EL HUÉRFANO Y SATANÁS #leyendas #polonia

Un huérfano que en su día había tenido algunas tierras, pero que por la avaricia del señor de la comarca se quedó en la indigencia, se lamentaba de su triste suerte en voz alta, diciendo que hasta al diablo serviría si hiciese falta.  No bien hubo pronunciado estas palabras, cuando se le apareció un carruaje negro, del cual bajó un caballero, que le dijo:

-Joven, parece que no estás muy contento con tu suerte.

El pobre muchacho le contó su desgracia, y el caballero le ofreció irse con él.  No tendría más trabajo que el de cuidar cuatro fuegos que había bajo cuatro marmitas; pero que de ningún modo había de levantar las tapaderas.  Nuestro héroe, que se llamaba Mateo, vio que en la sala no había más que cuatro calderas, y en el ángulo opuesto un banquillo, un lecho y, no muy lejos, un atizador, un estropajo y un fuelle.

-Ya ves -le dijo el caballero- tienes ahí lo que quieras; mis servidores te traerán todas las noches comida y lo que te parezca.  Si alguna vez me necesitas, no tienes más que llamar con la trompeta ésa, y en el acto apareceré.

Dicho lo cual, desapareció.

Mateo se quedó muy conforme, y así estuvo un año, y dos también.  Mas al tercero se aburrió y le entraron unos deseos horribles de saber lo que había dentro de esas marmitas.  Con mucho cuidado levantó la tapa de una de ellas.  La cara se le puso pálida: allí estaba uno de los que peor le habían tratado allá en sus tierras.

-¡Mateo -gritó el infeliz, que se estaba cociendo en aceite-, sálvame!

Entonces comprendió Mateo a qué amo servía.  Pero acordándose de todas las maldades que le habían hecho, bajó la cobertura del pote.  Abrió la tapadera de la segunda, y dentro estaba un pariente suyo que le había expulsado de su casa, hirviendo en pez.

-¡Mateo -gritó-, apaga la lumbre!

Mas el muchacho tapó el caldero sin escucharle.  Abrió la tercera marmita y vio al señor que había arruinado a sus padres, metido en agua hirviendo.  Mateo recibió la misma súplica, y Mateo volvió a tapar sin escucharle.

Pero el mancebo tenía buen corazón y por fin, conmovido por la angustia, dejó apagar la leña que ardía bajo las marmitas.

El que peor le había tratado le dijo:

-Mira Mateo, ese estropajo que llevas en la cintura; no te separes nunca de él.  En cuanto le sacudas, de él saldrá oro.

Efectivamente, Mateo lo probó y así era.

En la segunda marmita estaba su pariente que le dijo:

-Nunca dejes el atizador que llevas en la mano, pues con dar un golpe en la tierra, al momento recibirás lo que quieras.

En la tercera marmita estaba el señor de las tierras.  Este le dijo:

-No pierdas de vista la trompeta, pues todo lo que le pidas a Satanás, te será concedido al más leve toque.

En la cuarta marmita estaba el párroco que le dijo:

-Hijo, no te olvides de emplear esos poderes en bien de Nuestro Señor.

Agradeciendo los buenos consejos, Mateo dejó el fuego apagado un año entero.  Satanás llegó tarde, y al ver crujir el fuego bajo las marmitas, le dijo:

-Bien: ¿me quieres servir un año más?

Pero el muchacho le contestó:

-No, ahora me voy.

-Como quieras; ¿qué sueldo deseas?

Mateo pidió lo siguiente:

-Por el primer año me darás el estropajo; por el segundo el atizador, y por el tercero la trompeta.

El diablo se retorcía de furor; pero terminó por acceder y le dio todo lo que pedía.

La despedida fue cordial; mas el diablo reconoció que le había salido caro.  No obstante, le prestó el coche, para salir de sus dominios.

El joven se hizo llevar a la mejor posada de Cracovia y pidió el mejor cuarto y una comida suculenta.  El hostelero le miraba con aire de menosprecio; pero Mateo, viendo la expresión del posadero, sacó el estropajo y le llenó las manos de oro.

Por aquel tiempo gobernaba la nación polaca un rey déspota, que al enterarse de la riqueza de Mateo, mandó que se presentase en la corte,  para que conociese a sus hijas.  Pero Mateo, al ir por la calle, tropezó con el atizador que llevaba y en un instante conoció la verdad.  Mando una carta el rey diciendo que desde luego a él no le engañaba nadie.

El rey, ciego de furor mandó que le visitase una de sus sirvientas, en señal de castigo.  Esta criada se llamaba Basia.  Mateo quedó prendado de ella, y un día le dijo:

-Basia, ¿te quieres casar conmigo?

Al lo cual contestó ésta que sí.

El rey tuvo un ataque de cólera; pero a Mateo no le importó.

Un día se declaró la guerra contra los tártaros, que querían invadir el reino, y entonces Mateo hizo sonar la trompeta y en seguida apareció Satanás, entregándole una armadura de oro.  Mas como las huestes del rey huían ante el enemigo, Mateo hizo sonar la trompeta y como por arte de magia brotaban soldados de todas partes.  Mateo ganó la guerra y se llevó prisioneros a los jefes.

El joven, pensando en Basia, pidió al monarca que le concediese el grado de gentilhombre, según costumbre polaca; pero éste, consumido por los celos, dio orden de que le quemasen vivo.

Mateo montó en cólera, y tocando la trompeta avanzó hacia el castillo, lo asaltó y se encontró al soberano muerto de miedo en una sala; tomó el castillo y mandó rapar el pelo a las princesas, en señal de castigo.

Em el momento en que estaba más entusiasmado en dar órdenes, Satanás, cansado de obedecerle, le asestó un puñetazo a traición, quitándole la trompeta.

Cuando Mateo recobró el sentido se hizo llevar a la casa de su prometida y celebró los desposorios.

Más tarde llegaron los senadores de la ciudad, pidiendo que Mateo se encargase de la administración de Cracovia, él aceptó, encantado de tan alto honor, y todavía seguiría si la muerte no le hubiese arrebatado de su alto lugar de gobierno.