EL MAR DE HIELO #leyendas #canada
Érase una vez un dios que quería reinar sobre todas las cosas. Creó una isla en el océano y la pobló sólo con dos mujeres. El Sol aún estaba envuelto en tinieblas y hacía mucho frío. La isla estaba siempre cubierta de hielo. Las dos mujeres vivían con muchas dificultades y sólo comían cuando conseguían pescar algún animal marino.
El dios comprendió que aquella situación no podía continuar y decidió esparcir la semilla de la vida en las olas del océano.
Un día, la más joven fue a lavarse a la playa y notó que algo se movía en su vientre. Apenas tuvo tiempo para comprender lo que le estaba sucediendo cuando ya había dado a luz a un niño. Pero con él también salieron del vientre otros muchos animales: ciervos, alces, nutrias y lobos. Después, la mujer murió. El chico que se llamó Manapus y vivió solo con la otra mujer, que se convirtió en su abuela.
Al cabo de unos días de nacer caminaba y hablaba, y en pocas semanas ya era un joven fuerte y valiente. Manapus construyó un arco y flechas. Salía por la mañana para cazar, recorría toda la isla y regresaba. Conocía a todos los animales que poblaban el bosque y los consideraba hermanos suyos porque habían nacido del vientre de su propia madre. Jugaba con ellos y era feliz.
Un día pensó que habría sido mejor tener un hermano de verdad, como él, y se sintió triste. Imaginó quién, de entre todos los animales, podría ser su verdadero hermano. Pasó lista a todos ellos, y, al final, se decidió por los lobos. Eran poderosos, fuertes y hábiles cazadores. Empezó a vivir en su compañía, pero no podía seguirles en su continuo ir y venir.
-Tú no puedes vivir como uno de mis hijos. Es mejor que estés quieto. Te daré un lobezno y podrás llevártelo a tu cabaña -le dijo una gran loba.
Dicho esto, llamó a todos sus hijos y eligió uno completamente blanco.
-Te daré a Lobezno Blanco. Es el mejor de todos. Tómalo y cuídalo -le dijo la loba.
Lobezno Blanco se convirtió en el hermano de Manapus. Durante la noche, éste lo transformó en un hombre como él y lo llamó Lobezno. Desde entonces fueron felices.
Sin embargo, en el fondo del mar, el dios marino sentía envidia de la felicidad de Manapus. Quería dominar toda la creación, por lo que se enfadó y ordenó que todas las olas se helaran.
-El hermano de Manapus caminará sobre ellas y podré matarlo -dijo el dios envidioso.
Cuando vio que el mar se helaba, Manapus comprendió el engaño del dios y advirtió a Lobezno que se abstuviera de correr por los hielos.
-El hielo se puede romper y entonces el dios submarino podría capturarte y arrebatarte de mi lado -dijo.
Pero el dios del mar consiguió atraer a Lobezno al hielo y sucedió lo que Manapus había temido. Al oír los gritos de Lobezno, a quien el dios del mar estaba arrastrando bajo el agua, Manapus corrió a ayudarle. Descendió a los fondos helados de las aguas y fue en busca de la ayuda de otros dioses. Ninguno le dijo dónde se hallaba su hermano y Manapus regresó desesperado a tierra firme, llorando por primera vez. Cada una de sus lágrimas se convirtieron en nubes negras y blancas que sobrevolaron los bancos de hielo. Con ellas se iba todo el calor del corazón humano y entonces el hielo empezó a fundirse.
La noche apagó todas las luces y el viento de los muertos sopló sobre todas las cosas. Las lágrimas de Manapus se convirtieron en una cascada y el mar aumentó de volumen, la tierra tembló y las aguas inundaron la isla de Manapus. La inmensa marea originada por la tristeza de Manapus cambió el rumbo de la vida.
Los dioses del fondo del mar también murieron porque el agua que los protegía se había ido. También murieron los hermanos animales de Manapus, los bosques y las flores. El Gran Luto de Manapus, fue el luto de aquel primer universo y todo desapareció bajo la inundación.
Sólo Manapus consiguió sobrevivir, porque una ola inmensa, la más alta de todas, lo elevó hacia el cielo. Desde allí creó un nuevo mundo, con animales, plantas, hombres y mujeres para que la Tierra dejara de ser sólo un paraíso para los dioses.
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