EL DE LAS JOROBAS #leyendas #aragon #brujas
Pues, señor, éste era un jorobado que en verano se salía todas las noches él solito, a las eras a tomar el fresco hasta allá las once, y una noche se encontraba en una era tan a gusto, que dieron las once... y ¡nada! quieto allí; dio el cuarto y quieto allí, dio la media y dice "vaya, vaya, que mañana tengo que madrugar, nos iremos a dormir" pero... no se movió; dieron los tres cuartos y dijo "pues, ya, ¡haré una calaverada! me esperaré hasta las doce a ver si es verdá que hay brujas".
A cada minuto mudaba de idea; tan pronto decía ¡bah! me voy, como ¡bah! me quedo; y entretenido con estos cambios de modo de pensar y gozando con el fresco de la noche ¡dan las doce! y no hacen más que dar las doce y empezó a ver una visiones muy extrañas y a oír músicas de rabeles, panderetas, castañuelas y otros instrumentos.
Las visiones aquellas eran las brujas que nunca había visto el jorobado y, a la vez que tocaban, bailaban, bajaban, subían, iban, venían, saltaban, hacían mil fantásticas variaciones con sus cuerpos y con sus panderetas y demás instrumentos de diversión, y al poquito rato empezaron a cantar.
Lunes y martes y miércoles, tres,
Lunes y martes y miércoles, tres.
El jorobado que vio que no cantaban más que esto "lunes y martes y miércoles, tres" dijo entre sí "¡pobrecillas! voy a completarles la semana" y cantó con la misma tonadilla de las brujas:
Jueves y viernes y sábado, seis
Jueves y viernes y sábado, seis.
Todavía no había empezado a decir " y domingo, siete" cuando dice una bruja:
-¡Ay! que nos han concluido el cantar: ¡qué gusto! ¿Quién ha sido, quién? ¿Dónde está el que nos ha acabao de enseñar el cantar?
Y el jorobado dijo:
-Aquí estoy, aquí, sentao en esta piedra.
Le rodearon todas las brujas y le hacen mil caricias y dicen:
-¡Pobrecillo! ¡Y es jorobadillo! ¿Qué gracia quieres, qué gracia quieres, por habernos enseñao el cantar? Pide lo que quieras, que todo te será concedido.
-Que me quitéis esta joroba.
-¡Ay! Si, si, ¡pobrecillo! bien lo merece.
Y le pasó la mano una bruja por la joroba y se quedó el jorobado más derecho que un huso. Les dio las gracias y ellas se las dieron a él, se fue a dormir, y ellas aún siguieron divirtiéndose por los aires.
El jorobado no durmió de gozo, se levantó tan contento muy de madrugada y se echó a la calle a lucir su persona. A todo el pueblo le chocó mucho que el jorobado, de la noche a la mañana, se hubiera quedado sin joroba y no habiendo quien no le preguntara cómo le había sucedido ese milagro, pero a quien más le chocó, y a quien más le interesó la explicación de esa mudanza fue a otro jorobado que había en el pueblo, por si podía lograr lo que el feliz jorobado había conseguido. A todos contó el caso y el otro jorobado dijo
- A la noche voy yo por si se les ha olvidao lo que tú les enseñaste y, aunque lo canten todo, ya les diré: ¡Y el domingo, siete! A ver si me quitan la joroba, que sí me la quitarán, pues ¿no me la han de quitar? -y de gusto se puso a hacer piruetas.
Todo el día anduvo por el pueblo el jorobado tan satisfecho y tan bravuconcillo diciendo:
-Mañana ya seré como vosotros, esta noche me quitan la joroba; ¡ole, salero! ¡y que todo se lo merece este cuerpecito! -decía el presumidillo, poniéndose en jarras.
Deseando estaba que llegaran las doce de la noche, Desde media tarde se fue ya a las eras el infeliz y allí se estuvo sin querer ir a casa a cenar, por si a las brujas les ocurría salir mientras tanto.
Aquella noche se le hizo un siglo. Tanto duraba para él cada cuarto de hora que, a poco de oír el cuarto, o la media, o los tres cuartos, o las horas, le parecía que se había parao el reló y lque, por el tiempo que hacía que se había parao, debían ser más de las doce; se desesperaba, se aborrecía viendo que aquelloa noche no salían las brujas.. y volvía a oír el reló.
Con todo este desasosiego estuvo desde poco después de anochecer hasta que por fin ¡oyó las doce! y no hizo más que oírlas y ¡casi reventó de gozo! vio las mismas visiones que había visto su compañero y oyó las mismas músicas y vio que hacían las brujas los mismos equilibrios que la noche de antes, y oyó que cantaban:
Lunes y martes y miércoles, tres;
Lunes y martes y miércoles, tres,
Jueves y viernes y sábado, seis;
Jueves y viernes y sábado, seis.
El jorobado estuvo tan atento a ver si pasaban de lunes y martes y miércoles, tres, para decir él en seguida jueves y viernes y sábado, seis, si es que lo habían olvidado; pero cantaron bien lo que habían aprendido la otra noche. Aún le quedó el último recurso; viendo que no pasaban de jueves y viernes y sábado, seis, les dijo:
-¡Y domingo, siete!
¡Las brujas que lo oyen!... se enfurecen y dicen:
-¿Quién nos hace la burla, quién? ¿Dónde está el que nos hace la burla?
Como el jorobado estaba tan persuadido de que aquella noche se quedaba sin joroba, no entendió lo que dijeron las brujas, al contrario, creyó que decían "¿quién nos dice la última, quien? ¿Dónde está el que nos dice la última?" Así es que dijo:
-¡Aquí estoy, aquí, sentao en esta piedra: quítenme ustedes la joroba!
Le rodearon todas las brujas, lo emprenden a pellizcos y dice una:
-¡Calla! si es jorobado ¿Qué haremos con él? -y dicen a coro- ¡ponerle otra joroba!
Y le plantaron otra joroba.
Se fue a casa tan pensativo que no pudo dormir en toda la noche; al día siguiente no se atrevió a salir a la calle para que no le vieran con dos jorobas y tanto tanto aumentó su pena que por la tarde se murió.
Y colorín, colorao, por la chimenea se va al tejao y del tejao al Coso pa que no lo vez ningún mocoso.
ZETA
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