LA DAMA ENCANTADA DE ROTHENHOF #Alemania #LEYENDA #fantasma #desesperación
Hace más de cien años un mozo de Rothenhof fue empleado como pastor. Él aceptó esta ocupación porque era amigo de la vida solitaria y sin demasiado trabajo de los pastores. Un día, y por primera vez, le encomendaron un rebaño que debía llevar a pacer, y se fue a un bosque cercano. El bosque era muy espeso; los pinos, los abetos y las hayas se amontonaban apretadamente, subiendo y bajando por las laderas de unos montes.
En él reinaba un gran silencio, sólo roto por los chillidos de los pájaros y por el ruido manso de los arroyos. El pastor dejó el ganado, que pacía, y se dispuso a buscar un sitio en donde sentarse tranquilamente. Antes quiso llenar su barrilito de agua y buscó por los alrededores si había un pozo.
Pronto divisó uno, pero con gran sorpresa vio que en su borde se encontraba sentada una joven vestida de blanco que le hacía insistentes señas de que se acercase. El mozo, asustado, volvió hacia donde estaban los demás pastores, los cuales, al ver la cara de espanto que tenía el nuevo compañero, se burlaron de él. Pero éste les contó lo que le había sucedido y entonces se pusieron serios y le dijeron:
-Hemos visto varias veces a esa joven en el pozo. Debes acercarte a ver qué quiere de ti. Tú eres un hombre fuerte y no debes tener miedo.
Al día siguiente se dirigió al pozo. Y allí estaba la muchacha, la cual le habló de este modo:
-Tú puedes libertarme de estas montañas, en las que vago desde hace doscientos años. Puedes salvarme para que alcance el cielo. Vuelve esta noche a las doce y entones te diré lo que has de hacer.
Después de esto, desapareció.
El pastor llegó puntualmente a la hora indicada al pozo, en cuyo brocal se encontraba sentado el fantasma, que le dijo:
-Ve ahora al fondo del bosque y tráeme una copa de oro que encontrarás debajo de un gran pino, mayor que todos los demás. No te sucederá ningún daño, pero no debes hablar ni una palabra, ni asustarte por nada. En cuanto yo tenga la copa, la llenaré en este pozo, beberé su contenido y estaré salvada.
El muchacho, lleno de ánimo, se puso en camino. Se internó por el bosque y, efectivamente, pronto encontró un enorme pino, que sobresalía entre todos los demás. Allá, debajo del gran árbol, en el suelo, estaba la copa. El pastor fue a cogerla, pero de repente oyó en el aire un zumbido fortísimo. Miro hacia arriba y vio encima de su cabeza una enorme muela de molino colgada de un hilo finísimo. La rueda giraba rápidamente y amenazaba caer encima de él. Entonces el pastor, espantado dejó escapar un grito de angustia y huyó hacia el pozo. Allí le esperaba la dama, desesperada y llorando.
-¡Ay de mí! –decía-, ahora he de esperar muchos años para mi salvación. ¿Ves ese pino pequeñito, ahí cerca? Cuando sea un gran árbol que se pueda serrar se construirá una cuna con sus tablas para un niño recién nacido. Cuando este niño haya alcanzado la edad que tú tienes ahora me salvará quizá de mis penas.
En esto desapareció la dama blanca, a la que a menudo se la puede ver sentada en el brocal del pozo.
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