EL TESORO DEL LUGAR FLORIDO #leyendas #guatemala #augurio #paz #fiesta #volcán
Un vigilante situado en la parte alta del templo, vio ascender del lago una nube ligera que fue a ponerse a los pies del volcán. Rápidamente se dispuso a comunicar la buena nueva: aquello significaba la paz, tan deseada, pues aquel volcán era el oráculo para los habitantes del Valle Florido. Cuando su silueta se destacaba nítida y despejada, la guerra estaba próxima, si, por el contrario, las nubes lo rodeaban, auguraba el descanso. Desde el día anterior, lo habían visto cubrirse con velones de gasas, que se habían ido desgajando entre los árboles de la ladera.
Pronto los heraldos anunciaban por todas partes que la guerra había terminado. Por eso, aquella noche fue un aspecto fantástico, cuajado de luces que parecían estrellas; eran las barcas de los comerciantes que lo surcaban en todas direcciones, unas, cargadas de frutas, otras, de plantas medicinales, aquellas llevaban esmeraldas, perlas, aguas aromáticas, en estas próximas se veían toros, guacamayos, cocos.
Un delirio para los ojos y una alegría para el corazón era el espectáculo aquel. También las hijas de los señores salieron a pasear en sus piraguas y el conjunto armonioso de sus cantores y músicos se entremezclaban con las voces de los compradores y vendedores, formando un delicioso conjunto.
Las mejores galas salieron de las arcas, en los aires sonaban los tambores, las flautas ylos atabales, y había flores y frutos, plumas y pájaros para recibir a los guerreros que ya se acercaban. Las madres, trémulas por la emoción recibían llorando a sus hijos, a los que reconocían entre mil, y las jóvenes adivinaban, impulsadas por el amor, a sus enamorados.
Fue un desfile espléndido, los guerreros pasaban con plumas rojas, amarillas, verdes, sobre sus cascos; las pieles curtidas por el ardiente sol, las miradas altivas y el corazón rebosante de orgullo.
También el cacique se unió a la fiesta vestido con un manto bordado en oro y los dedos cuajados de sortijas... Se organizaron bailes y los prisioneros fueron traspasados por las flechas que disparaban los vencedores, al compás de los instrumentos.
Al darse cuenta los blancos, cambiaron el rumbo y se lanzaron en su seguimiento. El chocar de sus remos levantaba velos de blanca espuma en el azul intenso del mar. Cuando estuvieron cerca del mar. Cuando estuvieron cerca de la orilla, hicieron sus primeros disparos, contra los perseguidos. Éstos, desorientados, huyeron, dejando esparcidos por los suelos, como un rico tapiz, los ópalos, rubíes, esmeraldas, diamantes, estatuillas de oro, preciosas telas, copas de plata... ¡Con qué asombro y fruición lo contemplaban los blancos, impacientes por saltar a tierra...!
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