UMA SE DIVIERTE #Leyenda #India #Himalaya #piedad #eclipse

Imagen de Kant Smith en Pixabay

Mahadeva se hallaba un día en las montañas sagradas del Himalaya, sumido en la meditación de abstractos problemas. A su alrededor los árboles fructificaban, los espíritus y los animales eran felices y el suelo estaba cubierto de flores. El poderoso dios estaba sentado en una especie de trono manufacturado de flores celestiales, que emanaban un fulgor especial, iluminando de esta manera todo el ambiente con una luz suave. El perfume de sándalo y el sonido de música celestial llegaba a los sentidos como un bálsamo en aquel lugar de silencio y solicitud. Cuentan que estaban presentes con él todas las estaciones; es decir, un ejemplar de cada animal y de cada flor, sentados a su alrededor, lcon la inteligencia fija en yogi concentración.

Mahadeva llevaba como prenda de vestir la piel de un tigre y por encima de sus hombros la piel de un león. Su hilo sagrado era una serpiente terrible. Su barba era verde; su pelo largo, que llegaba al suelo, estaba lleno de nudos. Los rishis se inclinaban, delante de él hasta tocar el suelo tres veces, en señal de homenaje.

Entonces llegó Uma, hija del Himalaya, esposa de Shiva, seguida por su cortejo silencioso de mujeres santas. Iba vestida como su señor y guardaba los mismos votos que él. La jarra que llevaba estaba llena de agua recogida en todos los tiirtha y las damas del río sagrado la seguían. Uma, que tenía ganas de gastar una broma a Mahadeva, se le acercó por detrás y le cubrió los ojos con sus preciosas manos. Al instante el Sol se puso, y todos los bichos vivientes, acobardados, temblaban de terror.

La oscuridad desapareció. Un tercer ojo había brotado de la cabeza de Shiva; un ojo como un segundo sol, que el Himalaya, con todos sus bosques, animales, plantas e insectos, desapareció, se quemó hasta el suelo y la tierra se calcinó. Los animales que pudieron llegar a su presencia se echaban al suelo implorando su perdón y, sobre todo su protección.

El fuego que procedía de ese tercer ojo entretanto, subió hasta el cielo, quemándolo todo, como si hubiese llegado el tiempo de la destrucción del átomo. Toda la Tierra empezó a desaparecer con sus piedras preciosas y sus minerales; todo se deshacía delante de la mirada de Shiva.

Uma, viendo que su padre había perecido, salió de detrás de Mahadeva con las manos unidas en señal de oración. Mahadeva, viendo el dolor de Uma, lanzó miradas de benignidad al Himalaya y a las demás partes de la tierra que amenazaban desmoronarse. El Himalaya volvió a su existencia, como si nada hubiese ocurrido. Los animales recobraron su forma, las flores brotaron y los pájaros llenaron los espacios con sus trinos. Uma, con los brazos cruzados, se dirigió a su señor, diciéndole:

-¡Oh! santo señor de las criaturas. Te ruego me resuelvas esta duda ¿por qué ardió toda la montaña y los bosques también? ¿Por qué has restituido ahora a la montaña a su forma normal?

El Mahadeva le contestó:

-¡Oh, señora llena de pureza! Debido a que me tapaste los ojos con intención de juego, sin pensar en las consecuencias, el Sol se puso y el mundo empezó a enfriarse. Entonces, ¡oh hija de la montaña! creé un tercer ojo para la protección de todos los seres; pero la energía tan terrible que posee destruyó la montaña. Fue para ti, ¡oh princesa! que mande construir las montañas otra vez