡Lorenzo!

-¡Maruja!

-Calla... bajemos más la voz.  Vas a saber cómo correspondo yo a tu querer; lo que jamás te había dicho quiero decírtelo en este momento... la tía Marizápalos no es mi madre.

-¿Qué dices? -exclamó Lorenzo sorprendido.


-No, no es mi madre, considera pues el gozo  que me causará abandonarla.

-Entonces...

-Una persona de la ciudad me confió al cuidado de la tía Marizápalos apenas nacer; parece que esa persona prometió a la vieja que si cuando volviera a recogerme me devolvía doncella como doncella me había entregado, le llenaría el arcón de monedas de oro.  Por eso me llama su tesoro, por eso me esconde a las miradas de los hombres...

-¿Y tú cómo has sabido?

-En uno de esos momentos de embriaguez le pude ir sacando poco a poco la verdad de todo.  Desde aquel día cada vez me repugna más vivir a su lado, ¡si vieras slo que sufro!

-Mañana acabarán tus penas...  Déjame, me marcho, tengo un pensamiento... pero... no, no, mañana.  Ya sabes, en cuanto escuches mis pasos, te preparas.  Por esta misma ventana te podrás deslizar con facilidad, yo meteré le caballo dentro del corral, mis brazos te aguardarán, ¡Adiós!

-¡Adios, Lorenzo!

Se cerró la ventana y el mozo saltó a la tapia y de la tapia a la carretera por donde se internó en el pueblo con paso apresurado.




LOS PLANES DE LORENZO

Entró Lorenzo por una callejuela empinada, estrecha, solitaria.  En toda ella reinaba la más absoluta obscuridad; sólo por los resquicios de una puerta pequña y vieja se veía una luz mortecina.

Empujó Lorenzo la puerta y bajó los tres peldaños que detrás de la puerta había.  Se encontraba en la bodega del tío Cutio.

Un candil colgado del vasar iluminaba parte del mostrador, media docena de bocoyes arrimados a un ángulo y las primeras mesas de mugriento pino.  El resto de la estancia quedaba en una penumbra discreta.  Habíanse ya marchado los bebedores habituales, pero todavía flotaba junto al techo la densa humareda de los cigarros consumidos y se respiraba mezclado con el olor del vinazo, el de los mil alientos impuros de los que habían pasado allí la velada.

La señá Cinta, la mujer del tabernero, una montañesa hombruna y voluminosa, roncaba echada de bruces sobre el mostrador, y al fondo del bodegón se oía bostezar a dos hombres sentados a una mesa, que mataban su aburrimeinto resobando un porrón de vidrio verde.


Estos hombres eran conocidos por los significativos apodos de el Ruche y el Zoque, dos mocetones muy amigos de Lorenzo, a los que se dirigió sin vacilar, porque allí los había  citado para acabar de ponerse de acuerdo sobre un asunto que ya tenía concertado; la ayuda que le prestarían a la noche siguiente para apoderarse de Maruja y llevarla hasta el vecino pueblo de Pedrajosa, donde sorprenderían al cura parróco cuando terminase de decir la misa y recibiendo su bendición quedarían casados.  El Zoque y el Ruche además de proteger el rapto servirían de testigos para la ceremonía.  Las cosas había que hacerlas con toda formalidad, y no quería Lorenzo que por peseta más o menos o por trámite olvidado pudieran después arrancarle de entre sus brazos a su Maruja.

Este había sido el proyectio de Lorenzo hasta aquella noche.  La entrevista que acababa de tener con su novia le hizo concebir otro muy distinto y de consecuencias más peligrosas.  El odio que sentía por la vieja habíase acrecentado al saber que no era madre de la niña, desbordándose por su corazón como un río caudaloso que salta del cauce sin respetar lindes ni plantíos, avasallándolos todo con su furiosa embestida.

Cuando llegó junto a sus amigos, éstos recibiéronle rezongando.

-¡Retaco, Maquila!  ¡Como hay Dios que te das prisa!

-¡Qué! ¿s'ha evaporau ya todo?

Lorenzo sintió cierta vacilación antes  de exponer su nuevo proyecto a los camaradas.  Tuvo miedo, aún conociendo lo muy brutos que eran de que no quisieran seguirle y se desbaratasen sus planes de venganza.  Sentándose, comenzó diciendo:

-No se trata ya de ir a Pedrajosa.

-¿Y pa eso nos has dau esta esperadica, repuño? -gruñó el Ruche.

-¡Calla bestia!  ¿Nos escucha la Cinta?

-¿No oyes como sopla?  -observó el Zoque.

-Bueno.  Pues ahora os voy a decir una cosa que no sabéis..  La tía Marizápalos no es madre de Maruja...

-¡Eh! -exclamaron los dos mozos.


.¡Chitón!  No, no es su madre; y ahora he pensado que le vamos a hacer pagar juntas todas las perrerías que le ha hecho a la chica, y a todo  el vecindario del lugar.  ¿Estáis dispuestos a pegarle fuego a la casa una vez que hayamos sacado a Maruja?  En el corral hay un montón de leña que ni de propósito...

-¿Pero?

-Sabéis que no ha de sentirlo nadie en el pueblo.  En cuanto a nosotros en vez de ir a Pedrajosa pasaremos la frontera y una vez en Francia nos embarcaremos para Argel, tengo allí amigos que nos proporcionarán modo de vivir.  Después de todo aquí os estáis comiendo los codos de hambre;  y para el camino no faltará dinero.

