HERNANDO EL HALCONERO #proteccion #lealtad #halcon #cetreria #paísvasco #leyendas
https://pixabay.com/es/?utm_source=link-attribution&utm_medium=referral&utm_campaign=image&utm_content=1449701
Vivía Hernando, el halconero, junto a la torre de Gartéiz. Era uno de los más diestros cazadores con arte de altanería y tenía reputación entre todos los compañeros, como el más entendido del oficio. Hernando consiguió enseñar a un halcón, que era su preferido, al que cuidaba con más amor, y el que, en compensación, le traía las mejores piezas, las aves más montesinas, las que más difícilmente podrían derribar otros halcones. Negro, con ojos brillantes, el halcón iba erguido en el guante de Hernando, y al solo movimiento del brazo de éste se lanzaba como una flecha de basalto contra las aves que vanamente querían huir de él. Así, entre Hernando y su halcón llegó a haber una relación íntima, un afecto casi humano.
Una tarde, la cacería había sido larga, y Hernando estaba cansado y sediento. Bajaba de un alto monte, a cuya cumbre había llegado después de penosa ascensión. El halconero buscaba con gran ansiedad una fuente en que refrescar su sedienta boca. Al fin, junto a una pequeña arboleda, vio con gran alegría una fuente que brillaba al sol del atardecer. Bajó del caballo y se echó de rodillas, para beber. El halcón volaba por encima de el. De pronto, cuando el halconero iba a aproximar a sus labios las manos, en que había recogido un poco de agua, la soltó con un grito de dolor. Había sentido un tremendo picotazo en el cuello. Se revolvió irritado, y vio con extrañeza que había sido su propio halcón, el que le había atacado. Quiso atraerlo para sujetarlo en el guante, pero fue inútil, el halcón lo impedía, lanzándose feroz contra su dueño, hasta que este, lleno de ira y desasosiego, puso una saeta en su ballesta, y lanzándola contra el ave la derribó, muerta en tierra.
Iba a recogerla el cazador, del que había sido su compañero, cuando vio con espanto que en el nacimiento de la fuente una enorme culebra había metido su cabeza y que cerca, unas aves que habían bebido estaban muertas.
El halconero comprendió, con gran dolor y confusión, que su halcón, con el inexplicable ataque, lo había salvado de una muerte cierta. Cogió el cuerpo, que aún latía, del ave y lo besó; le dio sepultura, ahuyentó a la culebra y alzó allí una fuente.
La fuente se encuentra cerca de la ermita de Santa Águeda, y cuenta la tradición que quien beba de esas aguas el 5 de febrero, fecha en que se celebra la romería, no tendrá ningún mal en el resto del año.
Comentarios
Publicar un comentario