LA PESCA MÁGICA #leyendas #españa #magia
Cerca de la desembocadura del Ebro se yergue una ciudad dominada por una fortaleza: Peñíscola. Una vez, hace muchísimos años, era un pequeño pueblo de pescadores en el que sucedió una aventura muy extraña.
Una mañana, un pescador descubrió que alguien había utilizado su barca durante la noche. El nudo de atraque no estaba hecho como él lo había dejado y la vela no estaba bien recogida. ¿Qué podía haber sucedido? El pescador volvió a poner las cosas en orden, salió al mar y no dijo nada a nadie. Pero por la noche, tras haber dicho que se iba a dormir, regresó a escondidas a la barca y se escondió en el compartimento de proa. No tuvo que esperar mucho. Hacia la media noche subieron siete mujeres a bordo, soltaron las amarras, tensaron la vela y zarparon.
En ese momento se produjo el hechizo. La barca empezó a avanzar tan de prisa que parecía que no tocara el agua. El pescador intentó comprender qué estaba sucediendo, pero la noche era oscura y no consiguió orientarse. Así que cuando unas horas después la barca se detuvo ante una playa, el pescador no supo dónde se encontraba.
Dejó que las siete mujeres se alejaran y, después, también él bajó a tierra. Avanzando a trompicones llegó a una pequeña ensenada. Allí las siete mujeres que habían utilizado su barca estaban bailando con muchísimas más. El pescador comprendió que se trataba de brujas que querían celebrar uno de sus diabólicos rituales. Entonces, prefirió regresar a la barca sin hacer ruido y encomendarse a Dios. Al pasar cerca de un arbusto arrancó algunas hojas. Después, se escondió otra vez en el compartimento de proa y esperó a ver qué sucedía. Poco después, regresaron las siete brujas y la barca volvió a navegar increíblemente de prisa.
Durante el viaje de regreso, el pescador examinó mejor las hojas que había arrancado del arbusto de aquella tierra desconocida, las olió profundamente. Tenían el mismo perfume del tabaco, esa extraña planta que las carabelas traían de América. ¿Había llegado hasta allí?
Al cabo de pocas horas avistó Peñíscola y, mientras estaban entrando en el puerto, el pescador abandonó su escondite, pues, entretanto, se le había ocurrido una idea.
En cuanto las brujas lo vieron, intentaron huir, pero el pescador las detuvo amenazándolas con el remo.
-Os he reconocido. Si no hacéis lo que yo os diga, os denunciaré y ya sabéis que el castigo es la hoguera. -les dijo.
-¡No! ¡No! Dinos qué quieres y cumpliremos tu deseo -imploraron las brujas.
-Vuestro secreto es tal que sólo podría comprar mi silencio de una forma.
-Habla deprisa. Al alba tenemos que estar en casa.
-Entregarme el hechizo que hace navegar mi barca tan veloz.
Las brujas obedecieron de mala gana. La más anciana extrajo de su bolsa un pequeño frasco de polvos rojos.
-Toma. Aquí tienes suficiente para toda tu vida. Dos granitos de estos polvos bastan para cruzar el océano a toda velocidad. Pero procura que nadie te descubra. En caso contrario, también tú, acabarías en la hoguera.
El pescador cogió el frasco y las dejó escapar. Y gracias al hechizo de las siete brujas, muy pronto se hizo muy rico, ya que fue el primero en descubrir los bancos de pesca del océano Atlántico.
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