EL TIBURÓN DE RAIATEA #leyendas #polinesia #retos #libertad
No lejos de Tahití emerge una pequeña isla de coral en el Pacífico: Raiatea. Un día, en la penumbra azul de su laguna central, el gran pulpo que la custodiaba se durmió. Entonces una sombra alargada y luego otra y otra más penetraron en el agua tranquila del atolón de Raiatea. En la superficie jugaban los niños y, de improviso, las olas se agitaron levemente por las aletas dorsales de los tiburones, avisando la carnicería que estaba a punto de suceder. Diez niños murieron por los feroces depredadores marinos, mientras que a su alrededor resonaban los gritos de terror, de rabia y de odio.
El rey de Raiatea, muy afectado por la desgracia, se preguntaba cómo había podido ocurrido semejante tragedia. Al hijo menor del rey se le ocurrió una idea: el pulpo se habría dormido y, aunque alguien fuera a despertarle, se dormiría de nuevo, por lo tanto había que encontrar otra solución.
Se alejó nadando de la laguna hasta llegar a mar abierto. Finalmente encontró a uno de los grandes tiburones que había ido hasta la isla a devorar a los niños. Se acercó sin temor y le dijo que tenía un mensaje para el rey de los tiburones. El gran tiburón dijo al chico que subiera a su lomo para conducirle ante el rey. El chico obedeció y manteniéndose bien aferrado a la aleta llegó en un santiamén al palacio submarino donde vivía el rey de los tiburones.
-¿Qué te trae hasta aquí? -preguntó el rey.
-La tortuga que protege la laguna de Tahanea te reta en duelo -le respondió.
-¡Qué presuntuosa! Voy a ir enseguida y entonces comprenderá con quién se las tiene que ver -respondió el rey tiburón riendo.
Después, el tiburón nadó hasta la laguna de Bora Bora y devoró a la tortuga de un bocado.
-La anguila gigante que protege la laguna de Bora Bora también te desafía -añadió el chico de Raiatea.
-Acepto su reto -respondió el rey de los tiburones.
Se dirigió por el mar hasta llegar a Bora Bora y no tuvo problemas en devorar también a la anguila.
El chico dijo que también el pulpo que protegía la laguna de Raiatea lo desafiaba. El rey de los tiburones se enfadó porque estaba harto de aquellos retos, pero nadó hasta Raiatea lanzando improperios de todo tipo contra el pulpo por ser tan atrevido. Sus insultos eran tan fuertes que podían oírse a varias millas de distancia. El pulpo de Raiatea se despertó con el alboroto.
Era mediodía y la luz violenta del Sol desenfocaba cualquier silueta. La laguna parecía una piscina de plata. Las sombras de los cocoteros eran blancas y todo parecía coloreado por los reflejos del mar. Bajo el agua, en una claridad sin igual, los corales también habían perdido sus colores fluorescentes.
El pulpo extendió sus largos tentáculos y se colocó alrededor de una roca cubierta de moluscos. Las valvas se cerraron de miedo y sólo se oyó la terrible voz del rey de los tiburones. Entonces, su sombra oscura irrumpió en la laguna y se lanzó contra el pulpo. Pero su cuerpo fue rodeado por los cuatro tentáculos del pulpo y su lance mortal no logró su objetivo.
El pulpo empezó a apretar al rey de los tiburones con sus tentáculos, mientras éste intentaba huir del gigante. La lucha duró siete horas y fue tan violenta, que toda la superficie del océano se agitaba.
El Sol ya había desaparecido y la luz bajo el agua era muy tenue, cuando el rey de los tiburones empezó a suplicar perdón. El chico le hizo prometer que sus súbditos no molestaría nunca más a los hombres, mujeres y niños de Raiatea, y el rey de los tiburones lo aceptó.
El chico ordenó al pulpo que dejara al tiburón en libertad y, después, fue a anunciar la buena noticia a todos. Mientras tanto, las estrellas y la Luna iluminaban la playa blanca de Raiatea donde los tiburones nunca más causarían la muerte.
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