FAETÓN #leyenda #grecia #padre #imprudencia
Apolo y las musas
Jugando un día unos cuantos muchachos empezaron a reñir. Los chicos se fueron acalorando, la disputa tomando altos vuelos, y terminaron injuriándose lo más duramente que pudieron. Uno de ellos era Faetón, hijo de Apolo y de Climene, a quien echaban en cara sus compañeros que él no era hijo del Sol, sino que su madre ocultaba con ello su mal comportamiento.
Faetón se sintió ofendido en lo más profundo de su alma al ver que de aquella manera injuriaban la honra de su madre, y llorando amargamente, a la vez que maldiciendo a quienes la habían ofendido, se fue corriendo al lado de ella y le contó lo sucedido. Climene, tan apenada como decidida, le dijo:
-Hijo mío, vete a ver a tu padre y pídele que te deje, aunque sólo sea un día, conducir el carro del Sol. Así, al verte cruzar el espacio de parte a parte, no han de dudar que eres hijo suyo.
Al palpar Faetón las riendas entre sus manos, y faltándole los minutos para demostrar al mundo su origen divino, se lanza a rienda suelta, con la velocidad de un rayo, y ya sube hasta abrasar los cielos, o baja a ras de tierra, arrasando los campos con su fuego. El mundo aterrorizado por tal temeridad y sintiendo la catástrofe que les iba causando, imploró ayuda del cielo, y Júpiter, apuntando bien con su rayo, atravesó a Faetón, quien, impulsado por la enorme velocidad que llevaba, cayó de cabeza dando vueltas, en el Eridano, mientras el carro terminaba su viaje sin auriga.
Faetón arrasó los campos de África, al tocarlos con el calor del Sol, y quedaron convertidos en desiertos, y sus moradores, abrasados por el Sol, tomaron un tinte negro en su piel.
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