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VICTORIA DEL GENERAL THUTI #LEYENDA #EGIPTO #faraón #guerrero #Nilo #estrategia

 




El general Thuti vivió cuando imperaba en Egipto la decimoctava dinastía. Era uno de los mejores guerreros egipcios y había acompañado al rey Tutmés III, el de las grandes conquistas, en todas sus campañas victoriosas. En la batalla estaba siempre al frente de sus tropas, por lo que los soldados le seguían con gran entusiasmo. Decían que nadie podía ser comparado con él. Por todo esto el rey le dispensaba gran afecto y le permitía estar con él en su palacio.

Un día en que, como de costumbre estaban juntos, el faraón y su guerrero, llegó un mensajero de Joppe, ciudad situada en la región de T`hai.

Esta comarca estaba situada junto a la desembocadura del Nilo. Llegaba el mensajero presuroso, jadeante, y pidió ser llevado ante el faraón en el acto. Cuando llegó ante él, le dijo que el reyezuelo asiático de Joppe había dejado de prestarle obediencia y se hallaba en rebeldía.

Al oír esto, Tutmés se encolerizó y, con los ojos llameantes, invocó a los dioses. Después hizo saber al enviado que destruiría la ciudad rebelde y haría sentir a su rey el peso de su autoridad.

Partió el mensajero y en seguida el faraón hizo venir a todos los nobles de su corte. Cuando les dio a conocer la noticia, ninguno se atrevió a pronunciar una sola palabra. La cólera de su rey les sobrecogía y, por otra parte, sabían cómo se defendería el reyezuelo rebelde. Los ojos de Tutmés, ante este silencio, recorrieron el salón, indignados. Entonces, uno de los presentes, que había estado todo el tiempo algo rezagado, empezó a hablar: era Thuti.

Pedía al rey permiso para marchar sobre Joppe; el rebelde sería reducido a la obediencia. Para ello necesitaba que Tutmés le dejara llevar su cetro y los mejores soldados del país. El faraón no vaciló en darle todo lo que pedía.



En los días que precedieron a la marcha, Thuti hizo los preparativos necesarios. Mandó que le hicieran un gran saco de piel, del tamaño de una persona, en el metió un par de argollas de hierro para los pies y otro para las manos. Dispuso cuatrocientas tinajas, en la mitad de ellas metió gran cantidad de cuerdas, cadenas y collares. Cuando todo lo tuvo preparado, reunió a los mejores soldados, y al frente de la expedición, emprendió el camino hacia Joppe.

Tardaron muchos días en llegar a las puertas de la ciudad, la distancia era larga y el sol abrasaba los caminos. Al fin llegaron al país de T`hai, y Thuti envió un mensajero al reyezuelo rebelde, por medio del cual le hacia saber que venía huyendo del faraón, porque éste, envidioso de su gloria y de su valor, había decidido matarle; por eso quería ponerse a su servicio, y como prueba de su fidelidad, le entregaría el cetro de Tutmés, que traía oculto entre los pastos de la caballería. Además, ponía a su disposición lo mejor del ejército egipcio.

Cuando el reyezuelo de Joppe escuchó el mensaje, se llenó de contento y mandó decir a Thuti que sería recibido en su corte como si fuera un hermano, y le prometió hacerle jefe de algún territorio importante.


Después salió a recibirle, acompañado de su escudero. Un cortejo de mujeres y niños les precedía, cantando armoniosas canciones.

Al llegar junto a Thuti, el rey le abrazó ante todos y le condujo a su campamento. Una vez en su palacio, comieron y bebieron juntos. Cuando acabaron, Thuti dijo al rey que permitiera entrar en el campamento a sus soldados, para darles de comer, porque estaban agotados después de la gran marcha que habían hecho. Así lo hizo y todos entraron en la ciudad.

Mientras se cumplían estas órdenes, el reyezuelo pidió al general egipcio que le mostrara el cetro del faraón. Thuti asintió, y mientras los servidores que se encontraban en la sala iban a buscarlo, aprovechando el instante en que se quedaron solos se fue hacia el rey, y tirándole de sus vestidos le derribó. De un salto, se echó sobre él diciéndole:

-He aquí el cetro del rey.

Y levantando su mano, le golpeó hasta dejarle sin conocimiento. A continuación le puso las argollas que llevaba en el saco, y cuando comprendió que no podría hacer ningún movimiento, aunque volviera en sí, le metió dentro del saco.

Poco después mandó a sus soldados que se escondieran, unos cuantos, dentro de doscientas tinajas y que de esta manera fueran introducidos entre los habitantes de la ciudad. Una vez que hubieran hecho esto saldrían de las tinajas y se lanzarían sobre todo el que les saliera al paso.

Los soldados, sin gran trabajo, se apoderaron de toda la gente del lugar, y entonces Thuti les hizo saber que había vencido a su rey y que no tenían más remedio, si querían conservar la vida, que acatar la autoridad del faraón. El pueblo aceptó, y poco después el general egipcio mandaba un enviado a Tutmés, dándole cuenta de su victoria y ofreciéndole en cautividad a todo el pueblo de Joppe.



Cuando el faraón recibió la noticia, creció aún más su afecto por Thuti y mandó hacerle un magnífico recibimiento, como homenaje a su gran hazaña.

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