LA CRUZ GRANATES #leyendas #españa #valladolid #emponderada #duelo #perdon
"Antes la muerte que el deshonor"- La divisa de los condes de Monte-Blanco. Doña Mencía, la única hija del último conde, se dispone a tomar las armas para luchar por su honor. Su padre había muerto, sólo cuenta con la ayuda de un antiguo vasallo del conde, dispuesto a servirla hasta la muerte. Una deuda de gratitud le liga a la familia de Monte-Blanco.
Armados de todas las armas caminan doncella y servidor por la llanura castellana. Doña Mencía ha retado a un caballero que ha de comparecer, al ponerse el sol, en la solitaria ermita de San Clemente. Por el camino relata a su acompañante la causa de su singular desafío. Don Nuño de Argensol la ha cortejado mucho tiempo, sin fortuna. De nada le han servido las noches que se ha pasado al pie de su mansión cantando endechas. A ella no le agradaba don Nuño, y éste ha recurrido a un medio ruin para obligarla a casarse con él. En la familia de Monte-Blanco se conserva una cruz de oro que tiene el valor de desposorio.
Es tradición que las damas de la casa se la den al galán que han elegido por esposo. Una sola que rompió el compromiso después de entregada la cruz, vivió poseída de endiablados espíritus hasta su muerte.
Don Nuño ha comprado a peso de oro a la dueña de su dama y se ha apoderado de la cruz. Doña Mencía se ha sentido ultrajada, y después de haber aprendido el manejo de las armas, le ha enviado a don Nuño, en Valladolid, un cartel de desafío, citándolo para un juicio de Dios en el paraje que llaman la Ermita Destruida.
En la ermita, don Nuño espera impaciente al desconocido que le ha retado bajo amenaza de reputarle de veinte veces más cobarde de lo que es, si no acude a la cita.
Al ponerse el sol, ve cómo se acercan dos jinetes; uno de ellos lleva el rostro cubierto por un antifaz negro. Antes de comenzar la lucha, promete quitarse el antifaz cuando ésta termine, venza o haya sido vencido.
El cielo se ha oscurecido y el combate comienza en medio de una gran tormenta. Al cabo de un rato, don Nuño cae herido de muerte. Entonces doña Mencía, comprendiendo lo insensato de su arrebato, y arrodillándose ante su víctima, se quita el antifaz y le pide perdón. Don Nuño, al reconocerla, dice que se ha cumplido la justicia de Dios y, arrepentido de su acción, le pide, a su vez que le perdone. En el pecho lleva la cruz, teñida con su sangre.
Pasaron los años. Sobre las ruinas de la ermita se levantó un convento, hoy en ruinas. Durante mucho tiempo, los moradores del contorno podían ver en las noches tormentosas una sombra con hábitos monjiles que con una cruz de oro cubierta de rojos granates llegaba hasta el crucero, donde debió de estar el altar mayor; y allí permanecía arrodillada, hasta que pasaba la tormenta. Entonces los granates de la cruz se transformaban en perlas, como si la sangre se transformara en lágrimas.
Era doña Mencía de Monte-Blanco, fundadora y primera Abadesa del convento de Sanclemente..
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