LA INMOVILIZACIÓN DE LA DIABLESA #LEYENDA #TÍBET #CONVERSIÓN #budismo
El imperio tibetano había crecido y el rey Song-tsen Gampo (reinó entre 627-649) inspiraba respeto a todos los países vecinos. Aunque estaba feliz en su matrimonio con la princesa nepalí Khri-tsun, deseó a una segunda esposa, refinada y hermosa mujer, y arregló su matrimonio con la princesa Kong-jo de la vecina China.
Tras las negociaciones y los planes de boda, la joven princesa y su séquito iniciaron un largo viaje a Lhasa, en el Tíbet central, protegidos por dos fuertes guardaespaldas tibetanos: Laga y Luga. La princesa llevaba una hermosa estatuilla del buda Sakyamuni, su más preciosa ofrenda para la corte tibetana. Se encontró con muchas dificultades. Al llegar a las llanuras de Lhasa el carruaje quedó varado en el barro, y Laga y Luga nada pudieron hacer para liberarlo.
Desesperada la princesa Kong-jo consultó sus cartas de feng shui para determinar la causa del problema, descubriendo, desilusionada, que la energía de la tierra del Tíbet intentaba repeler la estatuilla del buda Sakyamuni y con ella todas las enseñanzas del budismo.
Tras reflexionar, Kong-jo se dio cuenta de que la tierra del Tíbet, País de las Nieves, era en realidad una enorme y poderosa diablesa srinmo recostada. A los problemas de la princesa se sumó la existencia de peligrosos seres de otros mundo, que habitaban la tierra y ayudaban a la diablesa.
A pesar de estos obstáculos, otros elementos del paisaje fueron bastante favorables. Los cálculos de feng-shui de Kong-jo determinaron que una serie de templos y relicarios para las pagodas podían mitigar las fuerzas negativas de la tierra y seres de otros mundos, y reducir su actividad destructiva.
Al conocer los planes de Kong-jo de construir un templo en Lhasa para la preciosa estatuilla, Khri-tsun reclamó el derecho, como primera esposa, a levantar sus templos antes. Kong-jo sugirió que Khri.tsun levantara un gran templo en medio del lago cerca de Lhasa, que junto con otras medidas de protección, podría al principio quedar lleno de tierra. Esto enfureció a la reina Khri-tsun, que pidió al rey permiso para construir 108 templos budistas donde ella quisiera.
Se cabaron los cimientos y se pusieron las piedras, aunque no importaba cuanto se construyese de día, los malignos seres de la tierra destruían el trabajo por la noche. Desesperada, Khri-tsun consultó a Kong-jo pues sabía que sus conocimientos de feng shui resolverían la situación de punto muerto. Kong-jo volvió a dar la solución, que suponía rellenar de tierra el lago, lo que permitiría la construcción del gran templo de Lhasa.
Khri-tsun no entendió bien las instrucciones y cuando intentó rellenar el río lo embarró todo. Esto confirmó la secreta sospecha de la reina de que Kong-jo la estaba engañando.
La reina explicó sus problemas al rey, quien la consoló. Con su adivinación, vio que sí se podía construir un templo cerca del lago. Así que rey y reina viajaron al lago y el rey, tras quitarse un anillo del dedo, le dijo a Khri-tsun que levantara un templo donde cayera su anillo. La joya voló por el aire, rebotó en la silla de la reina y cayó al lago. Khri-tsun estaba consternada y el rey prometió ayudarla. Trabajaron juntos, pero lo construido de día, se volvía a derrumbar por la noche.
Al ver frustrados una y otra vez, todos y cada uno de los intentos de construcción, el desilusionado rey se repensó el plan de Kong-jo. Tras reflexionar con detenimiento sobre la cuestión comprendió que estaba haciendo exactamente la malvada diablesa srinmo. Cuando la diablesa agitaba las piernas, los templos recién construidos se venían abajo. El rey tomó la firme determinación de construir doce templos budistas en total. Se le ocurrió utilizar la técnica de inmovilizar a la diablesa por las manos, los pies, las rodillas, los codos, los hombros y las caderas.
Estos templos budistas se construyeron en toda la extensión del reino tibetano y, al final, ambas reinas, Khri-tsun y Kong-jo, consiguieron levantar sus anheladas pagodas. La valiosa y venerada estatuilla del buda Sakyamuni, también conocido como Jowo Rinpoche, tuvo finalmente su lugar en el gran templo de Lhasa, el monasterio de Jokhang. La final, la compasión infinita de las enseñanzas espirituales de Buda emanó del País de las Nieves.
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