Existe en Italia una curiosa leyenda, cuyo recuerdo es evocado por la gente ante una gran piedra de granito que aún se conserva en el Gressoney-Saint-Jean, un poco mas allá del Hotel Miravalle.
Dicen que hace muchos siglos, el diablo que siempre deseoso de provocar el mal, planeó la muerte de un buen número de personas, pensando en desbordar un gran lago de Gressoney-La Trinité, cuyo caudal de agua era capaz de ahogar a todos los habitantes de aquellos contornos. A fin de llevar a cabo tan perverso proyecto, se trajo de Roma una enorme piedra para sumergirla en el lago y provocar la inundación; pero era tal el peso de su carga, que antes de llegar a la meta se detuvo junto a Miravalle, para descansar, y rendido por la fatiga, se quedó dormido unos momentos.
Mientras, los vecinos de Gressoney-La Trinité, sospechando las intenciones del demonio, corrieron hacia el lago, en el que había, sobre una roca, una imagen de San Grato, y le pidieron devotamente que frustrara las perversas intenciones del infernal personaje. Después fueron al lugar donde este se encontraba dormido junto al bulto de granito traído de Roma, y con grandes precauciones consiguieron marcar en él una cruz.
Cuando el diablo despertó y se encontró ante la cristiana señal, sacudió su cuerpo, lleno de cólera, contra la piedra, pronunciando maldiciones tan fuertes, que hizo temblar el suelo de diabólica ira.
Inmediatamente tuvo que marcharse de allí, sin poder alcanzar su objetivo.
Dicen que de la enorme masa de granito se ha extraído, tiempo después, mucho material para construir el camino provincial; pero, sin embargo, aún conserva la piedra tres marcas bien claras, que parecen las huellas de los cuernos y el rabo, que con tanta violencia golpeó el diablo contra ella. Y hasta hace pocos años también se conservó, señalada con una marca de hierro, la parte de aquel bloque donde fue hecha, para conjurar al diablo, la señal de la cruz.
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