EL RICO Y EL DIABLO SIRVIENTE #piedad #envidia #sospechar #LEYENDA #FRANCIA
Hubo una vez un hombre muy rico y de noble familia. Este hombre era piadoso y quería emplear sus bienes en almacenar tesoros valederos para la otra vida. Sus obras de caridad eran innumerables; un hospital en el que los más pobres eran atendidos... Pero el demonio, celoso de aquella piadosa fundación, quiso hacer daño al buen hombre, y se introdujo en el cuerpo de un joven criado que acababa de morir. Con esa apariencia se presentó ante su amo al que dijo:
-Señor, por el renombre que os han dado vuestras obras de caridad, he venido a vos para que me toméis como criado, si creéis que puedo serviros de ayuda.
El señor aceptó. El fingido servidor supo obrar con tanto acierto, que al cabo de algún tiempo fue ganando en categoría, hasta ser de la absoluta confianza del dueño, el cual le dio el cargo de llevar todos los negocios y ocupaciones de la hospedería. El diablo supo cuidar tan bien a todos los pobres que el señor pensaba: "Sólo Dios puede haberme enviado tal servidor".
Un día, el criado pidió permiso para hablar con el dueño, y le dijo que un enfermo deseaba comer pescado
-Señor, los días son bellos y deleitables. Vayamos a pescar, y así tendremos pescado más fresco y más barato, y así también descansaréis un poco de vuestro agobiante trabajo.
El señor acepto de buen grado, y salieron al campo, en busca de un sitio, a la orilla del río, donde poder pescar. El diablo intentó varias veces hacer caer al lagua al señor, para que se ahogase: pero no consiguió su propósito. Regresaron, el dueño contento por la buena pesca que había hecho, y el diablo desesperado, porque había fracasado en sus malvados propósitos.
Al cabo de unos días, el demonio quiso intentar una nueva treta. Fue a su amo y le dijo:
-Señor, uno de los enfermos desea comer caza. Como sé que no os disgusta el ejercicio, os propongo que salgamos al bosque para cazar alguna pieza con que regalar a nuestro enfermo, que desea ese manjar.
El señor aceptó, y salieron al bosque, y allí el diablo intentó una y otra vez herir al dueño con sus venablos.
En vista de que no conseguía nada, otro día le dijo con tristeza en el semblante:
-Señor, vuestros gastos son excesivos. Si seguís entregando vuestro dinero para el hospital y para los pobres, os arruinaréis, y después os despreciarán todos.
Pero el amo, en vez de hacerle caso, dobló el dinero que dedicaba a las obras de caridad, con lo que creció todavía más su prestigio entre los pobres, los nobles y el clero.
Un día, un obispo quiso conocer al caritativo caballero, cuya fama se había extendido por todo el país. Llegó a visitarlo y el caballero quiso honrar a su huésped con un festín. Mientras se preparaban las mesas, el caballero mandó buscar a su sirviente favorito, a fin de que fuera conocido también por el obispo.
-Es un servidor como no encuentro otro. -le dijo al obispo- Sabe cazar y pescar. Es diestro en el juego del ajedrez y en las tabas; sabe cantar y tañer todos los instrumentos. Además es un buen administrador.
Vinieron los criados a decir que el sirviente favorito no aparecía. Era que el diablo, temiendo ser descubierto por el obispo, se había ocultado. Al final tuvo que aparecer, y el obispo en cuanto lo vio, conoció que era un diablo. Se puso de pie y le conjuró para que dijera la verdad. El diablo, a regañadientes confesó que se había introducido en el cuerpo del sirviente muerto para apartar al caballero del camino de la caridad; pero que todos sus propósitos se habían visto desvanecidos.
Una vez dicho esto, huyó y el cuerpo en que había habitado, cayó, vuelto a su estado de cadáver. El señor dijo que jamás habría sospechado que su servidor fuese el diablo.
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