HISTORIA DE UN POBRE HOMBRE QUE FUE A PREGUNTAR A DIOS POR SU MUERTE #leyendas #bulgaria #incertidumbre
-¿Adónde vas y de dónde vienes, hermano, para estar tan fatigado? -le preguntó la mujer.
El hombre le contestó:
-Voy en busca de Dios, hermana; tengo cuatro hijos y no sé cómo mantenerlos.
El hombre, después de haber tomado fuerzas, siguió su camino; más prometiendo a la mujer que cumpliría su deseo. Marchó, un pie tras otro, un día tras otro, y llegó a lo alto de una montaña muy alta y poblada de salvaje vegetación. Cuando la iba atravesando, se hizo de noche y el hombre se dispuso a descansar bajo unos arbustos. Pero allí encontró a doce ladrones que asolaban con sus correrías los pueblos del valle. Lo recibieron bien, como cosa rara, y le preguntaron que adónde iba por aquella montaña .
-Soy un pobre hombre y voy buscando a Dios para preguntarle cómo podré alimentar a mis cuatro hijos.
Los ladrones le pidieron que cuando encontrase a Dios le preguntase qué suerte les tenía reservada para el otro mundo.
El viejo les prometió que así lo haría. Por la mañana temprano siguió su camino. El monte se espesaba más, los senderos se hacía difíciles y empinados. Al fin encontró una gruta, en donde esperó la noche. Mientras estaba allí, llegó un ermitaño que habitaba en el fondo de la caverna, y le preguntó:
-¿Cómo has llegado hasta aquí, buen viejo? ¿Qué buscas en este monte tan áspero y bronco?
El viejo le contó, lo que iba buscando, y el ermitaño le pidió también que le preguntase a Dios por el destino que le tenía reservado después de la muerte.
-¿Por qué has llegado hasta esta altura, donde no habita nadie? Veo que estás fatigado por un lago viaje y, a lo mejor, el objeto de tu peregrinación es muy importante.
.Hermano, busco a Dios para que venga en mi ayuda, pues soy muy pobre. Tengo tres hijos y una hija, y mi pobreza es tan grande, que no tengo pan para alimentarlos. Por eso voy buscando a Dios. -contestó.
.En cuanto a educar a tus hijos es muy fácil -le respondió- Mándalos primero a la escuela, para que aprendan a leer en los libros. Después coloca a uno en casa de un banquero, otro con un comerciante y otro con un sastre. Acepta el salario que les den. ¿Qué mas preguntas tienes?
-El señor no le ha concedido hijos a esa mujer, por su bien. Si ella trae la mundo a un niño, le faltarán o los ojos o las manos, o los pies. Y sí, por suerte, está bien constituido, será malo, borracho y jugador, bandido. Por eso Dios no le da hijos. ¿Qué más tienes que preguntarme? -dijo el viejo, que era el mismo Dios.
-Todavía tengo que preguntarte otra cosa. Por el camino encontré a doce bandidos de lo peor que se puede uno imaginar. Y me han pedido que le pregunte a Dios que suerte les tiene reservada en el otro mundo.
-En el otro mundo Dios los precipitará al fondo del infierno y sus cuerpos servirán para atizar las calderas de Satanás. ¿Qué más tienes que preguntarme?
-He encontrado en una gruta a un viejo que no hacía más que persignarse, rogar a Dios y hacer genuflexiones. Me ha pedido igualmente que le pregunte a Dios lo que será de él en el otro mundo.
-Dios le hará guardar el paraíso y será el que tenga las llaves del cielo.
-Pórtate bien, amigo y presta atención. Cuando digas al ermitaño que irá a guardar el paraíso, que tenga alegría, pues si se entristece, será él el que vaya a quemarse en las calderas del infierno. Por el contrario, si los bandidos se alegran será a ellos a quienes Dios dará las llaves del cielo,. Adiós y vive bien.
Y diciendo estas palabras, se elevó al cielo. El pobre hombre cayó de rodillas, pues comprendió que el viejo era el buen Dios.
Partió después alegre y llegó a la gruta del ermitaño.
-¿Qué, buen hombre, has visto a Dios?
El pobre hombre le transmitió la contestación del Señor:
-¿Cómo dices? -exclamó el ermitaño- ¿Se me colocará a la puerta del cielo, para guardarlo y tener sus llaves? ¡Aún tengo que pasar trabajos en el otro mundo, después de haber penado en éste! Mejor quisiera servir de fondo a las calderas del infierno que quedarme a las puertas del paraíso.
Esto fue lo que dijo el ermitaño y esa fue la suerte que Dios le reservó en el otro mundo. El pobre hombre siguió el camino de regreso y encontró a los bandidos, que le rodearon preguntándole ansiosamente si había visto a Dios y si le había contestado a la pregunta que ellos le hicieron. El pobre hombre les dijo:
-Dios me ha dicho que, en pago de vuestros crímenes, os sepultará en el infierno y allí serviréis para atizar las calderas en donde arden los condenados.
Los bandidos saltaron de alegría y se pusieron muy contentos, pensando que Dios es justo; y cuando murieron, Dios los hizo guardianes de las puertas del paraíso.
Hermosa leyenda. Me encantó disfrutar de su lectura.
ResponderEliminarSaludos.