LOS DOS AVENTUREROS Y EL TALISMÁN #fabulas #jeandelafontaine #francia #valor #cobarde
No guían a la gloria caminos llenos de flores, me bastan por testimonios Hércules y sus trabajos. Este dios apenas ha tenido rivales: pocos encuentro en las fábulas mitológicas, menos aun en la historia. Pero uno voy a citar, a quien viejos talismanes hicieron buscar fortuna en el país de los cuentos.
Iba de viaje con un compañero, y encontraron un poste con este aviso:
"Señor aventurero, si tienta tu deseo ver lo que no vio ningún caballero andante, no tienes más que cruzar este barranco; y después, tomando en brazos un elefante de piedra, que verás tendido en tierra, llevarlo de una corrida a la cumbre de aquella montaña, que amenaza a los cielos con su soberbia frente."
Uno de los caballeros se amedrentó:
-El caudal del barranco es rápido y profundo -dijo- y, aun suponiendo que pueda pasar a la otra parte, ¿para qué cargar con el elefante? ¡Qué hazaña tan ridícula! Cara será tal esa, que podrá soportarse por tres o cuatro pasos; pero llevarla a la cúspide del monte de una sola corrida ha de ser empresa superior a las fuerzas del hombre, a no tratarse de un elefantillo tan pequeñín, que solo sea propio para puño de un bastón, en cuyo caso, ¿Qué honor puede dar tal aventura? Embaucarnos quieren con ese cartel; algún enigma será para engañar chicuelos. Por mi parte, os dejo con vuestro elefante.
Marchó el argumentador, y se lanzó al agua el Aventurero a ojos cerrados. Ni la profundidad ni la violencia de la corriente le detuvieron; llegó a la otra orilla, y vio al elefante tendido, según estaba escrito. Lo tomó en brazos; le llevó a lo alto de la montaña, donde encontró una vasta explanada y después una ciudad.
El elefante lanzó un grito, y la ciudad se puso en armas. Cualquier otro aventurero, al ver aquello, hubiese huido; pero el nuestro, lejos de volver la espalda, quiso a lo menos vender cara su vida y morir como héroe. Pero ¡oh sorpresa!, aquel pueblo lo proclamó rey, en reemplazo de su difunto monarca; y él no se hizo mucho de rogar, aunque la carga le parecía algo pesada, o por lo menos, así lo dijo.
Lo mismo decía Sixto V cuando lo hicieron papa (como si el ser rey o pontífice fuera cosa de poco más o menos) y pronto pudo reconocerse la sinceridad de sus excusas.
La fortuna es ciega y va detrás del valor ciego; bien hace el cuerdo en obrar algunas veces sin dar tiempo a la cordura para estudiar la empresa que acomete.
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