MAHINA, LA NAVE DE LOS MUERTOS #polinesia #leyendas #dolordemadre #hijo

En una nube que flotaba sobre el mar vivían dos espíritus malignos.  Cuando llegaron cerca de la isla Hao vieron entre las olas el rostro de una mujer.  Era Takua, que nadaba entre la espuma de las olas buscando algo de comida.

Los dos espíritus la envolvieron entre sus brazos de sombra y, por un instante, la llevaron a un país lejano sin vida.  Allí, penetraron en su cuerpo y le robaron el hijo que llevaba en su seno.  A partir de ese momento, Takua nunca más se quedaría embarazada.  Después, en el silencio, la mujer regresó a la vida entre las olas y los dos espíritus se alejaron en su nube.

A partir de entonces, el niño robado fue criado por el mar hasta que pudo vivir solo.  Los espíritus lo llamaron Tahoratakarar y con la espuma y la sombra construyeron una gran nave negra para él.  Era Mahina, atada con hilos invisibles a los misterios del más allá.  Navegaba de noche y los hombres sentían el viento que se respiraba entre sus velas.  Se detenía sólo cuando alguien estaba a punto de morir y esperaba su alma inmortal.

Una noche, Takua sintió ganas de recuperar a su hijo y pensó que él podría ser quien conducía la nave misteriosa.  Se sumergió en el agua y llegó a nada a la nave de las almas.  Había una cuerda colgando de un costado y por ella pudo trepar al puente de la nave.  En esta había largos pasillos en los que se mezclaban, sin saberlo, centenares de almas.  No había ni un ápice de vida, ni un respiro.  Takua sólo distinguió a un hombre alto y barbudo, y su sangre le dijo que era hijo suyo.

En la oscuridad de la noche, le palpó la espalda, la cara, los ojos.

-Eres mi hijo -le dijo.

-Sí, madre.  Pero, ahora nuestro destino es caminar cerca sin reconocernos.

-Pero tus ojos reflejan mi amor -exclamó la madre.

-Quizá es porque lo contienen todo.  Ahora debes irte.  Ningún ser vivo puede permanecer en esta nave.

-¿Qué voy a hacer sin tí, ahora que te conozco?  -preguntó la madre.

-Cuando regreses a la isla, todo será distinto -concluyó el hijo.

Cuando Takua volvió a ver a su marido, éste la encontró muy cambiada.  Tenía la mirada perdida y se escondía continuamente.  Entonces, la ató a la mesa, pero la mesa se partió; encendió un fuego alarededor de ella y el fuego se apagó.

Atraídos por sus poderes mágicos, acudieron a ella muchas mujeres que tenían parientes muertos y le preguntaron si había visto a sus familiares.  Takua dijo que no.  Le dijeron que llamara a uno y Takua lo pudo hacer gracias a su hijo.  Desde entonces, siempre pudo evocar las almas de los fallecidos.

Y la nave fantasma continuó para siempre entre las islas para ayudar a la gente a aceptar la muerte.