LAS DOS ÁNJANAS #leyenda #españa #cantabria #hada #mujer #seductor
Al pueblo santanderino de Los Tojos había llegado un joven andaluz, pinturero y conquistador, que
había revolucionado a las jóvenes del lugar.
Fingiendo una pasión arrolladora, se dedicó a cortejar a la moza más guapa de la aldea, y utilizando
toda su gracia andaluza desbancó a los numerosos admiradores montañeses. La muchacha se enamoró
también de él, y pronto se pusieron en relaciones, que duraron, lo que tardó en enterarse de que la
moza era pobre y no contaba con más fortuna que su belleza de rostro y de espíritu, que con ser
grandes, no bastaban al joven andaluz. Inventando un pretexto la dejó; tuvo la muchacha un profundo
dolor, porque le quería con todo su corazón.
El joven, pronto la olvidó y se dedicó a conquistar a otra muchacha, e hizo lo mismo con ella, que
con la primera; y con las cinco mejores muchachas del contorno, y todas quedaron suspirando por
el andaluz conquistador.
Pero un día de invierno llegó al pueblo un caballero y una dama que parecía su hija; era ésta de
extraordinaria belleza, con un cutis blanco como la nieve y largas trenzas negras y sedosas. Los
viajeros iban a Campoo, pero no pudiendo continuar el viaje por la gran nevada que había caído,
se quedaron allí hasta que se fundiera la nieve.
Rápidamente corrió por el pueblo la nueva de la
nueva de la bella viajera, y todos los mozos acudieron a contemplar aquella maravilla. El
andaluz fue de los primeros en acudir a verla, y quedó perdidamente enamorado de ella. La joven
le alentaba con sus sonrisas, y él no necesitó nada más para asediarla, hasta que encontró la
ocasión de hablarle y declararle su amor.
Ella le aceptó, prometiendo corresponderle cuando estuviera
en Campoo, donde iba a fijar su residencia, pero con la condición de que la siguiese él andando
detrás de sus caballos. El joven consistió encantado, porque la distancia era corta, y fácilmente
cumpliría la prueba.
Pasó el temporal de nieves, y los caminos estuvieron ya transitables. El caballero y la bella dama
hicieron los preparativos, y una mañana de sol salieron a caballo en dirección a Campoo; detrás
iba el enamorado joven.
Al principio seguía alegre a los caballos, sin apartar sus ojos del rostro de la dama, haciéndole
grato el camino. Al llegar a Tajayerro empezó a notar el cansancio, que fue en aumento, hasta
que no pudo seguir; le dolía todo el cuerpo y se le hicieron llagas en los pies; tuvo que quitarse
el calzado y por un rato anduvo descalzo. Cada vez caminaba más despacio y los caballos más
de prisa; viéndolos perderse a lo lejos, el joven llamaba a gritos a la muchacha, que le alentaba
a seguir, pero sus fuerzas estaban agotadas.
De pronto se oscureció el sol entre negros nubarrones
y empezó a nevar; los pies se le helaron con la nieve, aunque hacía esfuerzos sobrehumanos
para seguir corriendo, no lo conseguía, perdiendo de vista los caballos en la revuelta de un
camino. Desesperado murmuró que desearía ser perro para poder correr y alcanzarlos, y quiso
gritar, pero le salió un horrible ladrido; con gran espanto se vio transformado en un perro
grande, negro y flaco, que empezó a correr, pero notó que le crecían unos cuernos que le
pesaban mucho, y no podía levantar la cabeza ni seguir.
Más tarde, solo y abandonado en el
camino, y casi cubierto de nieve, fue devorado por los lobos.
Los dos caballos emprendieron su veloz galope a través de los campos y desaparecieron en la
lejanía. Eran dos ánjanas (hadas cántabras), transformadas así para castigar al joven conquistador
y sin conciencia.
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