EL MOVIMIENTO DEL MAR #leyendas #azteca #america
El Sol y la Luna resplandecían en el firmamento, pero eran astros que todavía no tenían movimiento. Los dioses, que eran los únicos habitantes del Universo, decidieron que no era posible seguir así.
¿Qué tipo de de dioses serían si no eran capaces de poner en movimiento a los astros de la luz? Por eso se reunieron para decidir qué hacer. Intentaron subirse a los astros para, desde allí, empujarlos y ponerlos en movimiento, pero no eran suficientemente numerosos. También construyeron altas pirámides con escalones, pero ese método tampoco sirvió. Entonces, decidieron morir todos juntos.
-Quizás así conseguiremos poner en movimiento al universo -dijo el más poderoso de los dioses.
Y fue el viento quien se encargó de acabar con ellos, ahogándoles a todos con un soplo violento. El último en morir fue Xalotl, quien tuvo tiempo de ver como sufrían los demás y de llorar desconsoladamente frente a tanta tragedia.
-¡No quiero morir, no quiero morir! -repetía entre sollozos.
Tal fue su llanto y tantas sus lágrimas que éstas en primer lugar originaron un riachuelo, luego se transformaron en un torrente, a continuación en un río y, finalmente, se convirtieron en un inmenso océano. En ese momento, Xalotl, también murió.
Fue entonces cuando el Sol empezó a reflejarse en el inmenso océano. Pero como la reverberación de las olas le molestaba le cegaba, intentó desplazarse un poco para evitar ese reflejo tan brillante. Al poco tiempo, los ojos le volvieron a molestar y siguió desplazándose durante todo el día, hasta que desapareció dentro de ese inmenso océano donde encontró alivio en sus oscuras profundidades.
Entretanto, con su desplazamiento había puesto en movimiento el mecanismo del firmamento y desde ese día nadie consiguió detenerlo.
El viento sagrado había alcanzado y sacrificado también a Xalotl. Pero su sacrificio y el de los demás dioses no fue en vano.
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