LOS DIOSES LO SABEN #leyendas #china #libertad #amistad #amor
-Soy muy desgraciada. Estoy sola en el mundo. Duermo en el campo, debajo de cualquier árbol; como hierbas y raíces y no puedo soportar más esta soledad.
Mientras hablaba, se le llenaban los ojos de lágrimas. El caballo sagrado, compadecido, trató de calmarla, diciéndole que el preferiría mil veces poder hacer su vida, que no la que él se veía obligado a llevar, encerrado siempre en un patio y lleno de comodidades, soportando la adoración de los hombres, que le creían sagrado.
-Algunas veces me he escapado; pero han logrado cogerme. Me obligan a comer alimentos que me repugnan.
-Yo estaría encantada si pudiera comer esos pasteles que os presentan continuamente -dijo la niña.
-Está visto que deberíamos cambiar nuestros puestos -añadió el caballo.
-¿Qué?
-No quiero decir que tú te conviertas en caballo y yo en niña; esto sería imposible: Lo que te propongo es que te quedes en mi lugar y me dejes escapar, para poder ser libre y feliz, lejos de este odioso templo.
La niña, encantada, convino en que a medianoche harían el cambio. Aquella noche, antes de que brillara la Luna, acudió la muchacha al patio del templo donde el caballo la esperaba, ansioso.
-¿Qué deberé decir cuando la gente me pregunte por qué estoy aquí? -preguntó la niña.
-Di, simplemente: "Los dioses lo saben". Permanece después en silencio y probablemente pensarán que su caballo sagrado se ha convertido en una diosa. Envuélvete en estos mantos de seda para ocultar esos trajes tan viejos que llevas.
Se despidieron y el caballo salió del patio y huyó por el campo. La niña cerró la puerta del patio del templo, se vistió como le había mandado y se echó a dormir.
Los ladrones, aterrorizados, creyendo que el caballo se había convertido en niña, huyeron despavoridos dejando en el patio del templo todas las riquezas que habían robado al mandarín.
La niña curioseó los paquetes y los encontró llenos de maravillosas riquezas; marfil, oro, sedas, esmaltes. Todo lo extendió por el suelo, y después de estar largo tiempo admirándolo, rendida de sueño, se durmió.
Al día siguiente, una gran comitiva llegó al templo. El mandarín iba a encontrar una niña, en vez del caballo sagrado, y todos los tesoros que le habían sido robados esparcidos por el suelo, en derredor de ella. asombrado, le preguntó quién era, dónde estaba el caballo sagrado y cómo estaban allí todos los tesoros robados de su palacio. La niña, por toda respuesta, contestó:
-Los dioses lo saben.
-Verdaderamente, los dioses lo saben todo -dijo el mandarín- y esto es un milagro. Nuestro caballo sagrado se ha convertido en diosa.
El pueblo se arrodilló y la adoró con gran reverencia. La creyeron capaz de devolver todas las cosas robadas. La colmaron de presentes y le construyeron un magnífico templo, rodeado de maravillosos jardines.
Así pasaron diez años, y la niña se hizo mujer. A pesar de todas las atenciones que recibía, se sentía desgraciada por su soledad. Un día, estando paseando por su jardín, al anochecer un criado se acercó a ella y le dijo:
-Excelsa diosa, acaba de ocurrir una cosa muy extraña en la puerta de la verja. Hace una hora que un viejo caballo blanco está golpeando la puerta para intentar entrar. El portero lo echa; pero el caballo vuelve una y otra vez.
-Dejadle entrar -ordenó la muchacha.
Al momento apareció el criado con un caballo blanco, viejo y cansado. La joven despidió al criado, y volviéndose hacia el caballo le dijo alegremente:
-Has vuelto, al fin, querido caballo sagrado; disfruta ahora de mi palacio. Yo te cuidaré y atenderé estas viejo y fatigado.
El caballo le contó que había sufrido mucho por el mundo. Cuando estuvo en el templo, los hombres le admiraban; sin embargo, fuera de él lo habían dominado y maltratado. Había tenido libertad, pero ésta de nada sirve si no se tiene la amistad y el amor. Deseaba vivir con ella, que era la única persona a quien quería, y le suplicaba un lugar a su lado, donde esperar la muerte.
-Querida mía -murmuró él- de nada sirve la libertad si no se tiene la amistad y el amor.
-Los dioses lo saben -dijo ella.
-Si, los dioses lo saben -contestó él con voz emocionada.
Comentarios
Publicar un comentario