LA IRA DE PERKUNAS #leyendas #lituania

Iurata era la hija de Perkunas, el rey de los océanos.  En realidad, era ella quien gobernaba el reino marino porque Perkunas era anciano y prefería vivir alejado de los problemas.  Así que la muchacha vivía en un palacio submarino donde velaba por todos los animales del océano.

Un día, el viejo cangrejo de la costa fue a verla y le pidió respetuosamente una audiencia privada.  Iurata se la concedió y, cuando estuvieron a solas, el cangrejo empezó a narrar una extraña historia.

-Mientras estaba en la playa, medio enterrado bajo la arena, aparecieron unos hombres que se sentaron junto a mí.  No notaron mi presencia y empezaron a hablar entre sí.  Hablaron de una nueva red, fabricada por un tal Kastytis que, según decían, daría resultados extraordinarios.  Decían que estaba fabricada de tal modo que ningún pez podría escapar.

Iurata miró al anciano cangrejo como si tratara de confirmar lo que había oído, después le dio las gracias  por haberla avisado y lo despidió con un regalo.  Se trataba de una hermosa estrella de color rojo que el cangrejo tomó con sus pinzas y colocó sobre su cuerpo.  Así, nadie lo reconocería.

Mientras se alejaba, Iurata convocó a las más hermosas ninfas del mar.  Fue un espectáculo increíble verlas llegar desde todos los rincones del océano, así, llegaron las ninfas del Pacífico, cuyos ojos eran de oro; las del Mediterráneo, con sus largas trenzas oscuras; las del Atlántico, rubias como el sol, sin olvidar las del Ártico, con su penetrante mirada azul.

Cuando todas las ninfas del mar estuvieron ante Iurata, ésta dio inicio al proceso contra aquel que había inventado la red mortal y todas votaron a favor de la prisión eterna para Kastytis.  Pero, primero había que capturar al culpable y ninguna de ellas sabía como hacerlo.

De repente, Iurata tuvo una idea.

-Iremos a la playa a cantar.  Estoy segura de que no podrá resistirse a nuestros encantos y querrá venir con nosotras.  En cuanto toque el agua, lo apresamos -explicó Iurata.

Así pues, partieron decididas hacia la playa del Báltico.  Acababan de fundirse las últimas nieves primaverales y las ramas de los bosques empezaban a cubrirse de yemas verdes.

Los primeros pajarillos llegaban desde tierras lejanas y cantaban a la luz del sol.  Como si fueran hijas de aquella estación del amor, las ninfas aparecieron en tierra firme.  Tendieron sus cuerpos desnudos sobre la arena y sobre las rocas de la orilla, y empezaron a cantar.  Era una melodía sagrada.

Tu mano acudirá a mecer mis cabellos,

mientras la noche nos cubrirá con su manto de seda.

Escucha Kastytis el canto de las ninfas

que desean tu amor.

Kastytis, que se hallaba en su cabaña, no pudo resistirse y salió para ver quien cantaba así.  Iurata, al ver al muchacho, se enamoró profundamente.

-No se puede encarcelar la belleza.  Regresad al vasto océano.  Yo me quedaré e intentaré convencer a este joven para que desista en su intento -dijo a sus compañeras.

Las ninfas miraron sorprendidas a la reina del mar, pero ninguna protestó.  Al regresar, se detuvieron en la morada del padre de Iurata y le contaron lo que había sucedido.

El anciano Perkunas desencadenó toda su furia y lanzó las aguas de su reino para castigar a su hija indigna.  Las olas se convirtieron en salvajes corceles blancos y partieron hacia las costas indefensas.  

Todo quedó arrasado a su paso; los bosques verdes, las casas, las ciudades.

Iurata huyó con Kastytis hacia las colinas, pero también allí llegaron las olas.  La ninfa no quiso abandonar a su amado.  Hubiera bastado un gesto para que todo terminara, pero sabía que si lo hacía, ella tendría que volver al mar y ser una reina sin amor.  Por ello, prefirió permanecer junto a Kastytis. 

 De este modo, los dos amantes murieron abrazados después de descubrir la felicidad.  Con ellos perecieron miles y miles de hombres, mujeres y niños víctimas de la cólera del dios del mar.