LA GAITA QUE HACÍA A TODOS BAILAR #leyenda #españa #magia #justicia
Un hombre tenía tres hijos. Los dos mayores eran más listos que el menor y por eso siempre se burlaban de él. Un día dijo el padre:
-He pensado que seas pastor.
Hacía un año que estaba guardando ovejas, cuando se encuentra una anciana que le dice:
-Hombre, ¿Qué hace usted aquí de pastor de ovejas?
-Es que mis hermanos no me quieren, y mi padre me puso de pastor -respondió.
-¿Y cómo te encuentras? ¿Tienes buen amo y bastante de comer?
-Sí si -respondió el muchacho- Tengo un amo muy bueno y me dan bien de comer.
-Entonces ¿Qué te hace falta?
-Una gaita.
La anciana entonces le dio una gaita y se fue. Comenzó el pastor a tocar la gaita y comenzaron las ovejitas a bailar. Tocaba más y mas, y más y más y con más gusto bailaban las ovejas y las cabras. Así pasaba cada día. Les tocaba el pastor y las ovejas y las cabras bailaban hasta caer rendidas, y luego se tumbaban a descansar un rato. Sus ovejas y cabras siempre estaban muy gordas. Cuando el resto de los pastores las veían decían:
-Pero ¿Qué hará ese muchacho para tener sus ovejas y cabras tan gordas?
Otros pastores que sabían que bailaban, le dijeron al amo que su pastor tenía una gaita que cuando la tocaba, las cabras y las ovejas bailaban junto con él. El amo no lo quería creer, pero cuando le hizo tocar delante de él, comenzó a bailar también, junto con las cabras, las ovejas y el pastor, que no paraba de tocar, hasta que al final se cansó y paró a descansar. El amo le dijo a su esposa lo que había sucedido, pero ella no lo creía, hasta que no lo vio con sus propios ojos.
Los amos decidieron despedir al pastor, porque se pasaba el día bailando. El pastor se fue a casa de su padre. Cuando le contó lo sucedido, los dos hermanos mayores empezaron a burlarse de él, otra vez. El padre decidió que se quedara en casa y que los mayores fueran a trabajar. Al mayor lo envió a vender manzanas al pueblo. En el camino se encontró con una anciana que le preguntó
-¿Qué vendes?
-Vendo ratas -contestó él.
-Pues ratas se volverán -contestó la anciana.
Llegó el muchacho al pueblo y cuando iba a sacar las manzanas para venderlas, no salían más que ratas. Le dieron una paliza al muchacho que se fue a su casa.
Al día siguiente envió el padre al hijo segundo al pueblo a vender naranjas. En el camino se encontró con la anciana que le dijo¨
-¿Qué vendes?
-Pájaros -respondió.
-Pues pájaros se volverán -le dijo la anciana.
Cuando el muchacho llegó al pueblo y fue a abrir la cesta de naranjas, salieron volando unos pájaros y no quedó nada. Ya el pobre se volvió a su casa desconsolado. Entonces el hijo menor le dijo al padre:
-Padre, yo quiero ir ahora al pueblo. Envíeme a mí y verá cómo me va bien.
Los dos mayores se reían de él y decían:
-¡Qué vas a hacer tú, tonto! Si a nosotros nos ha ido mal, a ti, te irá peor.
Pero el padre le dejó ir y le dio una cesta de uvas para vender en el pueblo. En el camino el muchacho se encontró con la misma anciana que le preguntó:
-¿Que vendes?
-Vendo uvas. ¿Quiere usted uvas?
-No gracias. Muchas uvas venderás.
Llegó el muchacho al pueblo a vender sus uvas, y cuántas más vendía, más había en la cesta. Estuvo vendiendo uvas hasta que ya llenó muchos talegones de dinero y se fue con ellos para casa de su padre. Por el camino iba tocando la gaita y se encontró con la anciana que le dijo:
-No toques la gaita hijo, hasta que no llegues a tu casa.
Cuando llegó el muchacho a su casa, salieron los dos hermanos y el padre a recibirlo, pensando que le habría pasado . El muchacho les dijo:
-Traigo muchos reales, padre, tantos que se pegan a la cesta. Otros traigo en taleguillos y no se pueden sacar.
-¿Cómo nos vamos a arreglar para sacar el dinero de la cesta y los taleguillos? -preguntó el padre.
-No se apure padre. Ya verá usted.
Comenzó a tocar la gaita, y comenzaron a salir bailando el dinero de la cesta y de los taleguillos, hasta que salieron todos y vieron que eran ricos.
Entonces los hermanos ya le querían mucho y decidieron hacerse una bonita casa, pero se gastaron todo el dinero. Entonces los hermanos mayores, como siempre estaban envidiosos, se fueron solos y el menor se fue con el padre por otro lado.
-Padre, ya que hemos vendido el aceite y traemos huevos, voy a tocar la gaita.
Al tocar la gaita, los huevos comenzaron a bailar en las cestas. Su padre le dijo que no tocara que se iban a romper.
-No se apure padre, que no se van a romper.
Al final bailaron todos, vendieron los huevos y cuantos más vendían, mas huevos había en la cesta, hasta que volvieron a ser ricos.
Los dos hermanos volvieron con las manos vacías y por la envidia que le tenían al pequeño, le quitaron la gaita, pero ya no les sirvió de nada, pues solo servía al pequeño.
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