LOS ÚTILES DE PESCA #guayana #leyendas #pesca #alimento #envidia

En tiempos muy remotos nadie sabía pescar y nadie sabía dónde había peces, ya que ni en los ríos ni en el mar había vida.  Fue un hombre del bosque quien descubrió los secretos del agua.

Caminando a lo largo de los márgenes del río, precisamente en el lugar que éste moría en el océano, descubrió una nutria que jugueteaba en el agua.  Se acercó sigilosamente y vio que sujetaba una calabaza vacía ente las patas.  Observándola bien, vio que la nutria la llenaba de agua y la vaciaba en la arena.  Salían tantos peces que el animal  corría a la orilla y los capturaba tras haberlos golpeado con un bastón.

Pasado el primer estupor, el hombre pensó que si poseía aquella calabaza conseguiría dar de comer a su familia sin demasiadas dificultades.  Así, aprovechando un momento de distracción de la nutria, le quitó la calabaza y huyó.

Cuando llegó a orillas del mar, en un lugar donde sólo conocía él, llenó la calabaza y vertió el agua en la orilla.  Salieron muchísimos peces de todas las especies.  Entonces, con el bastón los fue matando y regresó a casa con el botín no sin haber escondido antes la calabaza mágica.

Ninguno de los suyos había visto peces y lo miraron sorprendidos.  Pero la mujer, los recogió y empezaron a comérselos.

-Está bueno -dijo el suegro del pescador.

-¿Dónde los has cazado? -preguntó su cuñado.

-Es una carne muy sabrosa -concluyó su mujer.

El hombre no respondió, simplemente confirmó que era una carne muy buena.

A partir de aquel día, llevó a casa muchos peces y su cuñado siempre le preguntaba dónde los conseguía.  También él los buscaba, pero nunca había dado con ellos.  Pero un día, decidió seguir al pescador y observó cómo éste tomaba la calabaza escondida en el hueco de un árbol, la llenaba de agua y la vaciaba llena de peces en la playa.  Su cuñado lo vio todo y, al día siguiente se levantó muy temprano para ir al mar.  Encontró el árbol dónde se hallaba la calabaza y, al cabo de poco rato, también el capturó muchos peces.  Sin embargo, mientras los pescaba se le cayó la calabaza al agua y el mar se llenó de peces.  Pero ya no le fue posible capturarlos con el bastón y, por si fuera poco, la calabaza mágica había desaparecido.

Cuando el hombre se dio cuenta de todo, se enfadó muchísimo con su cuñado porque ya no sabía cómo haría para pescar.  Sin embargo un día, mientras caminaba por la playa vio de nuevo a la nutria gris que había plantado un cesto de juncos entre las olas del mar.  Miró con más atención y se dio cuenta de que las olas traían los peces, que después no podían volver a salir.  La nutria esperaba a que hubiera muchos y después los recogía del cesto.

El hombre siguió a la nutria y vio donde escondía el cesto.  Lo tomó y desde ese día llevó de nuevo pescado a su familia.  Pero su cuñado volvió a sentirse envidioso e hizo todo lo posible para descubrir el nuevo reto de la pesca.

Esperó el momento oportuno y se adueñó del cesto mágico.  Se dirigió al mar y también capturó muchísimos peces.  Pero mientras estaba llevándolos a la orilla se olvidó el cesto en el mar y un gran molusco aprovechó la ocasión.  Cogió el cesto de juncos y se lo llevó mar adentro.

De nuevo, cuando el hombre se dio cuenta de todo, se enfadó muchísimo con su cuñado porque ya no sabía cómo haría para pescar.  Sin embargo, un día fue a meditar a orillas del océano y terminó por dormirse.  Lo despertó el graznido de un ave.  Miró alrededor y vio una garza real sumergiendo el pico en el agua para capturar los peces que nadaban en las aguas bajas.  Se dirigió al bosque y arrancó la rama más larga de un árbol.  Afiló una piedra hasta hacerla tan aguda como el pico de la garza.  Después, la ató a la rama y se fue a cazar los peces de las aguas bajas.  Así pudo llevar de nuevo a su casa todo el pescado que necesitaban.

Una vez más, el cuñado se sintió envidioso y quiso descubrir de nuevo el secreto de la pesca.  Pero esta vez, tras haber robado la lanza e ir a pescar no le salió bien.  Al intentar arponear un pez se hirió un pie.  Como había puesto todas sus fuerzas en aquel gesto, la lanza se metió entre dos rocas y lo mantuvo aprisionado entre las olas.  El ladrón clamó ayuda pero nadie le oyó.  Cuando subió la marea, murió ahogado.

El hombre pescador lo encontró al día siguiente y, a partir de aquel día, todos pudieron pescar sin peligro.  El sacrificio de una vida humana había aplacado la cólera del padre de todos los peces y los hombres pudieron encontrar entre las olas del mar alimento suficiente para satisfacer su hambre.