EL NACIMIENTO DE LA MUCHACHA DIVINA #leyendas #malasia #creacion
En la noche de los tiempos nada existía. Todo estaba aún en las fauces de la serpiente marina que vivía inmóvil entre las aguas del océano. No había ningún pueblo que pudiese cantar alabanzas a los dioses porque ni siquiera había dioses. No existían los ríos, ni las selvas, ni las playas. Las nubes negras se confundían con las nubes blancas y el espacio estaba vacío. Solamente había una luz que provenía de dos montañas, una de oro y otra de piedras preciosas. Pero también esas montañas estaban inmersas en las aguas.
Sin embargo, un día la serpiente marina se movió y un terrible maremoto sacudió el frágil equilibrio de la nada. Las dos montañas chocaron entre sí y del mar surgió un tremendo relámpago. Fue como una explosión de luz que pronto se transformó en bóveda celeste, en nubes de colores, en Sol, en estrellas y en Luna.
Entre los destellos, surgió el pájaro unicornio llamado Mahatala, el dios creador nacido de la colisión de las montañas bajo las olas del mar. Mahatala en seguida empezó a volar sobre los espacios líquidos y se dio cuenta de que estaba solo. Entonces, alargó los diez dedos brillantes de sus patas y los extendió sobre las aguas vacías. Cayeron algunas gotas resplandecientes y se sumergieron entre las olas. De entre las aguas emergió entonces una muchacha divina; la virginal Djata.
De sus orejas pendían joyas de perlas que el viento divino agitaba suavemente. La diosa se las quitó con un gesto lleno de candor y las lanzó hacia lo alto. De ahí, nació la tierra, las montañas, los ríos y los torrentes.
Pero Mahatala, el creador surgido del mar, alzó de nuevo sus dedos resplandecientes y de ellos salió una luz clarísima que atravesó el cielo y bajó hasta el océano.
Djata se acercó hasta ese puente de luces y observó el fulgor de Mahatala a lo lejos. Entonces, de los labios del creador salió la Palabra:
-Ven, ven, esposa.
Djata subió por el puente de luz y avanzó hacia Mahatala. Cuando estuvo junto a él, el dios-pájaro le tomó la mano y la acompañó entre las nubes coloreadas por el sol. Y así, uniendo sus cuerpos nacidos del mar, dieron origen a los antepasados de los hombres.
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