-Demoche y qué ideicas se te ocurren.  ¡Quemar a la vieja como a una sargantana!

-Yo estoy a lo que quieras; a mí no se m'arruga el ombligo por nada! -dijo el Zoque.

-Pues a mí menos -añadió el Ruche-  ¿Dónde nos juntaremos?

-Detrás del molino.

Salieron del bodegón sin que se apercibiera la tía Cinta que seguía durmiendo de bruces en el mostrador, y calle abajo, antes de separarse, convinieron los últimos detalles para asegurar el golpe que intentaban, y por el que habían venido a un acuerdo el amor y el odio del uno con la misería y la bestialidad de los otros.


EL RAPTO

El pueblo dormía.  La noche sin luna, negra, borrascosa, era favorable al desalmado proyecto de Lorenzo.  El aire con violencia de huracán cimbreaba las casucas del lugar, entraba y salía por los callejones silbando, gruñendo, armando ruido espantoso, y libre en el campo, bramaba con voz estentórea no permitiendo distinguir ninguna clase de sonido.

Los tres amigos llegaron cautelosamente a casa de la tía Marizápalos, llevando cada uno un caballo de la brida.  



El Zoque saltó la tapia y una vez dentro del corral abrió fácilmente la puerta por la cual internóse Lorenzo montando en su caballo.  El Ruche quedó fuera guardando las otras dos monturas y para estar en acecho.

Al momento se vio abrir la ventana y una ligera, casi imperceptible tos, denunció la presencia de Maruja.

El Zoque subió sobre la pira de leña, cogió entre sus membrudos brazos a la niña, que ya tenía medio cuerpo fuera, envuelto todo él hasta la cabeza en un negro mantón, y como una pluma la transportó a la grupa del caballo de Lorenzo.  Este picó espuela y sin abrir la boca, muy ufano de su preciosa carga, hizo salir a la bestia galopando carretera adelante.

La primera parte se realizaba sin obstáculo alguno.  Para asegurar el éxito de lo que faltaba, el Zoque distribruyó lo mejor que pudo los haces de leña junto a la pared y en un instante les prendió fuego por dos o tres puntos.

Después salió del corral y uniéndose a su compañero monto cada uno en su cabalgadura y arrearon de dirme para dar alcance a Lorenzo, que les llevaba buena delantera.

El enamorado doncel en cuanto se alejó un poco de la casa comenzó a dirigir a la raptada frases cariñosas, pero la niña no contestaba palabra. Sin duda la emoción embargaba por completo su alma, y así lo debió comprender Lorenzo que no le hizo ningún reproche, y se contentó con sentirse cada vez más estrechado por los brazos de su cortejo.

Además la necesidad de poner pronto tierra de por medio no permitía entretenerse en ternezas, tiempo habría para todo.


Un cuarto de hora llevarían galopando, cuando empezaron a oír a sus espaldas las pisadas de los otros caballos, que momentos después les daban alcanca.

Entonces una carcajada estridente repercutió en las peñas del paisaje abrupto por donde la carretera se desarrollaba.

Lorenzo sintió que se le helaba la sangre en las venas.  Enfrenó violentamente el corcel y al empinarse éste sobre las patas traseras, saltó de la grupa al camino la mujer que en ella cabalgaba, que no era Maruja, sino la propia tía Marizápalos.

Una vez en el suelo la vieja, comenzó a arrojar por su boca rasgada mil improperios contra los tres hombres, mezclados de las más groseras burlas.

-¡Bandidos!  Creíais que me iba a dejar robar mi tesoro.  ¡Ja... ja... ja!  No ha nacido aún el guapo que ha de engañar a la tía Marizápalos.  ¡Coscones!  Cuando vosotros vais yo vuelvo.  Y tú, sinvergüenza de Maquila, ¡quita allá! ya ves como la bruja se ríe en tus propios bigotes.


Los tres jinetes habían quedado clavados en tierra; su asombro no tenía límites y les secuestraba toda acción.  Por fín Lorenzo exclamó acordándose de que la casa estaría ardiendo por los cuatro costados:

-¿Pero qué ha hecho usted de Maruja, vieja del diablo?

-¿Maruja?  No se escapará, no, lbien atada la he dejado en su catre.

-¡Dios mío, que horror!  ¡Va a perecer abrasada entre las llamas!

Al comprender la tía Marizápalos lo que sucedía, ella que no había querido otra cosa que burlarse de Lorenzo y que estaba segura que la mayor venganza sería darle una paliza, com enzó a gritar.

-¿Me habéis quemado la casa?  ¡Asesinos!

Lorenzo echó pie a tierra y en un arrebato de ira, cogiendo a la vieja entre sus manos, y la djo caer en un precipicio:

-¡Calla, maldita bruja!  Tus huesos no merecen otra sepultura.




Del fondo del barranco, subió un lamento confundido con el rido del cuerpo al rebotar dos o tres veces contra las rocas.




RAFAEL PAMPLONA ESCUDERO







Comentarios

Entradas populares de este blog

LA INDIA EMBIJADA (PINTADA) #LEYENDA #COLOMBIA #traición #castigo

EL HOMBRE QUE PERDIÓ SU SOMBRA #leyenda #españa #demonio #sacerdote #sacrificio

LA PENITENCIA DEL OBISPO ACUÑA #recinto #sagrado #procesion #Leyenda #España #Toledo