LA ROSA AZUL #amor #dicha #paz #leyendas #china

Hace mucho tiempo que vivió en China un sabio emperador que tenía una hija.  Su hijo tenía sucesión, y el emperador se encontraba feliz al ver su trono asegurado.  Sólo le faltaba para colmar su dicha, casar a la hija con un hombre digno de ella.

La princesa era la más bella e inteligente mujer de todo el imperio.  Cuando se supo que el emperador quería casarla, ciento cincuenta pretendientes se presentaron en el palacio.  Se les hizo saber que sólo el que ofreciese una rosa azul a la princesa conseguiría su mano.  Al saber esta condición, imposible de realizar, todos abandonaron su intento excepto tres de ellos.  Uno era un riquísimo mercader.  Este se encaminó a la mejor tienda de la ciudad y pidió una rosa azul.  El tendero le aseguró que jamás había oído hablar de rosas azules.  Había conocido rosas rojas, amarillas, blancas...pero azules nunca.  Halagado por la gran recompensa que había de obtener, acabó por comprometerse a buscarla.

Otro pretendiente era un valiente guerrero.  Éste reuniendo a cien valientes de su ejército, se encaminó al país del rey de los Cinco Ríos, poseedor de riquísimos tesoros, para pedirle la rosa azul.  El rey, cuyo poder militar era muy pequeño, atemorizado por aquellos hombres armados hasta los dientes y con aire amenazador, llamó a uno de sus sirvientes y le ordenó:

-Tráeme la rosa azul.

El criado volvió con un estuche de seda que encerraba un gran zafiro tallado en forma de rosa.  El guerrero le dio las gracias, y tomando el preciado zafiro volvió al palacio del emperador.  Cuando la princesa vio esta rosa azul dijo:

-Esta no es una rosa, es un zafiro, y yo no necesito más piedras preciosas.

El guerrero tuvo que abandonar su intento.

El mercader, al saber el fracaso del guerrero, corrió a la tienda donde había encargado su rosa azul y amenazó al tendero con la muerte si no se la proporcionaba en el plazo de tres días.

Pasaron los tres días y el tendero no veía modo de hacerse con la rosa azul.  Acongojado se lo contó a su esposa.  Ésta, que era una mujer inteligente, le propuso introducir una flor blanca en un líquido de tinte azul.  Así lo hicieron y consiguieron una rosa azul.  El mercader, con su compra, se dirigió al palacio del emperador.  Cuando la princesa tuvo la flor en sus manos dijo:

-Esta es una flor blanca que ha sido introducida en un  venenoso líquido azul.  Si una mariposa o un insecto cualquiera se posa sobre ella morirá en seguida, a causa de su emanación venenosa.  No deseo una falsa rosa azul.

En vista de esto, el mercader fue expulsado de palacio.

El alto jefe de Justicia, que estaba enamorado de la princesa, intentó probar fortuna y mandó al más famoso de los artistas chinos que le fabricara una taza bellísima de la más fina porcelana y pintara en ella una rosa azul.  El artista trabajó tres meses y logró hacer una taza preciosa, en la que pintó una rosa azul.  El alto jefe de Justicia, que era aficionado a las porcelanas, no tuvo más remedio que confesar que era la más bella taza que había visto.  Pagó espléndidamente al artista y se dirigió a palacio.

Cuando la princesa la vio dijo:

-Es la porcelana china más bella que he visto en mi vida.  Si me lo permitís, me quedaré con ella.  Ninguna flor, excepto la rosa azul, merece ser colocada en ella.

El alto jefe de Justicia se la regaló muy gustoso, pero tuvo que conformarse con eso.  No pudo obtener la mano de la princesa.

Poco tiempo después llegó al reino del emperador un joven trovador, que vagó por el país cantando dulces melodías al son de su laúd.  Un día, al anochecer, cuando paseaba junto a las tapias del palacio imperial cantando una de sus más bellas canciones, vio sobre la tapia un hermoso rostro de mujer que le hacía señas.

La princesa le había oído cantar, y se enamoró de él.  El trovador buscó la puerta de entrada y penetró en el jardín.  Pasó la noche con la princesa y le prometió pedirla a su padre al día siguiente.  La princesa le advirtió que su padre exigía una flor azul para consentir en su matrimonio.  El trovador sonrió y dijo:

-¡Qué tontería!  Todo se arreglará.

Al día siguiente el trovador fue a palacio y cogió una rosa blanca que encontró en un jardín del camino.  Cuando le fue entregada la rosa a la princesa, ella dijo con el mayor aplauso:

-¡Esta si que es una rosa azul! 

El alto jefe de Justicia y toda la corte protestó porque la rosa era una vulgar rosa blanca.

-Estoy segura de que esta rosa es azul -dijo tranquilamente la princesa, y añadió amablemente- sin duda ustedes padecen de la vista.

El emperador decidió que si la princesa opinaba que era azul, lo sería sin duda, porque la princesa era más lista que todos los brujos, astrólogos y profetas juntos.

La princesa y el trovador se casaron y vivieron muy felices en una apartada casa junto al mar, rodeada de un jardín lleno de rosas blancas.  El emperador, feliz de ver a su hija dichosa, murió en paz.