EL FULANO DE LA MONTAÑA #leyenda #españa #aragon #astucia
Mulas o Lechalas en Aragón
En la zona alta de Sobrarbe criaban abundantes lechalas (mulas entre nueve y doce meses), a las que adornaban para las faenas domésticas (labranza y carga), siendo este, al venderlas después de treinta meses (treintenas) por un dinero superior; Uno de los mayores beneficios que obtenían la gente de las tierras más altas, pues las lechalas, las solían mercar los montañeses en la feria de Navidad de Barbastro.
Un sujeto de una buena casa que compraba de siete a ocho lechalas cada feria, se dirigía a Barbastro llevan consigo mucho dinero. Sabedor de la existencia de malhechores que por esas fechas rondaban, que conocían que muchas gentes recorrían las cabañeras y demás caminos con la bolsa repleta hacia la feria de Barbastro, y además sabía que estos amigos de lo ajeno se situaban la mayoría de las veces entre las carrascas de Salinas de Hoz, donde dominaban muchos trozos de cabañera de la parte de abajo y de la parte de arriba hasta la Sierra de Camporroyo, viendo toda la gente que se aproximaba.
Así, el montañés, se puso la vestidura peor que encontró por casa, dos o tres pares de alpargatas andrajosas, para cuando se rompiese una ponerse otra, y decidió hacer sólo la travesía, aunque lo normal era ir en grupo para protegerse. También se dispuso en un saco, atado de las esquinas, dos o tres pedazos de pan y algún pedazo de tocino blanco, dando innegable planta de pordiosero.
Viejas alpargatas
Con estas curiosas e inapropiadas condiciones, el día de antes de la feria arreó para Barbastro. Los ladrones eran gentes inteligentes. Los que venían a vender los lechales ya se preparaban las cuadras con las bestias bien limpias y cepilladas antes de la feria.
Los bandoleros, haciéndose pasar por compradores les preguntaban si esperaban a muchos clientes, para sacarles información, enterándose de que aguardaban a un buen cliente de la montaña, que siempre adquiría siete u ocho lechalas, con dinero en mano. Incluso el nombre del Fulano les facilitaron y su procedencia, aunque no conocían su apariencia.
Con todos estos datos partieron a las carrascas de Salinas a aguardar a su víctima. Esperaban a un señor con capa y sombrero, y con la bolsa rebosante de monedas. No podía ser de otra forma tratándose de un adinerado caballero, y de buen linaje, que iba a adquirir una buena cantidad de animales.
Éste, pasó de incógnito y se tropezó justamente con los que él temía. Los bandoleros como vieron a un mendigo, sin pintas de tener nada, más bien de necesitar todo, lo pararon y le preguntaron si conocía y había visto a ese Fulano acaudalado de la Montaña, a lo que contestó:
-¡Oh, aún tardará algunas horas en llegar, se ha quedado comiendo en el Mesón de Arcusa!
Esperando y desesperando pasaban las horas..., y el personaje no llegaba. De pronto llegó una expedición de diez o doce feriantes, a los que los ladrones les preguntaron si se habían cruzado con esa persona a la que aguardaban, y ellos les informaron afirmativamente, pero que les llevaba una ventaja de varias horas, y que no sabían por qué, pero iba disfrazado de harapiento.
Rápido pero demasiado tarde, los forajidos cayeron en la cuenta del engaño, que el sobrarbense había sido más avispado que ellos, que al que esperaban hacia rato que se habría presentado en Barbastro. Con esa fría cara del burlador burlado se quedaron.
Comentarios
Publicar un comentario