EL PASTELERO DE MADRIGAL #leyenda #españa #engaño #traición #justicia
En los últimos años del siglo XVI, reinando en España Felipe II, hubo alborotos y disturbios en
la ciudad de Ávila, cuyos habitantes, agobiados por los muchos tributos exigidos, colocaron
en los sitios más visibles carteles lujuriosos para el Rey y el Gobierno, siendo por ello castigados,
algunos nobles con la muerte en 1592.
Los portugueses, que idolatraban a su rey don Sebastián, desaparecido en una expedición africana
no se resignaban a la idea de haberle perdido. De mala gana se sometían a la dominación castellana,
buscando e medio de emanciparse de ella con continuas conspiraciones. La más importante fue la
preparada por Miguel de los Santos, fraile agustino, que gozaba de gran fama de ilustre entre sus
coetáneos. Había seguido el partido de su prior, Antonio Crato, enemigo de Felipe II.
Este monarca le trajo en castigo a Salamanca, hasta que le fue levantada la pena por presiones
de todos los nobles, nombrándole vicario de Santa María la Real de Madrigal.
Fray Miguel había conocido, siendo soldado en Portugal, a Gabriel de Espinosa, y quedó impresionado
ante su gran parecido con el monarca don Sebastián; sus mismos grandes ojos azules, sus cabellos
rubios, elevada estatura y distinguida personalidad hacían de él un personaje de sangre real.
El fraile concibió el plan de que este hombre podría suplantar al desaparecido Rey, quitando así la
corona de Portugal a Felipe II. Fray Miguel le propuso sus planes a Gabriel, y aunque éste
rehusó al principio, al final aceptó.
Al fin, él era de padres desconocidos, y llegó a creer verosímil su origen real. Había dejado la
carrera militar y era pastelero en Madrigal. Como estaba dotado de talento, caballerosidad y decisión,
explotó estas cualidades para el logro de sus ambiciones.
Lo primero que le propuso fray Miguel fue su matrimonio con doña Ana, hija de don Juan de Austria
y sobrina de Felipe II, que era religiosa de un convento de Madrigal. Mientras, él avisaría a los
magnates de Portugal para que éstos se encargaran de anunciar a su pueblo que don Sebastián
vivía en un pueblo castellano, bajo un humilde traje de aldeano, y de soliviantar a sus partidarios
para que le proclamasen Rey.
Cuando Gabriel se presentó ante la monja, ella no dudó de que aquél personaje apuesto y
distinguido fuera el rey don Sebastián, y, enamorada, sostuvo con él una apasionada correspondencia,
en la que le daba el trato de "Su Majestad", soñando con ser su esposa y reina. Le cedió todas sus
valiosas joyas, para que resolviera aquella situación.
Partió el pastelero, acompañado de un paje y con todas las alhajas, a Valladolid, para tomar parte de
las conspiraciones. Un caballo se desbocó en una calle, y Gabriel lo dominó y montó sobre él,
admirando a la gente con su gallardía y distinción. Habiendo hecho amistad con una cortesana,
ésta vio las joyas, y sospechando que las pudiera haber robado, le denunció, siendo Gabriel encarcelado
por orden del alcaide de la Chancillería.
Enterados de su encarcelamiento doña Ana y fray Miguel, influyeron para liberarle, aclarando el
origen de las joyas; pero al encontrarle cartas en las que se planeaba un golpe de Estado, se le abrió
expediente, descubriéndose así "el pastel". Felipe II siguió paso a paso con mucho interés todo el
proceso, que dio como resultado la condena a morir en la horca a fray Miguel, que fue ejecutado
en la plaza de Madrid el 16 de Octubre de 1595.
Doña Ana, que tan inocentemente había cooperado a estas intrigas, fue castigada a tres años de
rigurosa penitencia, sin salir de su celda más que para asistir a misa, y con ayunos constantes a
pan y agua. Al final de sus días fue nombrada abadesa del Monasterio de las Huelgas, de Burgos.
donde acabó sus días. Gabriel de Espinosa sufrió condena por traidor y embustero, saliendo de la
cárcel de Valladolid para ir a morir a Madrigal en la plaza pública, donde se colocó el patíbulo,
donde fue ajusticiado después de ser arrastrado por todas las calles en una espuerta. En el mismo
patíbulo se le descuartizó, y su cabeza, metida en una jaula de hierro, fue colocada en la pared
del Concejo de la villa.
Aún existe en Madrigal la casa en que vivió Gabriel, en una calle que todavía lleva su nombre.
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