LA FLOR DE LA CUEVA #Leyenda #España #Cantabria #encantada #tiempo #padre
Cerca de Santander vivía un mozo, de oficio leñador, llamado Antonio, que estaba enamorado de Rosaura, una bella muchacha de su misma aldea, con la que iba a casarse pronto. Tuvo el leñador que subir a cortar unos árboles a la cumbre del monte Ucieda. Cuando llegó a la cima comenzó a dar hachazos en el tronco de un árbol, pero oyó que salían de él unos quejidos lastimeros que hicieron palidecer al mozo.
Horrorizado, suspendió su trabajo pero cuando volvió, el árbol se quejaba como una persona. Ya iba a empezar a correr despavorido, cuando oyó una voz que salía del árbol y le decía:
-Yo soy una doncella encantada. Te daré fabulosas riquezas si vas al remanso del río y golpeas el agua con un palo hasta que salga una ánjana; ella te dirá lo que debes hacer para desencantarme.
El mozo corrió al pueblo a contar a su novia lo ocurrido, y ella le aconsejó que debía desencantar a la doncella, con lo que podrían hacerse ricos, y vivir felices. El leñador fue al remanso del río de la Hoz de Santa Lucía, y con un palo golpeó las aguas; éstas se abrieron al momento, surgiendo de ellas una bellísima anjana de grandes y soñadores ojos azules. El mozo, muy aturdido ante aquella hermosura, le explico lo sucedido en el monte, y la ánjana, que estaba sentada sobre las aguas, después de escucharle, replicó:
-Entra en la cueva del monte Ucieda, busca allí una flor muy brillante, y me la traes; yo te diré lo que debes hacer con ella para desencantar a la doncella.
En cuatro zancadas llegó a la entrada de la cueva, conocida por todos aquellos aldeanos; todos saben su gran profundidad, que llega hasta Bárcenamayor. Antonio entró en ella decidido, buscando la flor brillante; a medida que se alejaba de la entrada, aumentaba la oscuridad, llegando a verse envuelto en tinieblas y desorientado, sin saber a dónde dirigirse, a tientas, siguió caminando en busca de la flor, que no aparecía. Rendido por la fatiga se tumbó en el suelo, sin ver la más pequeña luz. Perdida ya la esperanza por encontrarla, se decidió a salir de allí y volvió sobre sus pasos, pero encontró el camino bifurcado y no sabía cuál tomar. Siguió uno de ellos, sin dar con la salida.
Pronto se dio cuenta de que estaba perdido en un complicado laberinto. Enloquecido, quiso gritar y pedir auxilio, pero sólo le respondía el eco de su voz lastimera. De nuevo buscó con ansia la flor que quizá le ayudara a alcanzar la salida. Nada brillaba a su alrededor.
Notó que sus barbas y cabellos le habían crecido y que su ropa estaba destrozada; tuvo que tirar sus viejas abarcas y caminar descalzo hasta llagarse los pies. No sentía ni hambre ni sed, y seguía buscando la entrada o la salida de la fatídica cueva.
Rendido por el sueño, se durmió, y soñó que su novia se había casado con un mozo de Ruente que la pretendía desde hacía tiempo. Al despertar sintió dolor y desesperación por salir de aquellos caminos subterráneos. La barba y los cabellos le pasaban ya de la rodilla, sus fuerzas estaban agotadas pero él seguía buscando la flor. Por fin, cuando ya sus cabellos le llegaban al suelo, la encontró y con ella en la mano, halló inmediatamente la salida.
Se dirigió a la casa de sus padres llamó en la puerta,, pero le salió a abrir un desconocido, que al decirle que era su casa, le creyó loco, y echándole fuera, cerró bien la puerta. Se fue entonces a casa de su novia, y salió a abrirle una ancianita. Él creyó que sería su suegra, dijo:
-Quiero ver a Rosaura, mi prometida, dile que salga.
Pero aquella anciana era Rosaura, que , tomándole por un borracho le echó de malas maneras. Creyó que enloquecía, y echó a correr por las calles del pueblo, pero cayó en medio de una calleja. Le vio caer una viejecita y acudió en su ayuda.
Le llevó a su casa y le dejó dormir en el pajar. Al día siguiente fue a cuidarle el hijo de la anciana, le cortó los cabellos y le prestó unas ropas. Ya más aliviado, pudo llegarse hasta el remanso del río y golpeó las aguas hasta que salió la ánjana y le entregó la flor brillante. Ella le dijo:
-Justo castigo has recibido por el daño que hiciste a aquella moza a quien burlaste.
La ánjana desapareció. Entonces recordó con gran pesar que antes de Rosaura había tenido otra novia llamada Mercedes, a la que había abandonado después de burlada, y comprendió que la ánjana le había castigado, evitando con su engaño su boda con Rosaura.
Lleno de remordimientos, volvió al pueblo y preguntó a la viejecita que le había recogido dónde vivía Mercedes, que de moza era muy guapa. ¡Aquella viejecita era Mercedes! Él le reveló que era Antonio y la anciana, llena de emoción, empezó a gritar:
-Carpio, hijo mío, ven a abrazar a tu padre.
Los tres se abrazaron y vivieron contentos amparados por la ánjana, que le había castigado a permanecer cincuenta años en la cueva, aunque a él le había parecido un mes.
Comentarios
Publicar un comentario