LA LEYENDA DE KNOCKFIERNA. #leyenda #irlanda #intriga #curiosidad
Había un hombre llamado Carroll O'Daly, que no se asustaba de nada. Un día que se dirigía a Kilmallok, al pasar junto al Knockfierna, se encontró con un caballero montado en un potro blanco, que seguía su mismo camino. Los dos viajeros caminaron algún rato sin hablarse apenas. Hasta que O'Daly, sintiendo curiosidad por saber al lugar que se dirigía aquel hombre, le preguntó adónde iba a hora tan tardía. Su asombro aumentó al oír que el caminante pensaba subir al monte Knockfierna sólo para reunirse con las hadas, pues no podía concebir que se hiciera tal cosa por unos seres tan insignificantes.
Así que cuando se separaron y el hombre del potro blanco emprendió la subida, se quedó dándole vueltas a lo que éste le había dicho. El pensaba que existía algún oculto motivo que no le quiso descubrir.
La silueta del potro y el jinete se recortaba de cuando en cuando sobre la Luna, y guiándose por estas espaciadas apariciones, O'Daly decidió seguir a su compañero de camino y enterarse de lo que tanto le intrigaba. Después de subir algún tiempo por la ladera del monte, acabó por llegar a un lugar en que, atado a un árbol, pastaba el potro blanco; pero no había otro rastro del desconocido. Hasta que, mirando a su alrededor, descubrió cerca de allí la boca de un gran pozo, y entonces recordó las historias que en su infancia había oído acerca de ella, y en las que nunca había creído, se decía que era la entrada al castillo de las hadas, que habitaban en el corazón de la montaña y que los que habían querido explorarla habían desaparecido, sin que se volviera a tener noticias.
Como O'Daly no tenía miedo y por otra parte, no creía en las cosas que se contaban sobre las hadas, se dijo, bromeando, que llamaría a la puerta para ver si se encontraban en casa. Cogió entonces una gran piedra y la tiró con todas sus fuerzas por la boca del pozo, y la piedra fue despedida hacia arriba con fuerte impulso y le dio en la cara, lanzándole monte abajo.
Fue hallado al otro día, tendido junto a su caballo, en el lugar en que lo había dejado la noche antes, cuando decidió seguir al misterioso desconocido. Estaba todo maltrecho y con la cara en tal estado, que le quedó desfigurada para toda la vida.
Comentarios
Publicar un comentario