LA LEYENDA DE FORMIGAL #leyendas #aragon #españa #agradecer
Entre los escondrijos del Pirineo, se esconden nuestra fabla, nuestras tradiciones, nuestras leyendas, y allí es donde hay que ir a encontrarlas.
Formigal en aragonés significa "hormiguero". No obstante, al visitarlo, queda sorprendido por la ausencia de hormigas. Sobre todo, de hormigas blancas que en tiempos muy lejanos, debían de abundar por allí.
Entre Formigal y Sallent de Gállego destaca una de las peñas más emblemáticas de nuestro Pirineo, con su silueta de doble punta, reflejándose en el lago artificial de Lanuza. La Peña Foratata. Los que la han escalado aseguran que está casi hueca. Una boca, en su cima, parece la entrada del mundo del más allá: un volcán que nunca ha tenido erupción: la puerta del centro de la tierra, forjando la leyenda.
Anayet y Arafita, eran tal vez los dioses más pobres de la montaña. Les habían despojado de sus pinares y abetales. En sus umbrías ya no se encontraban ni siquiera fresas o chordones. Hasta sus ganados escaseaban. Tampoco acudían ya los sarrios que no encontraban en ellas nada para comer. Sus senderos se habían convertido en pasos de contrabandistas.
Anayet y Arafita eran pobres pero trabajadores y honrados. Poco les importaba que los otros dioses-montañas los despreciasen porque ellos, en su pobreza, eran felices. Es más: tenían un tesoro que por nada del mundo cambiarían: una hija preciosa , la diosa Culibilla, a la que el cielo había adornado con todas las gracias imaginables entre las que destacaban sin duda el candor y la hermosura. Nada quería saber nunca de las pretensiones de todos los otros dioses pirenaicos.
Sus mejores afectos eran, sencillamente, hacia los corderillos que competían en blancura con los inmensos heleros y glaciales que rompían el verdor de sus montañas. Y más aún amaba a las humildes y trabajadoras hormigas blancas que durante el verano continuaban blanqueando la montaña, hasta el punto que Culibilla la bautizó con el nombre de Formigal.
La paz se acabó el día en que Balaitús se enamoró ardientemente de Culibilla.
Balaitús era el reverso de la medalla: fuerte, poderoso, temido por todos. Ningún obstáculo se oponía jamás a sus deseos. Él amasaba las terribles tormentas del Pirineo y forjaba los rayos capaces de destruir todo lo que a él se le antojara. Violento como ninguno, cuando se enfadaba y hacia correr sus carros por encima de las nubes, se estremecían hasta los cimientos de las montañas.
Cubilla lo rechazó, en mal momento para ella porque el desairado Balaitús, que era la primera vez que era rechazado, juró raptarla. Anayet y Arafita temían sus furores y no sabían como defender a su hija.
En tres zancadas se presentó Balaitús ante Culibilla, decidido a cumplir sus propósitos. Las montañas, atónitas, no se atrevían a defender a la hermosa diosa, que al verse perdida gritó:
A millares acudieron de todos los sitios las hormigas blancas que empezaron a cubrir a Culibilla ante los ojos de Balaitús que, horrorizados, emprendió la huida.
Culibilla, en el colmo de la amistad y el agradecimiento, se clavó un puñal en el pecho para guardar dentro, junto a su corazón, todas las hormigas: es el foray de Peña Foratata.
Y cuentan que los que suben al forau de la Peña, pueden oír claramente los latidos de Culibilla, la diosa agradecida.
Aseguran que en Formigal, desde entonces, ya no hay hormigas blancas: todas las tiene ella, en su corazón.
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