JUANITO MALASTRAMPAS #picaresca #leyenda #españa
Juanito era un muchacho muy pícaro que a todos les hacía trampas, y por eso la gente le decía Juanito Malastrampas. A todos les debía, a uno tres mil reales, a otro cuatro mil, a otro cinco mil...
Le apremiaban tanto las personas a quienes debía dinero que un día pensó hacerse el muerto para no pagar y que no le llevaran al presidio. Pues se hizo el muerto. Le llevaron al campo santo y le metieron primero en la iglesia. Allí dejaron el cuerpo una noche, y a las doce de la noche entraron unos ladrones a robar. Robaron todo lo que pudieron. Había un sastre a quien Juanito Malastrampas debía un real. Este sastre, cuando supo que Juanito se había muerto, se fue a la iglesia y en el camino decía:
-Tú no me has pagado el real y por eso te voy a quitar la mortaja.
Pero al entrar en la iglesia, vio a los ladrones y se metió debajo de los bancos. Cuando los ladrones creyeron que ha habían robado bastante para todos, se pusieron a repartir el botín. Hicieron montones para todos más, uno más, preguntando el resto el por qué de esto.
-Ese montón es para el que le dé una puñalada al difunto. -dijo el cabecilla.
Se acercó uno a darle la puñalada al difunto, y al levantar la mano con el puñal, Juanito Malastrampas dio un salto de la caja y gritó:
-¡Salgan todos los difuntos!
El pobre sastre que estaba escondido, más muerto que vivo, respondió:
-¡Aquí estamos todos juntos!
Los ladrones se atemorizaron y salieron huyendo de la iglesia. Juanito y el sastre se repartieron el botín de los ladrones, pero el sastre todavía le decía a Juanito que le diera su real. Los ladrones, que habían aparecido por la puerta de la iglesia, cuando oyeron los gritos por un real, dijeron:
-¡Caramba, será mejor irnos! Aquí nos hacen pedazos por un real.
Y se fueron. Juanito se fue a su casa con sus riquezas robadas. Un día compró dos conejos. Llegó un hombre y Juanito le dijo que esos conejos iban a buscar un hombre dondequiera que se encontrara. Soltó uno de los conejos y le dijo que se fuera para la casa de un hombre a buscarlo. Era la casa donde había comprado el conejo, por eso fue allí.
El hombre al verlo le dijo a Juanito:
--Hombre, véndame usted ese otro conejo. ¿Cuánto quiere por él?
-Dos mil reales.
Le dio a Juanito los dos mil reales y se fue con su conejo. Otro día envió al conejo a buscar un ladrón que le había robado, pero el conejo no volvió. Se fue enseguida a casa de Juanito para matarlo. Juanito le vio venir y tendió a su mujer, larga en el suelo, diciéndole que se hiciera la muerta. Colgó sobre ella las tripas de un carnero que todavía chorreaban sangre.
Llegó el hombre y preguntó por Juanito, salió éste, y a vista del hombre cortó con un cuchillo las tripas del carnero, salió sangre y así creyó el otro que Juanito había matado a su mujer. Iba el hombre a salir huyendo de la casa, pero Juanito le dijo:
-Aguarde un momento, que voy a revivir a mi mujer.
Cogió una flauta y se puso a tocar. Conforme iba tocando, la mujer comenzaba a menear la cabeza, y al último sonido de la flauta se puso de pie. El otro estaba maravillado, y le dijo a Juanito:
-¿Cuánto quiere usted por esa flauta?
-Cuatro mil reales.
Se la vendió. Se fue el hombre con su flauta para su casa y le dijo a su mujer que en vez de reales traía ahora una flauta que resucitaba a los muertos. Enseguida cogió un cuchillo y destripó a su mujer, que cayó muerta al suelo. Entonces cogió su flauta y empezó a tocar, pero la mujer no resucitaba. Tocó y tocó pero la mujer, no resucitó.
Cuando vio el nuevo engaño de Juanito Malastrampas, se decidió a ir a buscarle con unos amigos suyos para que no se les pudiera escapar. Fueron, le cogieron, y le metieron en un saco para echarle al mar. Al pasar por una taberna, le dejaron allí fuera en el saco y entraron a beber unas copas. Pasó por allí un pastor que paseaba su rebaño. Juanito Malastrampas gemía:
-¡Ay! ¡Ay! ¡Ay!
-¿Qué hay hermano? -preguntó el pastor.
-Que me quieren casar con la hija del rey y yo no quiero.
-Pues yo, sí me caso. Yo me meteré en el saco.
Entonces el pastor desató el saco, salió Juanito Malastrampas y se metió el pastor. Juanito ató bien el saco y se fue con las ovejas como dueño de ellas.
Volvieron los otros, cargaron con el saco y lo echaron en el mar ahogándose el pobre pastor. Otro día pasó Juanito Malastrampas por el pueblo con su rebaño de ovejas, y los que creían que le habían echado al mar estaban maravillados.
-Hombre -le decían- ¿no le tiramos al mar? ¿Cómo es que ahora anda por aquí con tantas cabras y ovejas?
-¡Nada señores! Si, en el mar las he cogido.
Como iba a la orilla del mar, el rebaño se reflejaba en el agua, les dijo:
-Miren ustedes. Si está lleno el fondo del mar de cabras, ovejas y carneros.
Entonces todos ellos se tiraron para salir con rebaños, pero todavía no han salido.
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