LAS AVENTURAS DE KIVIOK #esquimal #leyendas
Kiviok era un pescador esquimal que, tras perder a su mujer, decidió abandonar el lugar donde había vivido para ir más allá del mar en busca de una vida más feliz.
Se fue hacia el final de la larga noche polar con su pequeño kayak. Remó mucho y, un día, llegó a un inmenso remolino. Consiguió evitarlo tras una lucha agoradora contra las olas. Después penetró en una gran nube negra. Eran mosquitos de mar, de los que escapó extenuado.
Continuó el viaje y llegó a una larga playa en la que sólo había un montón de algas flotando, pero éstas eran tan espesas que pudo atracar la embarcación y descansar un poco. Cuando despertó, se cargó el kayak a la espalda y, caminando sobre las algas, regresó al mar.
Después de remar sin pausa llegó a los pies de dos montañas de hielo que le bloqueaban el paso. Al acercarse, vio que entre ellas había un paso estrecho que se abría y cerraba según las olas empujaban las montañas en un sentido o en el otro. Decidió probar suerte. Esperó a que las dos enormes masas de hielo se separaran y se lanzó remando con todas sus fuerzas al estrecho paso.
Apenas había cruzado, cuando las dos montañas chocaron de nuevo, rompiendo prácticamente la popa de su embarcación.
Por fin, Kiviok vio en el horizonte una lengua de tierra que emergía de las aguas. Dirigió la embarcación hacia ésta y desembarcó. Buscó señales de alguna presencia humana y no tardó en descubrir una columna de humo. Se dirigió hacia allí y descubrió una pequeña cabaña en la que vivían dos ancianas. No comprendió que hacían en un lugar tan alejado de una zona habitada, pero aceptó su invitación a quedarse con ellas un tiempo. La olla que hervía en el hogar desprendía un buen aroma de bayas y grasa y Kiviok sintió mucha hambre. Las dos ancianas le invitaron a sentarse sobre unas pieles de foca y le ofrecieron una parte de su comida.
Kiviok nunca había probado algo tan bueno. Estaba a punto de dar las gracias, cuando se dio cuenta que bajo el banco sobre el que las ancianas estaban sentadas había una larga hilera de cabezas humanas. Kiviok comprendió en seguida que debían ser personas que, como él, habían llegado hasta allí, por lo que decidió pedirles permiso para salir un momento al aire libre. Cuando se encontró fuera cogió del kayak un arpón con el que cazaba las focas y, al volver a la cabaña, mató a las dos brujas.
Reanudó el viaje y llegó a otra isla. También vio aquí una cabaña con las mujeres y, una vez más, aceptó su invitación para comer. Esta vez se trataba de una sopa de pescado. Kiviok preguntó dónde lo habían pescado.
-Es el último. Nuestros esposos siempre salían a pescar y tenían suerte. Pero un día murieron a manos de las dos brujas que viven en una isla cercana. Desde entonces el mar parece vacío. Son ellas las que lo llenaron de peces para atraer a los hombres y matarlos. Creemos que se comen su carne -respondieron las mujeres.
Entonces, Kiviok les contó que había matado a las dos brujas y las dos mujeres le abrazaron.
-Ahora volverán los peces porque así lo dijo la Gran Morsa. Ella sabe interpretar el futuro. Lo había previsto todo, incluso tu llegada. Con la primera marea verás llegar los peces. Habrá tal cantidad que deberás ayudarnos a pescarlos -dijo una de ellas.
-¿Quién es la Gran Morsa? -preguntó Kiviok.
.-La bruja del mar. Vive a veces sobre el hielo y a veces bajo el agua. Pero cuando sale habla y predice el futuro.
Todo sucedió tal y como habían explicado las mujeres. Con la marea alta, los peces llegaron en grandes cantidades a la playa y ellos no tuvieron más que recogerlos. Trabajaron los tres y, cuando la marea bajó, habían recogido suficiente cantidad para pasar el largo invierno polar. Limpiaron el pescado, lo pusieron a secar y lo guardaron.
Las mujeres propusieron a Kiviok que se quedara para siempre con ellas. Kiviok se sintió muy feliz.
Desde entonces, a los hombres nunca les faltó pescado porque Kiviok había restablecido la voluntad del mar.
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