EL DIVINO CAMPEÓN #leyendas #caldea #mesopotamia
El Divino Campeón partió de la Montaña Sagrada, donde se había celebrado el consejo, provisto de una buena armadura que los dioses le habían dado y de las chispas que incendian las cabezas del Sagrado Monte. Seguido de un cortejo celestial, se dirigió a las orillas del mar Eritreo, y con voz que estremeció los valles y las montañas deliciosamente, lanzó el reto a Mummu-Tiamet.
No se hizo esperar la aparición del monstruo. Su cabeza era de hiena; el cuerpo, de tigre; las garras de águila y las alas, de vampiro. Su horrible cortejo le seguía. El divino Bel le atacó con ímpetu, sopló en el interior de sus fauces y lanzó con la diestra el rayo a través de ellas. El viento y el rayo destructor desgarraron las entrañas del monstruo, y Bel pudo encadenarlo, mientras el lúgubre cortejo se dispersó, aterrorizado; pero Biel los persiguió aniquilándolos.
Donde Bel ponía su mirada, brotaba la vida y la luz; miró al tenebroso mar Eritreo y lo iluminó hasta lo más profundo. Sólo quedó en tinieblas el pequeño trecho donde Mummu-Tiamet yace encadenado para siempre, junto a las armas con que fue vencido, tramando a todas horas lo que ya nunca podrá realizar.
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