LOS DESEOS #abundancia #mediania #sensatez #fabula #jeandelafontaine
Hay en Mogolia unos duendes que sirven de criados. Limpian y arreglan la casa, cuidan de los muebles y a veces cultivan el jardín. Si los estorbáis en su faena, lo echáis todo a perder. Uno de estos duendes cultivaba el jardín de un propietario vecino del Ganges. Trabajaba sin mover ruido, con mucha maña; y profesaba vivo afecto al señor y a la señora, y sobre todo al jardín. Los céfiros, amigos suyos, le ayudaban en su empresa.
Él, por su parte, no se daba punto de reposo, y colmaba de venturas a sus patronos. Tanto les quería, que nunca les hubiera dejado, a pesar de la volubilidad propia de la especie; pero sus colegas, los otros espíritus, influyeron tanto en el presidente de aquella república, que por capricho o por razón de Estado lo cambió de domicilio. Le dieron orden de ir allá, al fondo de la Noruega, a encargarse de una casa cubierta de nieve todo el año; y, de indo que era, se convirtió en lapón.
Antes de partir, dijo el duende a sus patronos:
-Me obligan a marchar; no sé por qué culpas; pero el caso es que he de dejaros; no puedo permanecer aquí más que muy poco tiempo, un mes todo lo más; quizás una semana. Aprovechadla; ved que tres cosas deseáis, porque puedo cumplir tres deseos vuestros; tres nada más.
Desear no es trabajo nuevo ni extraño para el hombre. Los dos esposos pidieron, en primer lugar, Abundancia; y la Abundancia derramó a manos llenas en sus arcas los doblones, el trigo en sus graneros, y el vino en sus bodegas. Reventaba todo de puro repleto. ¿Cómo entenderse con aquel tráfago? ¡Cuántas apuntaciones, cuántos registros, cuántos afanes y cuántos quebraderos de cabeza! Marido y mujer estaban tan enfrascados; que no podían aclararse. Los ladrones les tendieron mil acechanzas; los grandes señores les pidieron prestado; el monarca les sobrecargó de impuestos.
El exceso de su fortuna hacía desgraciadas a aquellas pobres gentes.
-¡Líbranos de ese cúmulo inoportuno de bienes! -exclamaban ambos- ¡Dichosos indigentes! Preferible es la pobreza a estos tesoros. ¡Basta de riquezas! Y tú, dulce Medianía, compañera del reposo, madre del buen humor, vuelve cuanto antes.
Al oír estas palabras, la Medianía volvió; le hicieron sitio, se congraciaron con ella, y fueron más felices que aquellos que pierden en vanos deseos y quimeras el tiempo que necesitan para sus asuntos. El duendecillo se regocijó con ellos; y para aprovechar su generosidad, cuando estuvo a punto de marchar, le pidieron una tercera gracia; la Sensatez, tesoro que nunca estorba.
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