LA TRAICIÓN DE CHANG E #leyendas #china #destino #heroe #sol
Djun y Xibe se compadecieron del sufrimiento de la humanidad y rogaron a sus hijos que se comportaran, pero fue en vano. Enfurecido, Dijun mandó llamar al gran arquero Yi, y le entregó un carjac con flechas blancas y un arco rojo.
-Confío en ti para restablecer el orden sobre la tierra -le dijo-. Somete a mis hijos y da muerte a las bestias que aterrorizan a los humanos.
Yi, aceptó el reto y partió acompañado de su esposa Chang E. Tenía claro que con amenazas y persuasión no llegaría a ninguna parte, por lo que montó una flecha en el arco y la disparó al cielo. Explotó una bola de fuego y el aire se llenó de llamas doradas.
Momentos después se escuchó un ruido sordo, como si algo cayera al suelo. Las gentes corrieron hacia allí y descubrieron que uno de sus torturadores se había transformado en un cuervo de tres patas. Yi, siguió lanzando una flecha tras otra, y cada una daba en el blanco, provocando la caída al suelo del alma de un sol en forma de cuervo de tres patas. La atmósfera se enfrió pronto y, si no llega a ser por la previsión del sabio rey Yao, todo se habría extinguido. Comprendiendo que debía quedar un sol para ofrecer luz y calor a la tierra, Yao calculó el número de flechas que aún tenía Yi en su carcaj, y se aseguró de que se le acabaran antes de derribar el último sol.
Cumplida su tarea, Yi se dedicó entonces a los monstruos que aún amenazaban la tierra. Con gran habilidad y valentía dio muerte a las temibles bestias una tras otra, hasta que al fin volvió a reinar la paz.
-Confío en ti para restablecer el orden sobre la tierra -le dijo-. Somete a mis hijos y da muerte a las bestias que aterrorizan a los humanos.
Yi, aceptó el reto y partió acompañado de su esposa Chang E. Tenía claro que con amenazas y persuasión no llegaría a ninguna parte, por lo que montó una flecha en el arco y la disparó al cielo. Explotó una bola de fuego y el aire se llenó de llamas doradas.
Cumplida su tarea, Yi se dedicó entonces a los monstruos que aún amenazaban la tierra. Con gran habilidad y valentía dio muerte a las temibles bestias una tras otra, hasta que al fin volvió a reinar la paz.
Todos aclamaron a Yi, como un gran héroe, agradecidos de que les hubiera salvado de un destino terrible. Con los vítores y aplausos aún resonando en sus oídos, Yi regresó al cielo con su esposa Chang E para dar cuenta del éxito de su misión. Pero se encontró con que el dios Dijun, en lugar de recibirlos con los brazos abiertos, lo desterró diciéndole:
-Reconozco que no has hecho más que obedecer mi orden, pero no puedo honrar a quien ha matado a mis hijos. Tú y Chang E deberéis dejar el cielo y volver a la tierra con aquellos a los que tan bien has servido.
-Ahora nos han enviado a vivir en el mundo de los hombres y un día moriremos como ellos y tendremos que descender al infierno. Nuestra única esperanza es ir a ver a la reina madre de Occidente, que habita en lo alto del monte Kunlun, y obtener de ella el elixir de la inmortalidad
Ante la insistencia de Chang E,
Yi se puso de camino y se presentó ante la reina madre. Ésta, conmovida por la triste historia de Yi, accedió a ayudarles a él y a su esposa.
-En este cofre hay suficiente elixir para dar la vida eterna a dos personas, aunque mucho me temo que tendréis que quedaros en el mundo de los humanos. Para conseguir la inmortalidad completa necesitaríais beber como mínimo el doble. Guarda bien el cofre, porque todo lo que tengo está aquí.
Yi volvió a casa con el preciado cofre y encargó a su esposa que lo guardara a la espera de llegar un día particularmente propicio para tomar el elixir. Pero Chang E pensó:
-¿Por qué no me lo bebo yo todo y recupero así mi anterior condición de diosa? A fin de cuentas, bastante castigo he tenido ya injustamente.
Nada más beberlo Chang E notó que sus pies se elevaban del suelo. Empezó a subir y subir, salió por la ventana al aire de la noche, y ya fuera siguió subiendo.
-Pensándolo bien -se dijo entonces- tal vez no sea tan buena idea volver directamente al cielo. Quizá los dioses me reprochen que no haya compartido el elixir con mi esposo.
Decidió encaminarse primero a la luna, que brillaba tentadoramente, por encima suyo en el cielo tachonado de estrellas.
Yi se enfadó muchísimo, pero más se entristeció al enterarse de la traición de su esposa. Tomó entonces un alumno, Peng Meng, tal vez con la esperanza de que sus destrezas no murieran con él. Meng estudió firmemente y al final llegó a ser tan bueno con el arco que sólo Yi era capaz de superarlo. El muchacho se volvió celoso de la superioridad de su maestro y, un día, aprovechó una oportunidad para matarlo.
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