EL CIERVO MARAVILLOSO #hungría #leyendas #persia #rapto #origen

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Como el pájaro vuela de rama en rama, así ha volado de boca en boca la leyenda de Hunor, Magyar y el ciervo maravilloso.

Después de la confusión de las lenguas, Menrut emigró a las tierras de Evilat, que ahora se llaman de Persia, y tuvo allí dos hijos de su esposa Eneh.  Ocurrió un día que estos dos jóvenes, Hunor y Magyar, subieron a caballo, y con cincuenta donceles cada uno, diestros en tirar con arco y en lanzar el dardo, salieron de caza.  Les acompañaban la suerte cada vez.  Volaron las flechas y los venablos por el aire; heridos de muerte cayeron al suelo los gamos y corzos. 

Cargados de buena presa, ya pensaban en volver a casa los hermanos cuando divisaron un ciervo.  Su piel  blanca lucía como la luna, su cornamenta brillaba como el oro del sol, era un ciervo maravilloso como si hubiera escapado de los prados celestiales.  Con gritos de asombro y júbilo se lanzaron los cazadores a su persecución.  

-¡Adelante, mozos! -gritaban Hunor y Magyar para animar a los jóvenes- ¡tenemos que matarlo aunque nos cueste la vida!

Tres días y tres noches duró la persecución.  El maravilloso animal corría con saltos ligeros.  Como si no se hubiera dado cuenta de los cazadores, subía las colinas para desaparecer otra vez en las hondonadas.  Tres noches y tres días cabalgaron detrás de él, atravesando bosques y matorrales; pero nunca se acortaba la distancia entre ellos, nunca podían llegar a ponerse a tiro.  Y al tercer día, al anochecer, lo perdieron de vista, como si la tierra se hubiese tragado al ciervo.

Abatidos y fatigados, acamparon los cazadores en un claro de bosque y comentaron junto al fuego que ciervo más maravilloso era aquél, que no se cansaba jamás y los atraía siempre más lejos sin rendirse a sus armas. 

 La mañana siguiente emprendieron el regreso; más al ver que las ricas praderas y los dilatados bosques eran admirables para las necesidades de un pueblo cazador y pastoril, decidieron pedir permiso a Menrot para abandonar el campamento paterno y establecerse en estas regiones.  Con el consentimiento de Menrot.  Volvieron, pues, a partir y se instalaron en la nueva morada.

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Cinco años habían vivido allí tranquilamente, cuando un día, al explorar el país circundante, se presentó ante sus ojos otra vez el ciervo maravilloso.  Como atraídos por un encanto, siguieron el rastro de la sin par pieza y penetraron en los pantanos de Meotis.   Vagando por allí entre juncales, llegó de pronto a sus oídos un canto que el viento de Oeste traía en su dirección.  Guiados por los gratos sonidos, se adelantaron en silencio y descubrieron un atractivo espectáculo.  

Cien muchachas se bañaban en las aguas de un río, mientras otras cantaban y jugueteaban.  Eran las dos hijas de Dul, príncipe de los alanos, que, en ausencia de sus padres, maridos y hermanos, celebraban con sus doncellas la fiesta del cuerno de caza.

-¡A cada uno, una moza a la silla! -mandaron Hunor y Magyar; y ellos mismos dieron el ejemplo, apoderándose con presteza de las hijas de Dul.

Alegremente llevaron en sus sillas la inesperada presa a su morada, sin notar como acompañaba la comitiva con su mirada, desde lo alto de una colina, el ciervo maravilloso.  Las mujeres raptadas a la fuerza se conformaron con su destino.  

De las uniones de Hunor y Magyar y sus guerreros con ellas se originaron las naciones hermanas de los hunos y de los magiares.