LA SERPIENTE DE LOS MARES DEL SUR #leyendas #indochina #amor #cuidar #vengarza
En el fondo del Mar de China, no lejos del golfo de Tonkin, vivía el rey de los Mares del Sur. Era un sabio a medio camino entre un dios y una ballena. Su palacio era tan grande que las agujas más altas de las torres tocaban la superficie del océano. Eran agujas de coral y parecían flotar con sus colores delicados. Las ventanas se abrían a la vida submarina y de los muros pendían sedas de bordados dorados. Alrededor nadaban los peces luminosos de los abismos que, con sus cuerpos, rompían la noche eterna de aquellas profundidades.
En el palacio también vivía el hijo del rey, que tenía forma de serpiente. Su piel era muy suave al tacto y en su mirada no existía crueldad alguna. Era muy curioso y algo desobediente. Siempre quería descubrir cosas nuevas y su padre, que conocía todos los peligros del planteta, vivía angustiado.
Un día, insatisfecho por limitarse al mundo submarino, la serpiente marina quiso conocer tierra firme para ver cómo era y para conocer a los famosos hombres de los que tanto había oído hablar. Se fue sola aprovechando un momento de distracción de los guardias que le cuidaban.
Así llegó a una playa dominada por unos escarpados escollos. El viento estaba tranquilo y el Sol que estaba amaneciendo desenfocaba todas las siluetas de las cosas. Entre los árboles que crecían desde la orilla, los musgos habían teñido el suelo de todos los colores y, un poco más lejos, las garzas volaban lentas entre las cañas.
Había un sendero que se adentraba en el bosque y la serpiente marina se dirigió a él tranquilamente. Pero aún no había tenido tiempo de arrastrarse por la arena, cuando tropezó con un grupo de niños. En seguida empezaron a lanzarle piedras. La serpiente no sabía defenderse de los hombres y estaba a punto de morir cuando llegó una muchacha muy hermosa. Ella alejó a los niños y curó las heridas de la serpiente marina. Cuidó del animal durante varios días hasta que la serpiente pudo nadar de nuevo.
-Has sido buena conmigo. Como agradecimiento quisiera llevarte a visitar mi reino. No lo sabes, pero soy el hijo del rey de los Mares del Sur -le dijo la serpiente.
La muchacha siguió a la serpiente al palacio submarino y pasó con los animales del mar un largo periodo de tiempo.
Pero un día, sintió nostalgia de sus bosques y montañas y pidió permiso al rey para regresar a su tierra. El rey, que era anciano pero muy sabio, la comprendió y mandó que dos delfines la acompañaran a su tierra.
La historia de su aventura dio la vuelta a su país y un príncipe quiso conocerla. Llamó a la chica a su palacio y escuchó las maravillas que ella contaba. Era tan dulce y buena que el príncipe se enamoró de ella y quiso casarse. Se celebraron fabulosas fiestas y hasta las flores del bosque parecían más hermosas. Las golondrinas volaban entre las columnas del palacio mientras los tambores marcaban el ritmo de las bailarinas.
Sin embargo, nadie sabía que la serpiente del mar, convertida tras la muerte de su padre el rey de los Mares del Sur, siempre había estado secretamente enamorada de la hermosa muchacha convertida, a su vez, en princesa.
Cuando llegó a sus oidos la noticia de la boda, el nuevo rey se puso furioso y decidió vengarse de quien amaba. Reunió todas las olas del océano y las mandó contra la tierra. Nadie había visto nada igual. El Sol se había puesto y un viento lúgubre transportaba el fragor del mar por doquier. Las aves marinas se habían marchado como si fueran mensajeras de la noticia de la guerra entre el mar y la tierra.
Murieron hombres, mujeres y niños, y también murió la buena muchacha y su esposo, el príncipe. Pero un día, las aguas se retiraron. La tierra fue de nuevo tierra y los hombres volvieron a vivir bajo el cielo claro. El mar había destruído, pero no había vencido.
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