LA LECHE DE HERA #leyenda #grecia #vialactea
En aquellos tiempos en el Olimpo reinaba Zeus, el lanzador del rayo. Sentada a su derecha, Hera, su esposa, presidía con él los banquetes de los dioses, lanzando sobre él miradas intranquilas. Y es que a veces el gran Zeus le era infiel y prefería la compañía de las ninfas, e incluso de las simples mortales.
Un día, Zeus oyó hablar de Alcmena. Era una mujer conocida por su belleza y virtud y era la esposa de Anfitrión, rey de Tebas.
Aprovechando la ausencia de su esposo, que se había ido a la guerra, Zeus decidió seducir a Alcmena. Adquirió la apariencia de Anfitrión y la joven cayó en la trampa.
Al amanecer, cuando el auténtico Anfitrión volvió al palacio, Alcmena comprendió el engaño. El niño que nacería sería el hijo de Zeus.
El rey de los dioses, encantado con la aventura, anunció por todas partes el nacimiento de su hijo. Hera estaba furiosa. ¡Así que, una vez más, su divino esposo la había engañado! Loca de celos, juró matar al bebé.
Una noche oscura se acercó muy despacio a la cuna del niño e hizo caer sobre ella dos enormes serpientes de una alforja.
-¡Venganza! -susurró.
¿Qué niño habría podido resistir a estos odiosos monstruos? La diosa regresó al Olimpo en su carro de nubes. Pero el bebé era el hijo de Zeus. Se llamaba Heracles.
Cuando los reptiles se arrastraron sobre la seda de las sábanas, el niño extendió sus manitas hacia adelante y, como si jugara con un muñeco de madera, las estranguló fácilmente.
Arriba, en el Olimpo, Hera estaba aterrorizada. Maldijo a Heracles y corrió a encerrarse en su habitación. Zeus se reía.
-¡Ese muchacho será fuerte como mil toros! -exclamó.
Hermes, uno de los hijos de Zeus, suspiró:
-Pero morirá como un simple viajero, padre, si no bebe la leche de Hera.
Zeus movió la cabeza. Eso era lo que Cloro, Láquesis y Átropos, las tres Parcas que dilucidaban el Destino de las personas habían predicho sobre Heracles.
Zeus no podía admitirlo:
-Busca algún medio, Hermes, e intenta que mi hijo mame del seno de Hera.
Era fácil decirlo. Pero la palabra de Zeus no podía contradecirse y Hermes acudió al palacio de Anfitrión. Ligero como un duende, entró por una ventana abierta y cogió al niño en sus brazos.
-Ven, hermano. Ven a mamar la leche divina.
El bebé lloraba. Desde su nacimiento ya había conocido a muchas nodrizas, pues su apetito era muy grande. Y aquella noche, su estómago seguía gritando de hambre.
Hermes lo calmó acunándolo en la gran noche oscura, saltando de una nube a otra. Después, silenciosamente, se deslizó por las habitaciones de Hera. La diosa dormía.
-Mira, pequeño, tu nueva nodriza -dijo Hermes.
Suavemente, depositó al niño al lado de Hera, sobre la sábana de satén. Heracles, hambriento, se arrojó hacia la mama divina y chupó vorazmente, glotón como un ternero. en el pecho de su madre.
El dolor fue tan intenso que despertó a la reina del Olimpo.
Entonces Hera vio, agarrado a su seno, al niño chupando con ansia, y reconoció al odiado bebé.
Con un violento golpe lo rechazó. Heracles cayó hacia atrás y, del seno de Hera surgió un chorro poderoso que inundó el cielo con una lluvia de leche muy blanca.
-Llévate a este niño lejos de mí -gritó la diosa.
Y se puso a sollozar.
Hermes cogió al recién nacido y saltó al cielo. El bebé lloraba mientras caía la leche de sus ávidos labios.
Hermes levantó la vista.
-¡Mira, hermano! ¡Mira la bóveda celeste! -le dijo.
Sobre ellos, de un lado al otro del horizonte, había una larga estela blanca brillante. Era la leche de Hera.
Aún hoy, cuando las nubes han desaparecido del cielo negro, puede verse esa gigantesca salpicadura; es la vía Láctea.
Heracles había mamado de Hera y fue un héroe que realizó doce fabulosas hazañas y más tarde, mucho más tarde, se hizo inmortal y subió al Olimpo, a los confines de este inmenso campo de estrellas que una noche surgió del seno divino.
Comentarios
Publicar un comentario