LA LAGUNA DE LAS TRES PASCUALAS #conquistador #decisión #chile #leyendas #america
Fueron tres jóvenes lavanderas que, hace ya mucho, se pasaban el día a la orilla de la laguna. Lavaban, cantaban viejas canciones y esperaban el amor. Una y mil veces se miró el sol en las verdes aguas, y siempre encontró a las tres jóvenes con los mismos afanes y con igual esperanza.
Un día en que el sol apareció más brillante y los pájaros más alegres, llegó hasta la laguna un hombre que reunía las cualidades soñadas por las tres lavanderitas sin amor. Era joven, ágil, risueño, y sus ojos, del color de las aguas, relumbraban como si el sol se mirase en ellos.
Cuando toda la ropa estuvo tendida, los dos se alejaron aun más de la laguna.
Al poco rato, la segunda Pascuala, que no los había perdido de vista, se acercó a ellos, y dijo a su compañera:
-Tú, que eres la mayor y que entiendes más de compras, debes ir a la ciudad; ya sabes que se nos han acabado las provisiones:
-Conforme; él me acompañará.
Entre las dos Pascualas se cambiaron unas miradas que dijeron mucho más que las palabras.
-Él se quedará -replicó secamente la segunda.- Se quedará; es día de pesca y no debe perder la ocasión.
La mayor no pudo disimular su contrariedad, pero se puso en camino.
-¿No quiere nadie ayudar a llevar la ropa?
La segunda, para alejar a la pequeña, salió corriendo. El mozo tuvo tiempo, sin embargo, de cambiar una mirada con la más chica de las muchachas. Era bonita y tenía unos ojos negros brillantes como el azabache. Las otras dos eran rubias.
Mientras veía alejarse a las jóvenes, el galán decía para sí:
-Serán mías las tres.
Vinieron días en que desaparecieron la alegría y la concordia entre las lavanderas. Se espiaban, se hablaban y miraban con recelo; sus cantares ya no eran de esperanza, sino de traiciones.
Un día desapareció.
Las lágrimas de las tres lavanderitas aumentaron las aguas de la laguna pero las tres se reconciliaron.
Decidieron vengarse, pero no sabían cómo. Por fin, tuvieron una idea. La que más velozmente nadase y llegase antes a la orilla opuesta de la laguna, iría a buscarlo por el mundo, y se casaría con él o lo mataría.
Llegó el día de la prueba y las tres se lanzaron al agua con el mismo entusiasmo. Nadaban como peces, pero ninguna aventajaba a las demás. A un tiempo llegaron las tres a la orilla contraria.
Repetían la prueba al siguiente día. Ya era tarde, y estaban cansadas. Como no podían regresar por tierra, tenían que cruzar de nuevo a nado la laguna, pero más descansadamente.
La primera que se lanzó de nuevo al agua fue la más pequeña. Nadó ágilmente, pero al llegar a la mitad de la laguna desapareció. Como era una gran nadadora, creyeron las otras que se trataba de una broma. Pero viendo que no reaparecía, la mayor dijo:
-Yo soy la mayor, la salvaré.
Se arrojó al agua, nadó, pero al llegar al mismo sitio le pasó lo mismo.
Solo quedaba ya una sola de las tres Pascualas, y la mayor incertidumbre la dominaba. ¡Qué misterio! Cien veces habían cruzado la laguna y nunca les había sucedido nada.
La noche se venía encima y no había ninguna barca en aquella orilla. La última de las tres lavanderitas burladas tuvo que lanzarse al agua como sus compañeras, y a los pocos minutos había seguido la misma suerte que ellas.
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