AGUNKE, EL HÉROE PAPÚA #leyendas #nuevaguinea #cuñado #hermanos
Agunke pertenecía a una familia papúa. Eran varios hermanos y una sola hermana, que se había casado y vivía con su marido en otra aldea. Un día Agunke pidió a uno de sus hermanos que fuera a visitarla y le trajera noticias suyas.
El hermano se puso en camino. Llegó a la aldea y buscó la casa de su hermana. Ella salió a recibirle y le propuso que fuera al palmeral a coger un coco para beber algo antes de sentarse a descansar.
Cuando el hermano iba a salir, su cuñado se ofreció a acompañarle. Quiso ser él quien trepara al árbol, y una vez arriba, cortó dos cocos y dejó caer uno al suelo. Mientras caía gritó:
-¡Acércate y recógelo!
Cuando el muchacho se agachó a cogerlo, tiró el segundo coco y lo mató. Luego bajó del árbol y tranquilamente volvió a la casa.
Al día siguiente, Agunke al ver que no había vuelto, mandó a otro de sus hermanos a averiguar lo que había sucedido.
Agunke mandó uno tras otro, a todos sus hermanos, y todos corrieron igual suerte. Por fin, un día cogió sus armas, se puso en el pelo todos los adornos propios de la guerra y salió a buscarles.
En el camino, el héroe gritaba y rugía, lanzando a los cuatro vientos su grito de guerra:
-¡Así dispara Agunke, y así dirige sus golpes!
A la entrada del pueblo disparó una de sus flechas contra un árbol y su tronco se partió en dos pedazos. Luego se dirigió hacia la plaza, destruyendo todo lo que encontraba a su paso, y prendió fuego a la casa de su hermana. A la entrada de la aldea había un árbol que pertenecía a su cuñado; era un plátano. Agunke decidió esperar allí a su rival; encendió a su alrededor toda una fila de hogueras, arrancó los frutos del árbol y los tiró al fuego, y él mismo se sentó ostensiblemente delante del arbusto, comiendo plátanos.
Cuando el marido de su hermana regresó del campo y le encontró allí comiendo sus frutos y destruyendo sus bienes, le disparó una flecha. Agunke se levantó, dio unos pasos, volvió a sentarse junto al segundo fuego; siguió comiendo, como si nada hubiera pasado.
Su rival volvió a disparar y Agunke volvió a levantarse y a sentarse junto a la segunda hoguera, para seguir comiendo. A la cuarta fleca, el héroe se levantó al fin de un salto, lanzó su grito de guerra y con un solo dardo mató a su adversario.
Entonces se le acercó su hermana y le llevó al lugar donde estaban los cadáveres de sus hermanos. Agunke subió a una palmera, arrancó algunas hojas, las ató y pronunció sobre ellas una serie de conjuros y de palabras mágicas. Luego azotó con aquel ramo los cadáveres de sus hermanos, y éstos, poco a poco, volvieron a la vida..
Agunke se burlaba de ellos:
-Torpes -les decía- estáis todos ahí, tumbados y no habéis conseguido ni un solo coco..
Al oírle, sus hermanos se levantaron y entraron con él en el pueblo; destruyeron todo lo que encontraron, mataron perros, robaron los cerdos y se volvieron con el botín a su aldea.
Por el camino, Agunke se quitó sus atuendos guerreros y cantó con todas sus fuerzas su grito de guerra:
-¡Soy Agunke, miradme! ¡Así dispara Agunke, así dirige sus golpes!
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